DEL PLAN DE AGUA PRIETA A LA REBELIÒN DE LA HUERTISTA

Por Daniel Aceves Rodríguez

La vorágine provocada por el Plan de Agua Prieta liderado por el grupo Sonora, que acaudillaba la causa de los militares Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Adolfo  de la Huerta, que habían sido determinantes en el triunfo de Venustiano Carranza  contra Villa y Zapata, ahora, al término de su mandato se tornaba en su contra por la decisión del presidente  de imponer como su sucesor en las  próximas elecciones de 1920 al civil Ignacio Bonillas.

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El Plan de Agua Prieta tuvo eco en gran parte del ejército, lo que orilló a la salida de Carranza hacia Veracruz, no llegando a su destino, ya que en un este trágico periplo es asesinado en Tlaxcalaltongo, Puebla, culminando así una etapa más de esta revolución que había iniciado hacía casi diez años y a la postre llevaba ya en su haber  nueve presidentes: dos por votación, uno impuesto, tres interinos y tres nombrados por la Convención.

Transcurridos tres días de la muerte de Carranza, el Congreso nombra presidente provisional a uno de los líderes del Plan de Guadalupe, el gobernador de Sonora, Adolfo de la Huerta, quien recibe las simpatía y anuencia del bando de Obregón, pero también de un Francisco Villa que desde su hacienda de Canutillo veía con buenos ojos el ascenso de este personaje.

Sin embargo el plan estaba urdido, ya que se convocarían elecciones y el candidato natural sería Álvaro Obregón, triunfante general y vencedor de las batallas contra la División del Norte considerado uno de los principales estrategas militares; claro que de la Huerta esperaría paciente los 4 años para la recíproca postulación como candidato a la presidencia.

Las cosas no pintaron como se pensaba, puesto que no fue  fácil lograr el reconocimiento de los Estados Unidos para este mandato, pasaban los meses y el aval del vecino del norte no se recibía, fue necesaria la firma de sendos tratados como lo fueron  el Acuerdo de la Huerta – Lamont firmado en 1922 donde se reconocía la deuda externa que México tenía ante los norteamericanos; igualmente  el controversial Tratado de Bucareli en desventaja total para nuestro país, con similitud de controversia que aquél tratado del siglo anterior en la época de Juárez (El tratado Mc Lane – Ocampo) solo que este último no se aplicó y los de Bucareli sí; un nefando tratado signado en 1923, donde México no expropiaría los bienes de los norteamericanos o los pagaría en condiciones favorables a ellos, de igual forma tenía que ver con tenas referidos a la industria.

Podría pensarse que esta etapa arropada por la creación de la Secretaría de Educación Pública encabezada por su flamante titular José Vasconcelos que vino a dar un impulso a la cultura, con la producción de libros clásicos a costos bajos, la creación de bibliotecas,  de escuelas técnicas, la labor hacia escuelas rurales, desayunos escolares y la promoción de la cultura especialmente en el apoyo a pintores como Gerardo Murillo, David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco, Diego Rivera, de donde brotó el muralismo mexicano, una aportación de nuestro país para el mundo.

Sin embargo políticamente la situación no había llegada a esa codiciada paz que tanto se buscaba desde que triunfó el ya lejano  movimiento del 20 de noviembre de 1910 que buscaba un cambio de gobierno del llamado anquilosado porfiriato; las luchas intestinas, los temores a las traiciones o deslealtades,  el deseo de poder y el ejercicio del mismo trajeron consigo un sin número de situaciones que tiñeron de rojo esta etapa de gobierno.

Los temores a una rebelión de Francisco Villa, provocó que en una emboscada allá en Parral Chihuahua las balas acabaran con su vida consternando con ello a la opinión pública y al descontento tal como se manifestó en la renuncia de José Vasconcelos al cargo ya mencionado.

Igual suerte corrieron los generales Lucio Blanco y Fidel Jurado otrora compañeros de batallas de Obregón, uno por ser considerado potencialmente peligroso y el otro por oponerse a los Tratados de Bucareli; mención aparte está el caso del destacado general Francisco Murguía que es acusado de intento de sublevación y llevado al paredón de fusilamiento.

Ya para finalizar 1923 y teniendo encima la sucesión presidencial, Obregón no cumple el “acuerdo” gestado con de la Huerta (quien ya no contaba con el apoyo de Villa) y se decanta por la nominación de Plutarco Elías Calles para el período de los siguientes cuatro años.

La flama seguía encendida y Adolfo de la Huerta se levanta en armas en contra de la designación de Obregón en lo que es conocida como la Rebelión de la Huertista, sabedor de La Huerta que su imagen como general, político y diplomático era bien recibida, logra juntar a gran parte de la cúpula militar que pasan a formar parte de su rebelión, la cual toman Veracruz como punto principal de centro de combate, logrando avances importantes que hacen creer en la solidez de su movimiento.

El mal cálculo de la Huerta fue que ya Obregón era fuerte ante los Estados Unidos y que estos apoyarían hasta lo último al gobierno del “Manco de Celaya”, así que en más o menos dos meses de batalla la rebelión había sido sofocada, los jefes principales ejecutados, Plutarco Elías Calles como candidato y de la Huerta en el exilio donde junto a su esposa abrió una prestigiosa  academia de canto cerca de Hollywood,  ya que era un extraordinario cantante de ópera, que incluso hizo amistad con el gran Caruso, pero esa será otra historia.

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