México se rinde a los pies de la Virgen

Un mosaico de culturas se congregó alrededor del templo mariano

El momento culminante de la fiesta de la Virgen de Guadalupe es un impactante mosaico cultural de México.

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De la Basílica Nueva, a través de los altavoces, se escucha el Aleluya cantado por el coro del templo mariano.

En el Atrio, el suelo retumba con el toque de tambores de los grupos de danza prehispánica que golpean sus cueros salvajemente. En el piso, los danzantes hacen que los “taps” colocados en sus calzados provoquen un sonido parecido al de una fuerte tormenta.

La Banda Tokyo, proveniente de Oaxaca, toca su Danza del Toro con tantos instrumentos de metales que provocan un ruido ensordecedor.

Frente a la entrada del templo, un grupo de peregrinos provenientes de Lerma, Estado de México, tocan sus clarinetes, saxofones, trompetas y trombones acompasados con las notas de un contrabajo que apenas se escucha entre tanta algarabía.

A un lado de ellos, dos de los peregrinos que los acompañan mueven sin cesar en enormes cazuelas de barro el mole y el arroz que comerán antes de volver a su tierra.

Frente a la Basílica Vieja, un grupo de músicos-danzantes vestidos con trajes de manta rasgan las cuerdas de sus vihuelas, guitarras y mandolinas fabricadas con caparazones de tortugas y armadillos. Los envuelve una nube de copal.

Un grupo de peregrinos que vienen desde Oaxaca levantan un globo blanco. Todo tiene significado. El mástil en que montan la estructura es Cristo. Los dos topes redondos que hay en los extremos del poste son la hostia y el cáliz. El globo está formado con 12 costillas de madera equivalentes a los apóstoles. La tela que forma el globo es el manto blanco de Dios.

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