Desinformación como arma política

Caldero Político

En Nayarit, el problema de la eficacia comunicativa puede formularse señalando que los signos-estímulo transmitidos provocan unas mutaciones psíquicas en el destinatario, que se manifiestan en forma de signos-respuesta.  Este fenómeno constituye una de las preocupaciones centrales de los pedagogos, de los moralistas, de los políticos que buscan los votos o la adhesión de las masas, de los profesionales de la publicidad y en general de todos aquellos cuyas profesiones están en mayor o menor grado basadas en la formación o mutación de los estados de opinión pública y de las conductas consiguientes a tales estados de opinión.

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Cambiar las opiniones, el dilema

Tan importante es este fenómeno en la vida social contemporánea, que en una conferencia de profesionales norteamericanos de publicidad, uno de los ponentes, con énfasis pragmático, pudo declarar que el objetivo principal de la comunicación es el de formar o cambiar las opiniones de otras personas.

La desinformación ha existido siempre, pero su utilización masiva a través de los medios de comunicación surge a consecuencia de la conflictividad creciente de los grupos humanos, y más concretamente a consecuencia de los procesos revolucionarios.

El punto de partida de la consideración, siempre cierta, de la necesidad de utilizar la información como arma, lo que inevitablemente trae consigo la necesidad de modificar la información en función de unos objetivos concretos de alguna de las partes del conflicto.

Convencer a los “convencidos” de algo

En la guerra psicológica, de gran importancia en todo tipo de conflicto, los adversarios recurren siempre a mecanismos desinformativos. A través de mensajes tratarán de provocar en el receptor cambios de opinión, de actitud o de actuación favorable al objetivo táctico o estratégico propio. La “veracidad” del mensaje se sustituye entonces por la credibilidad subjetiva. Lo importante no es que un mensaje sea o no cierto, sino que sea creíble. De ahí que la persuasión se convierta en la principal preocupación del emisor de mensajes informativos. Siempre bajo las premisas del adagio “convencer es vencer”.

La desinformación transciende a la ética y su única norma es la efectividad y el éxito mediante la confusión del adversario y el debilitamiento de su resistencia. Con mensajes construidos hábilmente el emisor consigue englobar al receptor en su sistema. De ahí que pueda presentarse dentro de un abanico tan amplio que va desde la falsedad hasta una aproximación tal, con la información veraz, que el límite es difícilmente perceptible.

La cortina de humo

Un ejemplo de película: apenas dos semanas antes de las elecciones presidenciales americanas, surge un enorme escándalo en Washington. El presidente es acusado formalmente de abuso sexual a una menor, un asunto que amenaza con hundir la candidatura para su segundo mandato. Pero antes de que el incidente pueda causar un daño irreparable, un misterioso personaje es llamado a la Casa Blanca. Se trata del asesor Conrad Brean (Robert De Niro), que posee la extraña habilidad de manipular la política, la prensa y lo que es más importante: al pueblo americano. Anticipándose a la reacción de la prensa, Brean hábilmente desvía la atención creando una historia más grande y mejor: declarar la guerra a un país remoto. Con la ayuda de Stanley Motss (Dustin Hoffman), un famoso productor de cine y televisión afincado en Hollywood, y su irreverente entorno, Brean reúne un increíble gabinete de crisis que trama un conflicto universal muy distinto de los vistos hasta entonces en la todopoderosa CNN.

Basada en la novela titulada American Hero de Larry Beinhart; la película muestra en clave de comedia el cinismo de la política exterior norteamericana. La fotografía corre a cargo de Robert Richardson, colaborador de directores como Oliver Stone y Martin Scorsese. La banda sonora está escrita e interpretada por el guitarrista y cantante del grupo Dire Straits, el escocés Mark Knopfler.

Minar el poder contrario

Entonces precisamos que la desinformación es uno de los recursos más importantes del poder político para minar la resistencia de sus adversarios. De ahí que sea precisamente el poder político el máximo difusor de mensajes desinformativos. Para que el mensaje desinformativo sea eficaz precisa de un calculado y permanente goteo en su difusión. La elección del momento es un aspecto esencial para la eficacia del mensaje. No es casual, por tanto, que sea casi siempre en determinados contextos cuando los medios de comunicación difunden informaciones con claros signos desinformativos.

Seguramente este ejercicio lo vemos diario, en el país y en el estado, en la guerra de estrategias antes de las elecciones del 2017 y 2018, en que muchas cosas están en juego.

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