Breve relato cora, “El nacimiento del maíz” (Primera de dos partes)

Les presento un relato cora, a manera de una pieza de oralidad nativa, transcrita de la grabación sonora del cuento narrado por don Bernabé Solís, con el permiso del investigador etnomusicólogo Marcos Herrera.

Son dos partes de las cuales ésta es la primera, y espero disfruten este mundo mágico que nos rodea a los nayaritas.

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El nacimiento del maíz

Un hombre vivía con su mamá y comían pura carne de animales que cazaban, y de tanto cazar animales ya se estaban acabando; entonces le dijo el tayau kuajrabe al venado que ya no se dejara cazar, que le dijera al cazador cuando viniera que ya no matara más venados, que ya no quería nuestro padre que los matara porque se iban a acabar y además el venado era su hijo, y que mejor que buscara otra cosa que le iba a servir más y le duraría para siempre.

Cuando el hombre salió a cazar, encontró al venado y cuando le apuntó con la flecha el venado le dijo -ya no me mates porque así no te voy a servir para mucho tiempo-Entonces el cazador se detuvo y el venado le platicó que buscara otra cosa que le iba a servir para siempre y el cazador le dijo al venado –cómo voy a vivir si tengo hambre; y si ando cazando es por necesidad, pero si tú sabes cómo puedo vivir sin cazar, dímelo-.

El venado le dijo, -te voy a orientar cómo puedes hacer esas cosas: te vas al obscurecer a la laguna y ahí es donde llegan los que te van a servir para siempre, los que te pueden alimentar más-. El cazador regresó a su casa a esperar el atardecer, y ya por la tarde salió el cazador a la laguna y cuando llegó el venado ya se encontraba allí, y le dio instrucción de que no se retirara porque ahí llegaban a bañarse las mujeres.

Eran tres mujeres y le dijo el venado que vendrían del cielo, pero que primero bajaría una después de las doce de la noche, “y cuando llegue la primera no hagas nada ni le digas nada, tienes que esperar a que salga la última; la segunda va a llegar a las dos de la mañana y la última llega a las cuatro, y cuando llegue todavía no te levantes porque se te puede escapar; tienes que esperar a que se quite la ropa y se meta al agua, y cuando se esté bañando te levantas y te sientas arriba de la ropa de ella”, y así lo hizo.

Cuando salió la mujer del agua y fue por su ropa ya vio al cazador y le dijo la mujer que era tateij, -¿por que tienes mi ropa?- ¡Entrégamela porque yo tengo que regresar o me regaña mi padre allá arriba!

El cazador se hizo como que no oía y la mujer le rogaba pero éste no hacía caso y allí amaneció la tateij, y al salir el sol el cazador le entregó su ropa, ella la recibió y se la puso, y le dijo -ya no me puedo ir porque me van a castigar y no sé dónde me voy a quedar porque tú ya me perjudicaste-. El cazador le dijo que no había problema, que él se la llevaría a su casa. Se la llevó, y al llegar le dijo que allí iba a vivir en un carretón; allí se quedó y ya como a las ocho de la mañana le dijo la tatej al cazador -¿ustedes no almuerzan?- Respondió el cazador: sí, pero ya no tenemos carne de venado. Ella preguntó: -¿si yo hago comida sí almuerzan?- Díle a tu mamá que venga, a ver si quiere porque a lo mejor no le gusta lo que yo hago-.

El cazador invitó a su mamá a almorzar con ellos, y la mamá respondió que sí. La tateij se tapó el rostro con la mano y de ahí apareció una mesa muy bonita, se tapó nuevamente el rostro y aparecieron las tortillas calientitas en la mesa y unos platos con comida en vastedad y les dijo, –ya podemos comer-.

Cada quien comió lo suyo, tortillas de maíz de varios colores: blanco, amarillo, azul y rojo, y le explicó al cazador que ella no iba a ser su mujer, sino que iba a ser su mamá y que no quería que su mamá le dijera nada ni le hiciera una mala cara. El cazador le dijo a su mamá -¿ya estas oyendo?, nunca vas a decir nada ni haces nada en su contra-

Se llegó la hora de comer y la teteij les dijo “hay que comer”, y volvió a hacer lo mismo y apareció la comida. Al atardecer la tateij le habló al cazador y le ordenó que rayara la tierra figurando una casita de muchos cuartos; el cazador se puso a hacer lo que le ordenó y al terminar volvió con ella y le ordenó que hiciera tres corrales y al terminarlos le ordenó que hiciera un carretón con divisiones adentro.

Y al terminar todo se obscureció y la teij los invitó a cenar, lo hizo de la misma manera cubriéndose el rostro y apareciendo la comida, después de la cena les dijo la tatej, “ahora no nos vamos a dormir pronto; y ya que tengan sueño me dicen porque yo voy a cantar lo que yo cantaba cuando estaba con mi padre y con mi madre”, y empezó a cantar las piezas del mitote y ellos escuchaban.

Ella les explicó que esos cantos eran su vida, porque sin ese canto simplemente no podía vivir. Al término del canto dijo, -ahora sí, vámonos a dormir-.

Lo llevó al lugar donde había hecho los cuartos y le dijo: yo me quedo aquí, tú allá y tu madre aquí. Y se quedaron a dormir, despertaron como a las cuatro de la mañana y se sorprendieron al ver que tenían su cama y todo, y vieron que tenían también muchas cosas: mantas, camisas, monturas, y en los corrales tenían caballos, vacas, mulas, machos, puercos, chivos borregos, tanto que no se imaginaban que algún día llegarían a tener.

La teij les entregó todo y les dijo que no les volvería a hacer falta nada, y los llevó al carretón y les entregó, –aquí está el yu’uri-, y les dijo “ahora le toca a tu mamá poner el nixtamal y hacer todo; ésto que les entregué todo lo van a cuidar”. También les entregó dinero y les dijo que nunca se iba a acabar y recibieron instrucciones el cazador y su mamá y así siguieron cuidando todo; las vacas, los becerros y todo, y le dijo la tateij: -te encargo mucho que nunca asistas a ningún baile de esos que hacen los ne’epuai, solo tienes que hacer mis ceremonias, porque yo te digo que ésto no te da el mal, en cambio si asistes a un baile allí, encontraras el mal, eso no es para que vivas, solamente ‘el costumbre’ de donde yo dependo-, y así dejó las órdenes la tateij.

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