Cuando el destino nos alcanza

Véritas Liberabit Vos

Hace muchos años cuando nuestro país vivía políticamente un gobierno hegemónico dominado por un solo partido se contaba simpáticamente  un supuesto diálogo entre un diplomático estadounidense y uno mexicano, en él se decía que hablando los dos referente a los avances en materia electoral de aquellos años el norteamericano presumía que su país estaba tan avanzado en todos los aspectos (incluso que habían podido llegar a la luna primero que los soviéticos y tener la bomba atómica antes que las potencias del eje) que gracias a las técnicas después de una elección presidencial a las pocas horas ellos ya podrían saber quién era el ganador entre el contendiente demócrata y el republicano, a lo que el diplomático nacional sin abrogarse de presunción pero si con mucho aplomo expresaba, pues creo que en eso nosotros les llevamos mucha ventaja ya que por lo menos seis meses antes de la elección ya sabemos quién es el ganador.

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Esto que se menciona ocurría en México desde 1929 en que se terminó aquel período de caudillos ida donde se promulgaba un Plan que no era otra cosa que el quítate tú para ponerme yo  generando así una tremenda inestabilidad la mayoría de las veces precedida por enfrentamientos bélicos fratricidas que solo desangraban e impedían un desarrollo y continuidad para la sociedad.

Bajo ese marco México vivió un periodo histórico en lo referente a elecciones presidenciales como aquella de 1976 en que el candidato por el Partido oficial José López Portillo no tuvo rival en la contienda por la silla del poder jactándose posteriormente en algunas entrevistas donde mencionaba que solamente con que su abuelita hubiera votado eso lo habría hecho acreedor a triunfar en los comicios electorales, todo un dato anecdótico en los anales de nuestra Historia Nacional.

Esta situación se empezó a modificar aquél año de 1988 ( años decisivos donde ya se vislumbraban cambios en la órbita mundial como lo fue un año después el desmoronamiento del bloque socialista, con la caída del muro de Berlín y la desaparición de la URSS) cuando el candidato Carlos Salinas de Gortari se enfrentó en unas reñidas elecciones a un candidato del PAN Manuel Clouthier del Rincón resultado de la participación en política de la Iniciativa Privada y a un Cuauhtémoc Cárdenas que encabezaba un Frente Democrático que aglutinaba todas las fuerzas de la Izquierda de aquél entonces; recién emanado de una escisión interna del PRI llamada Corriente Democratizadora cisma provocado por inconformidades dentro del proceso interno para selección de candidatos.

La forma como se desarrolló esa jornada electoral ha sido un parte aguas en el desarrollo actual de los comicios, aún la propia Secretaría de Gobernación tenía la autoridad para regir las políticas electorales, pasará a la historia la célebre frase de Manuel Bartlett Díaz de “Se cayó el sistema” para poder dar una explicación a ciertas horas decisivas donde dejó de fluir información para posteriormente encontrarse con unas cifras un tanto diferentes, aquí ha quedado la duda si por ser palabras homófonas se refería a se “calló” en lugar de “cayó” el Sistema.

Lo cierto es que a partir de ese año los procesos electorales ya no fueron iguales, el establecimiento de un órgano rector autónomo que llevara la batuta del mismo así como la creación de tribunales electorales que vigilaban y discernían sobre puntos fundamentales  cobijaban y podrían dar más certeza y respaldo al desarrollo del mismo, la introducción de observadores electorales,  Empresas encuestadoras de salida y las técnicas informáticas en conteo rápido son ventajas competitivas aunadas a todas las técnicas para evitar la falsificación o alteración de credenciales o boletas genera una mayor certidumbre y credibilidad en el elector.

La elección posterior al 1988 ya dentro de la órbita de los tiempos de un Nuevo Orden Mundial se vislumbraba como una ocasión para poner a prueba el proceso democrático, pero los trágicos acontecimientos del 23 de marzo con el magnicidio de Luis Donaldo Colosio candidato del PRI y el temor latente generado por la guerrilla del EZLN que atacó Chiapas en los albores de ese año derivaron en una elección muy diferente a la prevista meses atrás y el triunfo de Ernesto Zedillo fue inapelable.

Para el año 2000 la situación ya era otra los aires de democracia se medían en el mundo no con la decisión personal de los electores sino con un evidente cambio o alternancia en el poder, y así México vivió después de más de 70 años la llegada a la Presidencia de un candidato de otro partido diferente a aquél que desde 1929 campeaba en la silla, se decía entonces que México había llegado a su madurez democrática.

Después de ahí se han realizado ya tres elecciones y en cada una de ellas se ha llegado con un diferente partido o en su caso Alianza contendiente; en el 2006 con una reñida pero sobre todo controvertida elección el PAN continuó en el poder, pero en el 2012 la situación dio un giro y regresó a manos de aquel partido que había mantenido la hegemonía antes del PAN, ahora un 53% del electorado se ha decidido por un candidato que desde 2006 está en las boletas electorales bajo diversas ópticas partidistas, ahora después de esas tres elecciones y encabezando una alianza variopinta con un discurso un tanto diferente aquel discurso incendiario y provocativo de una izquierda intransigente y senil.

Tendremos un Gobierno de nuevo cuño aunque con un personaje no tan bisoño  que ha aspirado a ese puesto desde hace 12 años y que ha conformado su campaña con una suma contradictoria tanto en los perfiles como en las propuestas que predica, el reto que le espera es fuerte ya que tendrá la gran tarea de llevar a cabo sus propuestas y cumplir cabalmente con las expectativas de cambio con las que sedujo a todos aquellos que votaron por él y que después del tercer intento lo han llevado a que se coloque en su pecho la auténtica franja tricolor.

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