Concierto épico dedicado a las mamás

Juan Gabriel recorrió, la noche del viernes, su trayectoria musical en un espectacular concierto en el Auditorio Nacional

Ninguno de los diez mil asistentes había salido tan tarde de un concierto en el Auditoro Nacional. El reloj indicaba la 01:30 del sábado 9, pero la fiesta había comenzado casi cinco horas antes, a las 20:40 horas del viernes 8 de mayo.

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Parece imposible intentar describir lo que se vivió al interior del recinto durante las cuatro horas con 40 minutos que duró el concierto de Juan Gabriel, pero hay una palabra que quizá podría acercarse a su definición: épico.

También tendríamos que añadir calificativos como apasionado, nostálgico y entrañable, palabras que sirven también para hablar del más grande artista que ha dado nuestro país: Juan Gabriel.

El Divo de Juárez saltó al escenario al ritmo de Vienes o voy luciendo un traje y chaleco negro, así como una camisa blanca con su firma estampada sobre toda la tela.

Lo acompañaba un numeroso grupo de bailarines, que en toda la noche no dejarían de realizar vistosas coreografías; así como una orquesta de músicos y coristas que deleitaron con su virtuosismo.

Pero apenas habían pasado algunos segundos del inicio y Juanga ya cantaba en medio del público, al pie de las primeras filas de butacas (con precios de 2,500 pesos por asiento), a los mismos que horas más tarde, les agradecía su presencia, sobre todo porque sabía que alguna vez ellos lo habían visto desde la fila más lejana del Auditorio.

También tuvo palabras para los que esa noche ocupaban los últimos asientos del Auditorio: “Les mando un beso y un abrazo a todas las mamá que están allá arriba, un poco más lejos de mí”, pronunció para luego dedicar su espectáculo a todas las madres, empezando por la suya.

“Este concierto también es para mi mamá, que yo sé que estás aquí conmigo. Gracias por la vida señora Victoria Valadez”, pronunció emotivo.

Juan Gabriel advirtió que esa noche quería hacer un espectáculo distinto y vaya que lo cumplió. Fue inusual, empezando por su duración y terminando por las “reconciliaciones” que ocurrieron.

La primera con la actriz María Victoria, a quien le ofreció disculpas por el distanciamiento que tuvieron en los últimos años; y la otra con Rocío Dúrcal, a quien le dedica un momento con temas como Amor eterno, mientras una imagen de la española se proyectaba en las pantallas centrales del recinto.

Como ya es su costumbre, Juan Gabriel hizo lo que quiso sobre el entarimado: improvisó, realizó duteos con Bárbara Padilla, Paola Miranda, el trío Zona Prieta y Natalia LaFourcade, cantó al lado de su inseparable mariachi, bailó flamenco y hasta se dio el lujo de equivocarse varias veces con sus propias letras.

Pero a Juan Gabriel se le perdona todo… y se le celebra todo, desde la primera hasta la última canción, ¿Por qué me haces llorar?, que cerró una noche dorada en la que compuso canciones encima del escenario, recordó sus humildes inicios en la música, cantó en inglés, brindó por México y recorrió toda su trayectoria musical, en la que por supuesto incluyó algunas de más más grandes obras: Querida, Noa Noa, Yo no nací para amar, Pero qué necesidad, Hasta que te conocí, No tengo dinero y Querida, por mencionar apenas un puñado.

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