Mensaje del Doctor Celso Valderrama Delgado, Consejero Presidente del IEEN

Al inicio de la Sesión Pública Especial Permanente del 4 de junio de 2017

Señoras y Señores:

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Hace cien años, en 1917, el general Jesús María Ferreira asumía interinamente el gobierno de lo que había empezado a ser el estado de Nayarit. Recibía el mando de manos del general Juan Torres, último Jefe Político de lo que fue el Territorio de Tepic.

Él mismo, Jesús María Ferreira, lanzaba la convocatoria a elecciones para designar al titular del Poder Ejecutivo Estatal y para integrar la que sería la Primera Legislatura del Estado. Esa Primera Legislatura asumiría en su momento, las funciones de Constituyente. El artículo séptimo de la Convocatoria a elecciones establecía que “Una vez resueltas las dudas que hubiere sobre las respectivas elecciones, hará la declaratoria correspondiente acerca de la persona que haya resultado electa para el supremo mandatario del estado y asumirá el carácter de Congreso Constituyente”.

Los mismos legisladores que entonces asumían el cargo, lo hacían primeramente como integrantes del Colegio Electoral. Luego, como Constituyentes, fueron los responsables de elaborar nuestra Constitución Local, ya en la categoría de entidad federativa. Nuestra Constitución acaba de cumplir su nonagésimo noveno aniversario y el año próximo celebrará su propio Centenario. La Primera Legislatura que es la que aprobó, también, nuestra Constitución Local, promulgada esta por el Primer Gobernador Constitucional José Santos Godínez.

Se trata de la primera de las elecciones locales que se han realizado en nuestra entidad federativa, sujeta a las primeras reglas electorales. Esa elección no se caracterizó como un ejercicio del corte democrático deseable, pero si con esa aspiración y proyecto político-social.

Nuestra concepción actual de la democracia ha evolucionado. Lo que es claro y evidente, es que lo que pretendía el Constituyente de 1917-1918, era precisamente sentar las bases para avanzar por la senda democrática. Esa senda de un constante cambio que se debe traducir en una mejora permanente de las condiciones de desarrollo humano, en todos sus aspectos.

El sistema electoral dejaba mucho que desear. Podríamos concebir ese sistema de elecciones como un sistema con aspiraciones de consolidación democrática. No puede negarse que ese sistema mostró pronto su capacidad de cambio, lo que debía enfrentarse a resistencias e inercias.

El siglo XX es el siglo de la construcción de instituciones democráticas. Con altibajos, se logró avanzar en dirección a ese sistema democrático. Las interpretaciones pueden ser diversas y hasta con sentidos contrarios. No obstante, las aportaciones de unos y otros, en esa lucha dialéctica que en este caso se manifiesta como unidad fundamental, nos arrojan como resultado nuestra propia realidad.

Esa unidad fundamental que reclamaba Mariano Otero hace más de siglo y medio, es la unidad en la diversidad, es la unidad de quienes se sientan a la mesa para dialogar, reconociendo y respetando sus divergencias para resolver diferencias de manera civilizada.

Esa es la unidad que debemos privilegiar a un siglo de las primeras elecciones en Nayarit. No se trata de la unidad monolítica, de la unidad tiránica que se decreta con aspiraciones de infalibilidad papal. De lo que hablo, y de lo que habla nuestra historia, es de la unidad en la multiplicidad, de la unidad que hace de las diferencias fuente inagotable de energía para la democracia.

Este no es un recuento histórico. Tampoco es un análisis de la historia de las ideas políticas. Solamente conviene poner de relieve el cambio enorme que se registra en cuanto a las instituciones políticas y en cuanto a las reglas del juego electoral.

Son múltiples los ejemplos de cambios que se han registrado en los pasados cien años. Se nos muestran, también, evidencias de los retos, de los desafíos que derivan de esa historia de construcción democrática.

Por otra parte, es verdad que la democracia no puede ser sino del tamaño de sus protagonistas. De ahí que hoy se combinen ambas agendas. Al fin y al cabo es una misma realidad llena de contradicciones.

Esta es la primera elección que se realiza en Nayarit en el marco del Sistema Nacional de Elecciones. Las tareas para garantizar que el voto se haga posible, que se cuente y que se respete, esas tareas están a cargo del Instituto Nacional Electoral y del Instituto Estatal Electoral de Nayarit. Tanto FEPADE como los organismos jurisdiccionales, son parte esencial de ese entramado institucional.

Los retos del presente están claramente definidos. Hoy estamos ante los retos que derivan de la construcción de un sistema electoral de renovada concepción. Ese reto es acompañado con los partidos, con sus candidatos y con los candidatos independientes. Naturalmente, en el centro del escenario de todo ejercicio democrático están los ciudadanos.

Uno de los eximios fundadores del pensamiento democrático, Juan Jacobo Rousseau, sostiene que el pueblo jamás se equivoca.

En este caso, el reto de los electores se ha multiplicado. El ciudadano que concurrirá a las urnas este día cuatro de junio, deberá analizar una variedad enorme de perfiles personales, de trayectorias, de biografías, de propuestas. El ciudadano deberá razonar su voto, para comparar y valorar lo que proponen los candidatos de los partidos y de las coaliciones, así como los candidatos independientes.

Los partidos y sus candidatos, los candidatos de coalición, los candidatos independientes, ya hicieron su parte. Realizaron sus campañas en el afán de ganar prosélitos, con la intención de obtener el favor del voto popular.

En ocasiones se ha crispado el ambiente de la competencia, o eso pareció. No obstante, se ha impuesto el respeto, la civilidad, la inteligencia que lleva al dialogo, a una competencia no solamente cuerda, sino en un clima de concordia.

La arquitectura democrática reclama la participación, la presencia y el compromiso de todos. Nadie puede ni debe ser excluido. Para eso, toda actividad política debe ser presidida por el dialogo, por el respeto mutuo.

La Elección del Centenario reclama civilidad y altura de miras. Los nayaritas estamos ante la oportunidad de hacer de este aniversario del estado, el punto de quiebre que haga de nuestra democracia fiel reflejo de nuestros deseos y de nuestras aspiraciones.

De ahí el llamado a la Civilidad, al Respeto Mutuo, al Respeto por la Voluntad Popular que se debe expresar de manera libre, razonada.

Esta es la Elección del Centenario. Es la elección en la que cada uno de los protagonistas mostrará la calidad de la madera de la que fue hecho. Cada protagonista, en esta elección, tiene la oportunidad de demostrar que los cien años de esfuerzos de varias generaciones de nayaritas, no han sido en vano.

Nayarit ha mostrado en este ejercicio democrático, que posee una enorme variedad de propuestas, de puntos de vista, de soluciones posibles. Eso nos obliga a entender y comprender lo que es la unidad fundamental que proclamaba Mariano Otero: la unidad, en su enriquecedora diversidad. Se trata de esa unidad y lucha de contrarios que debe ser lucha florida, creativa, y en la que los contrarios no deben tratarse como enemigos para ser aniquilados.

Los signos de esta Elección del Centenario deben ser:

• La Unidad Fundamental, respetuosa de los interlocutores

• Tolerancia, que se traduzca en reconocimiento sincero de nuestra diversidad,

• El Ánimo Incluyente, que evite imposiciones,

• El Talante Contemporizador, para sumar voluntades.

• Convicción Democrática, para reconocer los Triunfos Ajenos y las derrotas propias y, sobre todo,

• La Humildad para Aceptar el Mandato Popular cuando se gane en las urnas.

Dicho de otra manera: no solamente hay que saber ganar, también se debe saber perder. Ganar con humildad y ánimo incluyente. Perder con dignidad y con la lealtad que exige la construcción de un buen gobierno, legitimado con la participación misma.

Nayarit necesita de todos. Nadie puede mostrarse ajeno ni mezquino frente a los desafíos de futuro.

Esta es la Elección del Centenario.

No debe haber en esta elección, ni vencedores ni vencidos. Parafraseando al gran estadista Winston Churchill, podemos llegar a una conclusión que debe ser un llamado: En la competencia electoral, determinación; en la derrota, dignidad; en el triunfo magnanimidad y tras la contienda, ánimo incluyente y concordia.

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