13 DE AGOSTO DE 1521

Por Daniel Aceves Rodríguez

Cuentan las crónicas que entre un jueves y un viernes santo de 1519 las embarcaciones provenientes de Cuba llegaron a las costas de lo que hoy es Veracruz para desembarcar ahí un día 22 de abril e iniciar uno de los hechos más trascendentales para la Historia y en particular para lo que representa nuestro país, aquellas naves eran comandadas por un personaje de origen extremeño que desde 1504 estaba bajo las órdenes de Diego de Velázquez gobernador de aquella isla caribeña y que a pesar de no confiar totalmente en aquel hombre de 34 años, cedió en darle el encargo de hacer una expedición hacia aquellas tierras que ya navegantes como Francisco Hernández de Córdoba y Juan de Grijalva habían recorrido años atrás, así Hernán Cortés partió un 18 de noviembre de 1518.

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El brillo de la luna llena de esa Semana Santa iluminaba las bellas playas de un San Juan de Ulúa que vio el desembarco de aquellos hombres diferentes en su aspecto a los habitantes de la región, la Fe que los acompañara hizo que una de las actividades primeras que se realizaran fuera improvisar un altar para realizar ahí los oficios Pascuales y denominando a esa región con el nombre de la principal celebración del Viernes Santo que es la adoración de La Cruz por lo que la denominaron La Villa Rica de la Vera Cruz, “Ecce lignum crucis, in quo salus mundi pependit…venite adoremus”.

La Historia tal vez ya sea conocida por todos, aquél personaje altivo, ambicioso, osado se convirtió en el conquistador de esas nuevas tierras que ahora pisaban sus pies y que puso a la orden de la Corona Real de Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico reuniendo así las coronas de Castilla, Navarra y Aragón, Nápoles, Sicilia, y Cerdeña, Los Países Bajos, archiduque de Austria y Borgoña y ahora de estos nuevos territorios allende las fronteras que lo hacían expresar aquella bombástica frase de “En mis terrenos nunca se oculta el Sol”.

Pero ahondando un poco en lo que ocurrió después de aquel desembarco en las costas del Golfo de México y el posterior desenlace dos años después el 13 de agosto de 1521, cuando se consumó la caída de la Gran Tenochtitlán, ante ello podremos observar como se ha comentado por diversos historiadores que “La Conquista fue realizada por los propios nativos y la Independencia de España fue a su vez resuelta por los propios españoles” situación disímbola y que pareciese un retruécano o un quiasmo propio de nuestro lenguaje tan dado a los circunloquios o a no decir las cosas con la con la franqueza directa, pero analizándola en su contenido tiene un alto porcentaje de asertividad y de eso nos encargaremos de explicar en las siguientes líneas.

Ya lo habíamos dicho que Cortés era imbuido de un espíritu de ambición que privaba en la mayor parte de los navegantes o exploradores de aquel Siglo XV y XVI tal como lo expresara Manuel García Morente en su obra sobre la Hispanidad y el prototipo de aquella personalidad centrada más en el pálpito que el cálculo, así como el arrojo, la altivez y la impaciencia, características presentes en el espíritu conquistador de Cortés que unió a esto la comprensión estratégica de puntos clave que pudo detectar para aprovecharse de ellos y hacerlos valer a favor de su causa lo mismo que golpes de suerte o más bien oportunidades que supo capitalizar lo que hace que en esta campaña por él emprendida existan pasajes dignos de reconocer y valorar.

En primer lugar desde el momento que Cortés toco tierra y pudo percibir no solo las riquezas de esa región sino que a través de los enviados que Moctezuma mandó pudo percatarse de la riqueza y el poderío de dicho Tlatoani del cual se empeñó en conocer y tratar de interactuar con él, claro sus aviesas intenciones eran guardadas en sigilo, por ello y sabiendo del recelo del Gobernador Diego de Velázquez mandó “quemar” sus naves para evitar cualquier intento o tentación para abandonar dicha empresa, en ese momento se supo que este viaje no tenía retorno hasta haber logrado lo que ya en mente perseguía.

Muy favorable e importante fueron dos personajes vitales en su obra uno de ellos Gerónimo de Aguilar quien junto a Gonzalo Guerrero eran españoles náufragos de un viaje hecho ocho años antes por las costas de Yucatán y que providencialmente al primero se le encontró en esta expedición y se unió a Cortés como intérprete ya que sabía el maya y castellano, quien junto a una mujer indígena de nombre Marina o Malitzín que recibió como regalo junto con otras mujeres por parte del Señor de Tabasco pudo ser la pieza que embonaba en su maquinaria ya que Marina sabía maya y náhuatl así que entre Malitzin y Aguilar formaron el equipo perfecto para traducirle a Cortés del náhuatl al maya y del maya al español y así poder conocer muchas de las cosas que los mexicas interpretaban sobre su Cosmovisión de aquellos hombres.

Y si de aprovechar la Cosmovisión de sus rivales, Cortés saco ventaja indudable al conocer que el Gran Reinado conformado por la Triple Alianza entre Tenochtitlán, Texcoco y Tacuba generaba resentimientos fuertes por parte de otros pueblos que tenían que rendir tributo y eran considerados súbditos, nos referimos a los Tlaxcaltecas, Totonacas y otros más que viéndose favorecidos por Cortés y sintiéndose protegidos unieron sus fuerzas y fueron bastión primordial para el triunfo.

La Historia es escrita en su mayor parte por los vencedores aunque para este hecho podemos encontrar una vasta bibliografía tanto de vencedores como vencidos, lo cierto es que de este acontecimiento el resultado es la creación de nuestra nacionalidad mestiza con hondas raíces mesoamericanas e hispánicas que se fraguaron hace 501 años.

Y hablando en términos estrictos, ni era en ese momento México, ni era España, ni fue como tal una conquista, pero eso será otra historia.

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