De acuerdo con el catedrático Emilio Ambrosio, los efectos de una ruptura amorosa, podrían ser similares al periodo de abstinencia que sufre un adicto a las drogas
¿Las tiernas mariposas que sentías cuando veías a esa persona, se han convertido en naúseas y ganas de vomitar? ¿El anhelo de verla se ha convertido en un deseo porque desparezca de la faz de la Tierra o al menos de tu vista? Desde que todo terminó todo tu mundo está de cabeza, sientes que la desesperación te invade, comienzas a sentir ansiedad, no consigues dormir, pierdes el apetito, te comienza a doler todo el cuerpo, y aunque lo intentas no consigues pensar en otra cosa.
La explicación es simple, estás pasando por un periodo de abstinencia que se vive tras una ruptura amorosa, similar a la que se vive cuando quieres dejar alguna droga.
“El enamoramiento, especialmente en las fases iniciales, genera comportamientos que recuerdan mucho a las conductas observadas en las personas adictas a las drogas”, afirma Emilio Ambrosio, catedrático de Psicobiología de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Esta adicción tan potente tiene su reflejo en el cerebro
Cuando estamos enamorados, el organismo genera sustancias como la dopamina (la hormona del placer) y la oxitocina (la hormona del apego). Ambas actúan en regiones cerebrales asociadas con el placer (el denominado sistema neuronal del reforzamiento). De hecho, según un estudio publicado en la revista PLOS ONE, el efecto del amor es similar al de algunos analgésicos, ya que activa zonas cerebrales que reducen el dolor.
Con la ruptura sentimental se dejan de segregar estas hormonas y el cerebro reacciona generando un estado de tristeza y síntomas de abstinencia (ansiedad, obsesión e incluso dolor físico) que también sufren los drogodependientes.
“En la persona que sigue queriendo a otra se da, durante ese tiempo de carencia afectiva, de tristeza y de añoranza de la persona amada, algo similar a lo que ocurre con las personas adictas, que es un deficiente funcionamiento de la comunicación neuronal”, mantiene Ambrosio.