Símbolo nacional

“Su tricolor bandera, dicen que no es lo mismo que en otros tiempos era, que a Unión ya no nos llama, que ya no hay Religión y que un resplandor rojizo de una infernal hoguera de odios inclementes su rojo se tiñó…”así versaba uno de los párrafos de la bella poesía del Presbítero Vicente Camacho titulada “Por Ella” escrita durante lo más álgido de la Guerra Cristera para  referirse en forma metafórica a lo que en ese momento podría sentirse ante el estrépito de una conflagración fratricida de odio donde se iban perdiendo los pilares que forjaron nuestra nación y que quedaron plasmados en aquel lábaro patrio que enarboló el ejército Trigarante que señeramente entró a la ya libre Ciudad de México dando paso a nuestra Independencia.

En efecto La Bandera de México, que en su juramento al unísono nos recuerda que es el legado de nuestros héroes, que es el símbolo de la unidad de padres y hermanos y que nos insta  a defenderla prometiéndole fidelidad a los principios por ella representados; en esas líneas que desde pequeños nos hacen sentir nuestro corazón latir con más fuerza, queda resumido el compromiso de amor y voluntad hacia ese símbolo aglutinador de la historia pasada, presente y futura de nuestra Patria.

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La Bandera Nacional, que orgullosamente ondea con majestad sobre nuestro suelo, es la enseña simbólica del Plan de Iguala o de las Tres Garantías que Agustín de Iturbide planeó y realizó, simbolizando en el color blanco a la Religión, en el verde la Unión que debe reinar siempre entre todos los ciudadanos no importando su clase social o condición y en el rojo la Independencia que se lograría aquel 27 de septiembre de 1821 culminando así la lucha que once años antes había iniciado Miguel Hidalgo y continuada por José María Morelos y Pavón, fiel estandarte de Paz y de Unión, porque integramos un solo pueblo en el que se identifican peculiaridades étnicas, una sola nación que tiene mucho en común con la gran nacionalidad iberoamericana ya que sus raíces son indígenas y españolas, un solo Estado, regido por las mismas autoridades, las mismas instituciones y un solo Ejército Nacional.

En medio de los tres colores, el escudo de nuestra Bandera viene a reforzar todo el simbolismo de este mestizaje racial y el sincretismo cultural base de nuestra nacionalidad incluyendo la hermosa y mística leyenda de la fundación de Tenochtitlán hoy Ciudad de México que es un águila que desde las alturas más allá de los volcanes nevados que emergen esplendorosos de nuestra tierra escudriña la realidad para descender posando su pata en un nopal y devorando al símbolo del mal por antonomasia que es la serpiente. El nopal a su vez representa el fruto generoso de esta tierra abundante en bienes para sus nuevos pobladores cual cornucopia vastísima que derrama sus riquezas vegetales, minerales y animales.

Aquellos primeros viajeros que iban recorriendo caminos para encontrar la señal prescrita vinieron a localizarla en un lugar lacustre y de difícil acceso pero esto no fue impedimento para de una forma por demás avanzada a sus tiempos construyeran su ciudad por encima de un lago, esta misma ciudad que siglos después se vistiera de tricolor al recibir victorioso al Ejército Trigarante encabezados por aquellos que un 24 de febrero en Iguala habían sellado con un abrazo el fin de las hostilidades y el juramento de unirse para lograr el nacimiento de México como nación Independiente.

Cierto es que después de la consumación de la Independencia nuestra Bandera sufrió varias modificaciones, solo de estilo, la primera de ellas según el decreto del 2 de noviembre de 1821 al centro de los tres colores en franjas, el águila se pondría sobre un nopal coronada. Después del primer imperio, el 14 de abril de 1823 los colores adoptaron una posición vertical ya con el águila sin corona y orlada con los  símbolos republicanos de las ramas de encino y laurel.

A partir de entonces el águila del Escudo tuvo varios cambios (de hecho los cambios significativos fueron en este renglón) de frente, de perfil de tres cuartos, incluso en el segundo Imperio (1864 – 1867) con Maximiliano volvió a adoptar la corona; no fue sino hasta que Venustiano Carranza expidiera el decreto del 20 de septiembre de 1916 por el que el águila se puso de perfil izquierdo parada sobre un nopal que brota de una peña rodeada de agua y adornada en la parte de abajo por ramas de laurel y encino tal como la vemos en la actualidad, decretándose en 1940 ya casi al final del mandato de Lázaro Cárdenas del Río el día 24 de febrero fecha de la promulgación del Plan de Iguala como el Día de la Bandera Nacional a fin de “avivar en el pueblo mexicano el profundo sentimiento patrio y el cariño y respeto a nuestra enseña”.

Esta es nuestra Bandera, que todos los mexicanos llevamos en el corazón, porque desde niños nuestros padres y nuestros maestros nos enseñaron a honrarla y defenderla, a hacerla nuestra como una parte muy importante de nuestro ser, un símbolo que en sus tres colores y en su diamantino escudo se refleja el espíritu de la Patria, una Patria que exige de cada uno de nosotros el máximo esfuerzo, que nos llama a emular el ejemplo de tantos hombres y mujeres que en el devenir del tiempo han entregado su vida para legarnos una tierra y un cielo limpios como en el que hoy vivimos.

Sacro símbolo de la Patria que con tu señorial ondular nos señalas el amor a México y nos recuerdas que cumpliendo diariamente con nuestros deberes y responsabilidades podremos hacer una Patria más grande, más justa, al más noble donde con orgullo se formen las nuevas generaciones que al igual que sus ancestros sentirán vibrar su corazón con las notas del Himno Nacional y el Juramento a la Bandera.

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