La Verdad… Sea dicha
Saber envejecer es la obra maestra de la vida, y una de las cosas más difíciles en el arte dificilísimo de la vida
Amiel
En medio de este agradable convivio, mi alma de investigador me llevó a pensar en algunos datos referentes a las personas de la tercera edad: En nuestro país existen 10. 9 Millones de personas mayores de 60 años, y es la parte de población que crece de manera más rápida desde hace 15 años; aunque se dice que el envejecimiento en México se hizo evidente a partir de la última década del siglo pasado, por lo que también se asegura que para el 2020 serán más de 15 millones los adultos mayores que habitarán el país. Esta franca noticia implica retos para los gobiernos, pues con estas nuevas cifras de población, tendrán inconvenientes para remediar las necesidades de este sector en lo concerniente a la salud, el empleo, y desarrollo general. Porque, mire usted, amigo lector; según las estadísticas del INEGI, el 43 por ciento de los adultos mayores se encuentra en pobreza multidimensional, esto se refiere a la carencia que sufren los ancianos en por lo menos dos de los derechos relacionados con el desarrollo social y la falta de dinero para solventar sus principales necesidades. Muy importante será también empezar a desechar los prejuicios, mitos, e ideas erróneas que vinculan a la senectud con el ocaso de la vida, porque aunque hoy la pérdida de las facultades físicas y mentales además del deterioro paulatino de la salud, sean atribuibles mayormente a la vejez, son las mejoras en condiciones de vida, la ciencia médica y la tecnología lo que está logrando acrecentar las posibilidades de vivir más; tanto, que para el 2020 la esperanza de longevidad será de 79 años.
No quise seguir con mis reflexiones realistas y mi conveniencia esperanzadora de larga vida, porque después de todo, las estadísticas son números fríos y a veces cambiantes, así que decidí regresar al singular festejo. Todavía nos tocó presenciar la graciosa correteada que un señor (claro, bailando) le dio a una decidida dama, que no obstante haberse enterado del poco nivel de su bailarín, aceptó concederle la pieza musical, con riesgo de dejar ahí sus elegantes zapatillas blancas, ¡Y no lo hubiera hecho! El amigo prácticamente la cargó haciéndola volar por toda la plaza durante los tres minutos que duró la canción, tanto que por un instante, yo no me decidía en si seguir disfrutando del simpático espectáculo, o llamar a una ambulancia con un tanque de oxigeno para cuando la ajetreada exhibición de baile terminara. La verdad es que luego de un insignificante mareo y un profuso aumento de sudor, la doña estaba lista para la siguiente pieza; y mire que le estoy hablando de una preciosa mujer entrada en los sesenta años. En punto de las ocho de la noche, los alegres músicos se despidieron amablemente de la concurrencia, todos los asistentes empezaron a dispersarse, no sin antes prometerse asistir sin pretexto a la próxima cita. Finalmente mi esposa Leticia y yo emprendimos el camino a casa, acompañados por las notas melodiosas de la canción “Como han pasado los años” que se volvió un himno en la voz de la gran Roció Ducal allá por los años 80s. En su oportunidad le dije a mi esposa que el camino a la vejez, si Dios lo permite, debemos transitarlo dignamente, porque, o se aprende a vivir aceptando los cambios que ocurren en nuestra existencia, o se muere lentamente de tristeza.
Cafeteando la noticia
Esta como todas las temporadas de lluvia, en la PROFECO deberán estar muy atentos para meter en cintura a los establecimientos encargados de vender la pintura y los impermeabilizantes, porque de no hacerlo así habrá algunos comerciantes que sin vergüenza alguna encajarán la uña con los precios de los productos. También hay que checar a los albañiles que por estas fechas suelen hacer su agosto, y éstos sí que se mandan con la cuchara grande. Hasta pronto. Para comentarios robleslaopinion@hotmail.com