Luchar para morir

Simples Deducciones/Juan Chávez

 

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«Tras mi diagnóstico he comenzado a pensar en mi muerte», me dice Dulce María, quien tiene 52 años de edad. «Qué cobarde soy para enfrentar el dolor ves?, apenas voy en la tercera quimio y estoy pensando seriamente en buscar un notario no tanto para heredar mi pequeña casa, sino para obligar a mi familia a que no obliguen a mi cuerpo a seguir, o sea, si yo llego a caer en un estado, ¿Cómo se dice?, ¿vegetal?, o así que ya no pueda decidir pues que no hagan que me mantengan con vida, sino que me dejen morir, ¿sabes si se puede?», me pregunta con voz ansiosa y con ojos que buscan una respuesta positiva, en ellos también se refleja el miedo al cáncer de mama que padece y que no fue diagnosticado a un buen tiempo.

Dulce es nayarita, viuda y tiene 3 hijos que la quieren y la apoyan, por más que escuchó campañas de revisión de mama, sólo dos veces en los últimos diez años se hizo chequeos, dos de sus vecinas la invitaban a que se lo realizara, ya que una de ellas salió con un diagnóstico positivo a buen tiempo y logró vencerlo. Dulce siempre pensó que ella no era una candidata a esta enfermedad, «ni mi madre, ni mis tías, ni mis hermanas lo han padecido, nadie, ¿yo por qué tendría que tenerlo no?».

No hace más de seis meses cuando tomaba su acostumbrado baño por la mañana, al puro pasón de su mano al enjabonarse sintió algo distinto en su seno derecho «y hasta me pareció ver que tenía un pequeño hundimiento o algo parecido. Incluso así no me asusté y fui hasta 3 días después a que me revisaran y todo por insistencia de aquí de la vecina a la que le platiqué lo que vi y sentí, casi a fuerzas».

Lo que vino después le detonó un tipo bloqueo en su mente, sólo puede recordar —y a medias—, que un doctor amable le dijo que todo indicaba presencia de cáncer pero para estar con un diagnóstico pleno la enviaría a hacerse otros estudios, «percibí que él estaba seguro de lo que me decía pero no quiso ser cruel porque primero me preguntó si alguien me acompañaba y le dije que no, que mis hijos viven en Guadalajara y que al resto de mi familia no les dije nada de esto. Quizá pensó que si me soltaba la noticia así de pronto a lo mejor me daba algo ahí».

Dulce entre una delgada línea de realidad e incredulidad le habló a sus hijos, todos ya casados y con hijos, con palabras que no quiso ella fueran para asustarlos les mencionó lo que le dijeron y de inmediato una de sus hijas se trasladó a Nayarit y la llevó a Guadalajara, este fin de semana Dulce vino a ver su casa y a llevarse algo de más ropa; me comenta que tiene mareos y se siente cansada casi todo el día, le dijeron que habrá que dar una batalla al cáncer algo larga, ella ha preguntado si va a poder revertirlo y la respuesta, «paso a paso vamos a ver», le hace suponer que quizá no tenga suerte en «salir de esta con vida».

«Si hubiera la posibilidad de decidir cuándo poner fin a mi vida yo, —creo— no tendría dudas, pero pues ya ves, la eutanasia no se permite y quieren tenernos llenas de agujas y tratamientos dolorosos aunque ya ni se abran los ojos. Es inhumano e injusto”. Dice que está viendo a varias mujeres con situaciones ya muy dolorosas, «irreversibles para ellas y altamente desgastantes para sus familias. ¿Por qué no permitir que nos vayamos a descansar?, eso sí es una verdadera crueldad».

¿Qué si se arrepiente?, «Sí, me arrepiento de no haber oído a mis vecinas, incluso reniego de mí misma por no haber estado alerta a síntomas, por no ser responsable. Tengo miedo, mucho miedo a lo que me espera. Pensé que llegaría a la vejez con suma tranquilidad, que estaría allá en Jalisco viendo a mis nietos crecer y visitando a mis sobrinos. Creí que moriría de un infarto, quizá me acostaría a dormir y ya no despertaba. No sé, imaginé e imaginé pero nunca pensé que tendría esto».

No le reclama nada a Dios porque dice que él le mandó los mensajes a través de gente cercana a que fuera a revisarse, «pero la terca fui yo y ahora debo asumir los costos de mi necedad». Dulce María insiste en que buscará los canales legales para tratar de fijar su deceso o bien, obligar a los médicos y su familia a no mantenerla bajo un estado de sufrimiento que ella dice, no quiere soportar. Mándame tus comentarios, dudas y sugerencias a mi Facebook Juan Félix Chávez Flores o a mi correo electrónico juanfechavez@gmail.com

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