México, el ombligo de la luna

Véritas Liberabit Vos

Aunque el nombre oficial de nuestro país es el de Estados Unidos Mexicanos, es correcto y más común que se le conozca solamente por México y por mexicano o mexicana a quienes nacimos dentro de este territorio, siendo entonces considerado más la palabra de origen náhuatl México (Mexitli) compuesto por tres vocablos: Metzli que significa Luna, Xictli correspondiente a ombligo o centro y co que asigna lugar (por eso muchos de los nombres de ciudades o pueblos terminan en co dando a entender así que es un lugar caracterizado por algo), así que el origen etimológico del nombre de nuestro país de acuerdo a los historiadores se puede remitir a aquella isla del lago de Texcoco también conocido como Lago de la Luna donde los aztecas encontrarían la señal establecida para poder fundar su ciudad y que con tanta pasión buscaban en su largo recorrido, un águila devorando una serpiente, no en vano el Dios de los aztecas Huitzilopochtli era conocido como Mexi o Mexica.

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Solo basta imaginar aquella región “más transparente”  como el barón Alexander von Humboldt describió al Valle de México en su obra “Ensayo político sobre el reino de la Nueva España” percibiendo  el lago de Texcoco en una noche iluminada con la luna en su esplendor reflejando en el los grandes volcanes y las cúspides de la Plaza Mayor; ese es el origen de nuestro nombre que los españoles escuchaban decir de boca de los nativos Mexitli que se fue castellanizando y siendo mencionado por Hernán Cortes en sus Cartas de Relación que mandaría a la Corona Española  donde hablaría de aquellos voluntariosos y sorprendentes “mejicas” o posteriormente “mejicanos” que habitaban esta región de América y que guardaban cosas extraordinarias en sus construcciones y organización; les fue entonces ya común llamar mexicanos (posteriormente ya escrito con x) a todos los habitantes nacidos durante el período que abarcaron los tres siglos que duró el Virreinato de la Nueva España o también conocida como época Colonial donde se produjo un mestizaje sanguíneo entre los peninsulares y los grupos aborígenes de toda la extensión territorial así como las razas que iban llegando merced a los viajes continuos y el auge que iba tomando lo que sería nuestro país.

Este mestizaje no sol fue en lo racial también fue dado en la parte social, cultural, integradora, la cual posibilito un sincretismo muy particular que dio origen a una cultura que conservando sus bases aborígenes y españolas conformó un estilo muy particular, ya no se era azteca, otomí o tolteca, ya no se refería a lo gallego, catalán o sevillano, se era MEXICANO con un folklore muy propio que es admirado en todo el mundo con un colorido y ritmo que varía de Estado a Estado, una gastronomía mestiza que agrupó olores y sabores autóctonos con las especies y carnes de la Europa occidental y que coloca a nuestro país como un representante único de platillos típicos para cualquier paladar, claro necesario e impensable no incluir en él, al principal condimento  nacional que es el picante, muy diferente al ají conocido por los españoles, agregando a esto la bebida propia de nuestra tierra ese aguardiente de que habla la alegoría donde Cortes tuvo que echar mano de ella y hacer probar a sus soldados después de la derrota de “La Noche Triste” para remediar los males infringidos por los aztecas.

Posterior a la toma de Tenochtitlán en 1521 se dieron las bases para la conformación de una Nación, que ya tenía un idioma propio; el Español, ya enriquecido por un sinnúmero de vocablos y expresiones muy propias de nuestro origen que le dan una abundancia y sentido mayor a la vida, con una Religión que nos habla de la trascendencia del alma y del amor al prójimo como a nosotros mismos, que nos da una cultura multicolor de luces y  magia que se desborda en cada lugar, en cada clima, en cada litoral, monte, desierto o selva que conforman los casi dos millones de kilómetros cuadrados y un inmenso mar que aprieta su cintura “para que tome en la forma humana, hechura de sirena en las espumas”

Así que cuando el movimiento independentista llegó a su fin un 27 de septiembre de 1821 con el triunfo del Plan De Iguala encabezado por Agustín de Iturbide que convocó a todas las facciones beligerantes con la venia de Vicente Guerrero que aglutinó a todas las fuerzas en un solo ejército que dio la tan añorada Independencia que quedó signada en los Tratados de Córdoba que daban ahora sí la categoría de Nación a esta Patria nuestra.

Así nación nuestra Nación, y con ella nuestra nacionalidad de Mexicanos, provenientes de ese “ombligo de la luna” que nos hace cada día más conscientes que si la Patria es el “lugar de los padres” la Nación no es solo el lugar “donde nacimos” es como diría el ilustre maestro Raymundo Guerrero Un sujeto colectivo en lo individual, que abarca más allá de un territorio, unas costumbres, un idioma o una creencia, es algo que va más allá de lo material, es una esencia espiritual que nace con nosotros y que nos lleva en su destino para aportarle a ella cada instante de nuestra vida, una Nación en la que creemos y amamos y que presentimos que mucho se parece a nuestra alma, que sé que existe, pero no la veo.

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