7 tips para el empoderamiento femenino en la era digital

¿Quieres entender el papel de la mujer en la era digital? La experta en moda y el mundo interactivo Vanessa Rosales nos hace una guía del papel y la importancia femenina en este nueva era. ¡Somos las reinas!

El poder femenino está de moda. Al menos eso indican, de las formas más distintas, las redes digitales. La marcha femenina del 21 de enero que invadió la mirada colectiva con su derrame de imágenes y consignas. La camiseta de Dior que nos invita a todas a ser feministas y que se ve en blogueras célebres como Chiara Feragni. El discurso reciente de Madonna en los Billboard. Películas como Hidden Figures. Comerciales de la icónica Barbie que pretenden construir nuevos tipos de niñas.

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Hay, de manera continua, artículos y noticias que giran en torno al término feminismo. Pero a pesar de su zumbido constante, la idea presenta una llamativa contradicción. Pocas palabras producen tanto rechazo como feminista.

Porque se asume rápido que se está hablando de algo agresivo, radical, de mujeres que odian a los hombres, que quieren ser como ellos, que descuidan su apariencia y que son exageradas y paranoicas. En realidad, si la palabra feminismo genera tanto conflicto es porque existe en torno a ella mucha falta de información, muchos mitos, estereotipos y ciertos errores del discurso.

Así que cambiemos la palabra por empoderamiento femenino, para así referirnos a una forma de ser mujer en la que se puedan aprovechar las libertades de esta época y los regalos de las liberaciones femeninas; una forma de ser mujer que entienda su pasado y de dónde viene; que sea consciente de que esta época es única en la vida de las mujeres.

  1. Hacer de la independencia económica un objetivo.

No todas las mujeres pueden alcanzar esto en un país y un continente tan desigual como el nuestro. Pero buscar autonomía económica en la medida de lo posible es algo que merece ser un objetivo y que vale la pena sembrar en las generaciones de mujeres más jóvenes.

Una de las grandes liberaciones femeninas del siglo veinte fue precisamente que las mujeres pudieran trabajar, que pudieran ser más que esposas y madres – ser y hacer más allá de lo doméstico. Las mujeres llevan menos tiempo en la fuerza de trabajo que los hombres y por eso aún hay desnivel en los pagos por ejemplo. Por eso todavía existe la idea del hombre como el proveedor. Pero en estos nuevos esquemas, vale la pena intentar valerse por sí lo que más se pueda. Permite tomar decisiones con más valentía e integridad.

La mujer empoderada quiere libertad e independencia pero también amor y sustento. Se vale por sí pero es fuerte y vulnerable para sostenerse en quienes ama.

  1. Atreverse a ser mujer más allá de los estereotipos.

Todas venimos de un lugar y de un momento de dónde extraemos nuestras ideas, creencias, referentes y ejemplos. Pero muchas de las condiciones puestas sobre las mujeres en el pasado pertenecen a momentos donde las posibilidades y existencias eran mucho más limitadas. Lo que funcionó para nuestras antepasadas tal vez no coincide exactamente con nuestra propia versión de ser o proyecto de vida.

Hoy tenemos la oportunidad de crearnos de una forma en que las mujeres nunca habían podido hacerlo antes.

Es un reto manejar los ritmos entre lo que es un estereotipo y un desbalance. (Por ejemplo, es enriquecedor aprender algunas cosas masculinas en algunos aspectos de la vida cotidiana, pero empoderarse no es masculinizarse – es ser mujer de manera asertiva, aprovechando las libertades actuales).

La mujer empoderada aprovecha una época que le permite ser más que los estereotipos donde durante tiempo estuvo limitada la identidad y existencia de una mujer: esposa, madre, mujer bonita pero no pensante.

  1. Saber que el valor está adentro.

Las películas, muchos libros, las fábulas infantiles – muchos nos enseñan desde pequeñas que la mayor promesa a la que podemos aspirar es que un hombre nos elija.

Eso lleva a que aprendamos desde pequeñas a buscar la mirada masculina y también la aprobación externa. La clave que nos reta hoy es la de integrar la idea de que el valor está allí, en el interior y que ninguna circunstancia, realidad o consecuencia puede trastocarlo. Viene de nosotras. Ponerlo afuera, en formato de premio, condicionado por el reconocimiento de otro – nos roba fuerza.

Valemos, sin necesidad de nada externo.

La mujer poderosa no se siente divina todos los días, y no deja de pasar por ella la sombra de la duda o la inseguridad, pero va conociéndose lo suficiente como para ir llevando su vida desde un centro más fuerte, de valor.

La mujer poderosa hace de quererse un acto cotidiano.

  1. Entender el por qué y el para qué de la belleza.

Si entendemos que la belleza es apenas una parte en la identidad de una mujer, podremos construir identidades más plenas. La belleza cambia, pasa, nos deja – ¿qué somos más allá de ellas?

La mujer empoderada puede adorar la estética, los ritos de la apariencia y el embellecimiento, pero sabe que ellos son siempre algo externo, que bien usados pueden afirmar más quién es ella. No la definen, la ayudan a afirmarse de mejor manera.

La mujer poderosa usa la ropa para expresarse, para combinar función, identidad y ornamento – pero sabe que la ropa es un vehículo más para decir quién es.

La ropa es una herramienta pero no su esencia.

La mujer empoderada no rechaza la moda, ni la belleza, ni el estilo – pero sabe que eso es apenas una parte de su identidad. No agota ni llena todo lo que es.

  1. Navegar la variedad femenina con certeza.

No todas las mujeres tienen la misma función, el mismo tipo de belleza, el mismo cuerpo, el mismo gusto, el mismo talento, la misma habilidad, el mismo temperamento. La variedad es un cimiento fundamental de la existencia. Mientras el sentido de valor femenino esté firme en su centro, las otras mujeres podrán ser referencias, inspiraciones o, en su defecto, espejos invertidos.

La moda, por ejemplo, y muchos gestos del performance del ser mujer nos vienen de lo que vamos viendo a lo largo de nuestras vidas. Inspiración sin comparación sería el lema.

La mujer empoderada también entiende que las mujeres somos diferentes, que tenemos bellezas y roles diferentes. Celebra esa diferencia, no se compara. Aprecia e inventa sus propios lenguajes. Se inspira de otras. Se nutre de sus mujeres.

  1. No necesitar la mirada masculina para sentirse bien.

Es natural querer a nuestros hombres. Desear sentirnos bellas para ellos, seducirlos con nuestras gracias de mujer, atraerlos con nuestros visos femeninos. Pero, depositar en sus miradas la fuente de nuestra certeza nos quita fuerza. Hay terrenos donde, además, la mirada masculina no siempre es la más acertada como referencia.

Muchos hombres heterosexuales se pierden ante el juego de proporciones, combinaciones y siluetas que nos permite la moda, por ejemplo. No siempre la mirada masculina es compatible con nuestros deseos, nuestras expresiones, nuestros anhelos, nuestra identidad, nuestro momento. Que no sea la prioridad a la hora de afirmarnos.

La mujer empoderada no odia a los hombres, los ama, pero no vive para ellos, ni para complacerlos o agradarlos. Se agrada a sí misma primero. Se afirma desde allí, se expresa desde un lugar de auto-complacencia.

  1. Empoderarse no es masculinizarse.

Conectarse con el poder femenino o querer ser una mujer poderosa no significa querer parecerse a los hombres. Significa no querer dejar de hacer ciertas cosas porque es mujer. Hay cosas sobre lo masculino que podemos prestar para movernos mejor en ciertas áreas de la vida.

La mujer verdaderamente poderosa no quiere ser como un hombre, pero tampoco quiere dejar de ser o hacer ciertas cosas porque es mujer.

  1. Enamorarse no es perderse.

Seguimos comprobando que el gran poder femenino está en sentir hacia nosotras amor.

Ese es, tal vez, el más grande poder femenino. Y no, no sentirnos absolutamente divinas siempre, ni ser perfectas, ni sentirnos sensacional todos los días. Es saber que, hagamos lo que hagamos, quiera quien nos quiera o no, seamos o no deseables según exigencias sociales y estereotipos lo que más nos dará fuerza es ver nuestro valor.

Que el amor no sea, mujeres, una forma de encontrar aprobación en otro; que el amor no sea un escapismo para llenar estereotipos; que sea una forma más de afirmar nuestro valor.

 

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