(Segunda Parte)
Por Daniel Aceves Rodríguez
Siguiendo con la entrega de los aspectos que caracterizan nuestra manera de ser, hoy hablaremos del concepto de hospitalidad, del patriotismo, de sus signos y mezclado en ello su gusto por el futbol.
Para nadie es un secreto que en cuestiones de hospitalidad al mexicano nadie le gana, su disposición y calidez para atender a un visitante o a un turista es algo sabido a nivel mundial, la generosidad y el desinterés tienen sus orígenes desde el recibimiento que los aztecas hicieron de Cortes y su comitiva llenándolos de viandas y regalos del mayor aprecio, sin embargo el problema es saber cuándo esta postura es realmente de amistad o de mera apariencia, disyuntiva menos difícil en el trato de un español que es evidente por su carácter abierto y seco.
El mexicano gusta del compadrazgo y de todo género de vínculos de allegamiento y procura ser respetuoso todos estas ligas de amistad y de parentesco, pero en ello tal como lo menciona en la obra Problemas Sociales y Políticos de México del Licenciado Raymundo Guerrero; el mexicano se muestra sumamente lábil y hay que proceder cuidadosamente en su trato, no solamente por lo que a los amigos se refiere, sino también por parte de los extraños; el mexicano sabe respetar la dignidad de otros y quiere que respeten la suya personal, hasta el extremo de entablar reyertas mortales por motivos de un egocentrismo acendrado, tal como lo veíamos en aquellos duelos caballerosos en que se batían por una cuestión de honor con todo y padrinos de testigos un hecho más de la susceptibilidad de nuestra raza.
¿Sabemos a qué se llama “El síndrome del Jamaicón Villegas”? es aquella nostalgia que nos embarga al estar lejos de nuestra tierra y que en muchos casos es un estigma mental que nos supera al añorar los tacos, sopes, pozole o cualquier platillo típico de nuestra región que en su abstinencia nos hace bajar el rendimiento o de plano no soportar la lejanía; por eso se dice que respecto al arraigo geográfico hay marcadas diferencias entre el español y el mexicano, el español tiene más espíritu de aventura, más ambición y sentido práctico, así como una vocación marinera que confluye en que emigra definitivamente mucho más que el mexicano, claro que la aventura nos gusta, pero esta es más o menos como episodio anecdótico, transitorio y en pocos casos como una emigración definitiva pero en la mayoría de ellos con una profunda nostalgia y añoranza del terruño suspirando por retornar algún día al lugar que nos vio nacer “ México Lindo y querido , si muero lejos de ti, que digan que estoy dormido y que me traigan aquí”, saudade dirían los portugueses y gallegos en un sentido más europeo.
Así en esta diferencia nuestro patriotismo se nutre más de elementos naturales y plásticos, tales como el paisaje, el color y las imágenes a diferencia del europeo más cargado de valores abstractos como es una ideología o un heroísmo personal o anónimo, muestras de ello son solo por poner un ejemplo nuestro Himno regio llamado a defender a la Patria con amor y denuedo y un Escudo Nacional que representa el orgullo y coraje de nuestro pueblo idealizado en el pico y las garras de un imponente águila que con intensidad devora una serpiente representante del mal sostenida de una sola pata en un verde y espinoso nopal cuajado de bellas flores y frutos.
Y si de plástica hablamos; nada más hermoso que contemplar los bellos ejemplares de ese nuestro “México tierra de volcanes” como lo bautizó el Padre José Shlarman en la obra del mismo título, dándole rienda a nuestra creatividad e imaginación en la representación de la bella historia de amor que cuenta la leyenda Mexica sobre el guerrero Popo quién amaba tanto a la princesa Iztaccíhuatl, fue enviado por el padre de esta a combatir al frente en una batalla, al regresar victorioso del campo de guerra se encuentra con la muerte de su amada que había sido engañada por voces de envidia que le hicieron creer que Popo había perecido en combate, lo que la hizo morir de pena cubierta de nieve, así enfurecido y destellando humo de rencor sube al pináculo del templo con ella en brazos y se inmolan como ofrenda a sus dioses quienes aceptan el sacrificio de un amor no consumado perpetuándolos eternos e inmortales en la figura de dos volcanes que vigilan y defienden a la ciudad capital, bellas leyendas que demuestran la figura de la plástica y color muy anteriores a los Romeo y Julieta de la Europa occidental; volcanes, humo, fuerza, leyenda son imágenes de un México de u México recio y hermoso, de fortaleza y riqueza natural.
Bellos pasajes que circundan nuestra geografía patria tan añorada, por cierto ¿sabían que el Jamaicón Villegas recio defensa lateral tapatío fue uno de los pocos jugadores que pudo detener al habilidoso jugador del Botafogo y de La Selección brasileña, Francisco Dos Santos “Garrincha”? pero esto, esto será otra historia.