La vida se abre paso incluso en las circunstancias más adversas, un estudio ha demostrado que las aves que habitan en la zona de desastre de Chérnobyl, no sólo no murieron, sino que lograron adaptarse a la radiación.
Estos pájaros incluso pueden salir beneficiadas por la exposición a largo plazo a la radiación, según informan los ecologistas.
«Los estudios previos de la vida silvestre en Chernobyl pusieron de manifiesto que la exposición crónica a la radiación agota los antioxidantes y aumenta el daño oxidativo. Sin embargo, hemos encontrado que es lo contrario: los niveles de antioxidantes aumentaron y el estrés oxidativo disminuyó con el aumento de la radiación de fondo», dijo el autor del estudio, Ismael Galván, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España.
Su equipo investigaba 152 aves de 16 especies diferentes en ocho sitios dentro y cerca de la zona de exclusión de Chernóbil. Luego midieron los niveles de glutatión (un antioxidante clave), el estrés oxidativo y los daños del ADN en las muestras de sangre y los niveles de pigmentos de melanina en las plumas. Las melaninas son los pigmentos de animales más comunes, pero debido a que la producción de feomelanina (un tipo de melanina) requiere antioxidantes, los animales que producen más feomelaninas son más susceptibles a los efectos de la radiación ionizante.
Normalmente este tipo de radiación daña las células provocando la producción de compuestos muy reactivos, conocidos como radicales libres. El cuerpo se protege contra los radicales libres utilizando antioxidantes, pero si el nivel de antioxidantes es demasiado bajo, la radiación produce estrés oxidativo y daño genético, que conduce al envejecimiento y la muerte.
Los resultados obtenidos por el equipo de Galván revelaron que con el aumento de la radiación de fondo, el nivel de glutatión aumentó, mientras que el estrés oxidativo y los daños del ADN disminuyeron. Las aves que produjeron grandes cantidades de feomelanina mostraron una condición corporal más débil, nivel del glutatión más bajo y aumento del estrés oxidativo y daño en el ADN.
Los resultados del estudio han sido publicados en la revista ‘Functional Ecology’