El fotógrafo Rafael Doníz compila 130 imágenes en su libro ‘Náyari cora’, realizadas durante la última década
Niguara. Esa es la palabra que en lengua cora se utiliza para nombrar al amigo-hermano. La misma que inspiró a Rafael Doníz (Oaxaca, 1948) para compilar las 130 fotografías de su libro “Náyari cora”, el cual realizó durante la última década. Misma palabra que los coras utilizan para enviar un mensaje al mundo: “nuestra historia sigue viva sin importar que aún hoy nos consideren una cultura sospechosa”.
El volumen, que cuenta con un texto póstumo del poeta Rubén Bonifaz Nuño y dos ensayos de los investigadores Roberto Zavala y Jaime Bali, penetra en el enigma de este mundo indígena, asentado en el oriente de Nayarit, del cual prefiere sólo mostrar la pureza y belleza como le ensañara su maestro Manuel Álvarez Bravo.
“En mi opinión, hay una visión errónea acerca de estos grupos indígenas”, comenta Rafael Doníz.
Para lograr estas fotografías el artista utilizó dos cámaras fotográficas: una Hasselblad y una Zenca Bronica, a lo largo de 20 viajes realizados en tres lugares esenciales: Jesús María, donde hoy está el asentamiento del supremo gobierno cora: la Mesa del Nayar, que fuera el centro del poder cora, y la zona boscosa de Santa Teresa del Nayar.
“La serie fue el resultado de una serie de viajes que comenzó en los años 80, cuando la maestra Mariana Yampolsky confió en varios fotógrafos para realizar distintas tomas que permitieran ilustrar las primeras cartillas de castellanización de las zonas indígenas de este país”.
Sin embargo, éste fue el primero de muchos viajes a lo largo de esta zona, que le permitieron conocer una zona de difícil acceso que hasta conserva su magia y rastros antiguos de una cultura milenaria.
“La primera ocasión que estuve con un cora fue con un maestro rural que me ayudó a moverme, pero el proceso de identidad que sentí en esta zona me hizo volver una y otra vez hasta que este grupo empezó a confiar en mí y me consideraron un niguara”.
Lo cierto es que se trata de un lugar aislado que, por fortuna, eso se ha mantenido protegido en el sentido de que así han conservado intactas muchas de sus tradiciones, señala.
Imagina un lugar mítico donde la palabra de la gente tiene más valor que un papel; imagina una cultura que respeta la tierra y que aún cree en la amistad; imagina un mundo indígena donde los niños jamás son maltratados. Así define el fotógrafo ese mundo cora.
Sin embargo, la intención de este libro está en hacer que la gente voltee hacia esta cultura, o hacia la diversidad de culturas, porque prevalece el desconocimiento de este universo con valores tan profundos.