Simples Deducciones
Abandonados por su madre, quien se cansó de lidiar con la vida de miseria económica y con sus hijos, decidió un día irse de la casa, se llevó todo incluida la estufa, el cilindro de gas y hasta los sobres de pasta que había aquella ocasión, nada la detuvo y aunque ellos saben donde vive y viceversa, no se frecuentan.
Pedro y José pasan el día solos en una casa de renta, uno de ellos si sale a la calle, pasa su día sentado en una banqueta tomando el sol o bien si ya no quiere estar ahí se cambia a otro lado donde se resguarda del calor; ve subir y bajar a sus vecinos, las pocas amas de casa que quedan en el barrio de vez en cuando les piden una olla o una cazuela y les regalan comida.
Cuando esto sucede el rostro se les transforma y de inmediato, si hay dinero en casa, corre uno de ellos a la tienda por tortillas y se encierran a comer, pero hay veces que la suerte no es tan buena y se hacen las 3 ó 4 de la tarde y su papá no ha regresado, sigue buscando un jardín que limpiar o poder algún árbol o bien, realizar un mandado para obtener un pequeño pago y regresar a casa.
A veces platico con ellos y el que sale a la calle me repite una y otra vez la misma conversación, tienen una mascota blanca de orejas color miel que anda en la calle y que es alimentada por un vecino, con ella pasan el tiempo, no la golpean, no la tratan mal, pero tampoco es atendida como se debiera.
Pienso que ninguno de los dos ha tenido el tratamiento requerido, quizá su vida fuese diferente, a veces uno de ellos grita y se aferra a los barrotes de la ventana, nadie lo ataca físicamente, pero quizá en su mente sí tenga enemigos a vencer o dolores que no quiere soportar, es una situación difícil para ambos, porque lo más probable es que ellos no piensen en lo que pasará cuando su papá haga falta, cómo van a vivir, de qué o con quién.
Don Juan, su papá, es un hombre hosco y de pocas palabras, no lo juzgo, lleva en sus hombros y en su mente una enorme preocupación que a diario lo hace levantarse para salir a buscar un trabajo que realizar, me lo he encontrado bajo la lluvia y con la corriente chocando en sus pies, aún así con pasos lentos sigue caminando, no puede detenerse.
Me alejo un poco del barrio y llego al centro de la ciudad, todo es algarabía navideña, compras aquí o allá, las filas son largas en algunas tiendas, abro el Facebook y me encuentro con conocidos preguntando sobre algún juguete que su hijo o hija a puesto como el regalo anhelado para Navidad. Qué decir de los salones de belleza en Navidad y año nuevo, mujeres que han renovado su estilo de cabello, su color y me quedo impresionado, hasta el largo del mismo ahora se puede manejar.
Nadie de ahí conoce a don Juan, a José o a Pedro, quizá no haya muchos como ellos en todas partes, en todos los barrios, pero lo que sí me queda claro es que no en todos los hogares hay dinero para comprar una exquisita cena, regalos costosos y perfumes caros. A ellos las autoridades de salud tampoco los conocen, como dije, me parece que no han tenido un tratamiento adecuado, por más que en muchas de las ocasiones las terapias y los medicamentos se les regalen, hay veces que su familia no tiene dinero para el transporte o bien no cuentan con el tiempo para llevarlos, porque deben trabajar para comer.
Me queda claro que no son los únicos que pasan por una situación difícil, quizá el consuelo menos triste es pensar que de vez en cuando alguna vecina les va a apoyar, pero mientras tanto me pregunto, ¿cuántas navidades habrán de disfrutar de una hamburguesa como si fuera el mejor de los platillos, cuánto tiempo su papá va a poder seguir buscando trabajo para alimentarlos, qué pasará cuándo él falte y les requieran el pago de renta y el hambre apriete?
Verlos a diario y apoyarlos de vez en cuando me permite un poco de consuelo, pero no el suficiente, sigo mortificado por ellos y por lo que la vida les pueda destinar. Mándame tus comentarios, dudas y sugerencias a mi Facebook Juan Félix Chávez Flores o a mi correo electrónico Juanfechavez@gmail.com