Si vis pacem, para bellum

Véritas Liberabit Vos

Esta máxima latina data aproximadamente del año 390 cuyo autor Flavio Vegecio Renato la incluyó en el prefacio del libro tercero de su obra Epítoma rei militaris un compendio de técnica militar muy conocido entre los romanos del gran imperio, por ello erróneamente se le es adjudicada a Julio César; la cual traducida a nuestro idioma significa “Si quieres la paz, prepara la guerra”.

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Entendiendo este sentido los que propugnan un espíritu irenista consideran que un país entre más preparado militarmente esté o sea poseedor del mejor y más sofisticado armamento, menos probable será que pueda ser atacado por otro, evitando así una conflagración bélica, recordemos que esta tesis fue uno de los principales argumentos esgrimidos por el Presidente estadounidense Ronald Reagan al apoyar ingentemente en los años ochenta aquel proyecto bélico de defensa contra el Soviet supremo conocido como “La Guerra de las galaxias” y que a grandes rasgos consistía en una coraza destructora de cualesquier misil u objeto que circundara la órbita aérea dentro del espacio norteamericano, estrategia que a la par con otras acciones vino a desencadenar el final de la Guerra Fría y el desmembramiento de la corina de hierro. Es importante mencionar que igual que Reagan, el también ex presidente Richard Nixon parafraseo a Vegecio en su libro “No más Vietnams” escrito igualmente a principios de los ochentas.

La otra corriente aquella que ve la guerra más como un modus vivendi, epónimo para generar enormes ganancias con la venta de armamento y pertrechos con el que dotan no solo a países sino principalmente a grupos subversivos, terroristas o del crimen organizado donde las armas son el vector principal para conseguir sus objetivos dejando a un lado muy extremo cualquier deseo de paz, de interés o valor humano superior, más bien entendiendo esta frase en un sentido pugnaz de fortaleza y dominio sobre el otro.

Dos posiciones encontradas, con sentidos diferentes dentro de una misma expresión que no es nueva, pero que toma vigencia cada vez que de armas, o de hechos donde éstas son involucradas y que al momento de buscar soluciones, irremediablemente se llega a recordar la frase que lleva por título este artículo. Sale todo a colación por la matanza del pasado miércoles 14 de febrero en la secundaria Marjory Stoneman Douglas, en Parkland, Florida, donde un joven de 19 años Nikolas Cruz abrió fuego contra sus compañeros con su rifle AR-15 provocando 17 muertes y dejando más de 14 personas heridas, situación que viene a ocurrir en ese país a escasos tres meses del tiroteo en las Vegas Nevada donde un asesino solitario descargo sus armas sobre los asistentes a un festival musical dejando más de medio centenar de víctimas.

La indignación, la angustia, el miedo y los sentimientos de fácil vulnerabilidad no tardaron en brotar en el país que se caracteriza por una mayor cultura armamentista, siendo la nación  en el mundo que tiene el mayor número de propietarios de armas y que se identifica como el primer lugar en posesión de armas per cápita, las estadísticas marcan que hay más de trescientos millones de armas para uso de un estadounidense donde las leyes no son tan severas para poderse hacer de un arma para uso personal, donde desde siempre esta costumbre ha sido un modo de vida para el pueblo norteamericano, especialmente para los habitantes de áreas rurales, aunque en la actualidad esto se ha generalizado a todas las regiones.

Estos sentimientos hicieron presión para que el Presidente Trump recibiera una semana después a un contingente de sobrevivientes de la atroz matanza donde externaron su preocupación y solicitud para que se incrementara la seguridad en las instituciones educativas y sobre todo se pugnara por leyes más estrictas con mayores requisitos para detener la venta indiscriminada de armas, sobre todo tomando en cuenta los antecedentes psicológicos o su historial personal como el del joven del cual se conocía ya un largo camino por sus publicaciones en redes sociales donde llegó a mencionar que él convertiría su Escuela en un campo de tiro, aparte de haber podido ingresar ese día con un rifle dentro de una maleta.

Sin embargo la respuesta que escucharon de boca del Presidente Trump (aunque posteriormente por twitter que es uno de sus medios favoritos de comunicación intentó explicar que lo malinterpretaron) que propuso armar a los maestros, para que bajo un entrenamiento eficaz, puedan ocultamente portar un arma y poderla utilizar respondiendo cualquier conato de violencia bélica en un plantel, buscar una respuesta rápida, ya que visto está que de cuando se da el aviso a las instancias de emergencia y la llegada de las fuerzas especiales el tiempo que transcurre es vital en la vida de las posibles víctimas. Es decir violencia se responde con violencia, o si lo deseamos ver así; si queremos paz, preparémonos para la guerra pero con más armas, situación a mi juicio por demás improcedente.

Indudablemente que las armas deben de estar en las manos de aquellas  personas que tienen bajo su responsabilidad la salvaguarda de la seguridad, integridad y libertad de las personas, me refiero a las Fuerzas Armadas, las Instituciones de Seguridad Pública que han sido preparadas mental y técnicamente para el uso específico de ellas, forma, lugar y tempo, incluso con reglamentación sumamente estricta que confiere su cargo.

En suma es importante pugnar por demandas en cambio a las leyes de armas, desgraciadamente deben ocurrir acontecimientos como el del 14 de febrero para que vuelva a emerger este sentimiento, y pulse las fibras de los ciudadanos que próximamente en marzo y abril realizarán varias marchas para hacer sentir su voz y su condena hacia el uso de las armas cuando estas no se usan para la paz.

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