Simples Deducciones
Aunque pocos, los sacerdotes también han sentido que su vida no está ahí, en el altar, en oficiar misa, en confesar y acuden ante las autoridades eclesiásticas para dejar esta actividad, algunos se integran a una vida laboral y otros más deciden contraer matrimonio, es ahí donde muchas de las veces son rechazados ellos y sus familias por sus propios seres queridos, ni que decir de la sociedad que en algunas ocasiones, quizá, acudió con ellos a reconfortar su alma.
La familia de un ex sacerdote platica con este columnista y me cuenta que la vida no ha sido fácil, Mayra, quien prefiere que se le llame así, recuerda los primeros años de vida matrimonial al lado de su esposo, “es y ha sido muy difícil, es como sí el vecino, el de la tienda, las mamás de las compañeras de mis hijos, vaya hasta mis papás y mis hermanos me han condenado a mí en especial por adelantado, cuando mi madre se enteró de mi relación me llamó, pecadora, mala hija y me dijo que cuando muera no alcanzaré el perdón de Dios por haberle quitado un hijo, un pastor de su rebaño”.
Con tristeza y cansancio me cuenta que, “mis hijos no saben que es pasar una navidad o año nuevo en familia, me cerraron las puertas de mi casa, mis amigos cercanos poco a poco pero rápido se alejaron, nadie quiso salir conmigo a tomar un café, menos venir a mi casa a platicar o comer, para él no se diga, también ha sido difícil psicológicamente hablando porque el rechazo fue, en aquellos años muy fuerte, me acostumbré a esas miradas de reproche en la tienda o a que no me contesten ni el buenos días las señoras que piden apoyo económico para la iglesia del barrio, es más hasta la fecha, a mi casa no llegan”.
Entrevistado al respecto el padre Rafael Rentería, Vocero de la Diócesis de Tepic no esquiva el tema y lo habla con claridad, “cuando un sacerdote deja un ministerio es una revolución interna antes de que deje los derechos y obligaciones de lo que conlleva este estilo de vida”, narra qué es lo que sucede cuando a manos del obispo en turno llega la petición del sacerdote de separarse del sacerdocio, “la responsabilidad del Obispo es platicar con él, escucharlo de las causas, motivaciones, de su ánimo, de las frustraciones que estaba ya cargando o decisiones que ya ha tomado, se le invita a que reconsidere”.
Rentería dice que también los sacerdotes se equivocan y que como cualquiera tienen derecho a rectificar su camino, añade que, “somos muy crueles en nuestros juicios”, expresa que el proceso de la separación del ministerio lleva de uno a dos años ya que el documento de baja proviene desde el Vaticano.
Explicó que una vez que ya se ha liberado al solicitante de su responsabilidad como sacerdote, él puede hacer su vida normal e incluso llegar al matrimonio y bautizar a sus hijos sin que haya impedimento de por medio. Coincide en lo que se ha visto en los últimos meses, que nos hemos acostumbrado a prejuzgar cuando todos tenemos derecho a equivocarnos; reconoce que incluso los ex sacerdotes se han equivocado en escoger una vida familiar y algunos viven frustrados y sufren pero fue una decisión solamente de ellos.
Como un dato que pocos conocemos me informó que un sacerdote toda la vida será sacerdote y puede ejercer como tal en una emergencia, sólo se separa de su responsabilidad cuando así lo decide por sí mismo.
Salgo de la Diócesis con un desazón interna y me vuelvo a preguntar, ¿por qué nos convertimos en jueces?, ¿acaso somos perfectos para creernos Dios y condenar a nuestros semejantes a un veredicto a nuestro gusto?, prefiero quedarme con la reflexión del padre Rentería, “todos nos equivocamos y al único que le responderemos es a Dios”. Mándame tus comentarios, dudas y sugerencias a mi página de Facebook Juan Félix Chávez Flores o a mi correo juanfechavez@gmail.com