El final que Cinthia jamás pensó

Simples Deducciones

Desde el primer momento que Cinthia supo que estaba embarazada, no dejó de agradecerle a Dios que le diera esa bendición, no cabía en sí de alegría, el logro, el milagro que tanto había esperado por fin lo tenía dentro de sí, ni siquiera el deslinde del futuro papá minó su entusiasmo, tampoco le importó que ese mismo “hombre” le dijera, “quizá ni mío es, así como eres”; Cinthia sabía bien que él era el padre de ese pequeñito, pero ella se consideraba una mujer fuerte y capaz de salir adelante por si misma.

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“Qué rápido Dios me iba a poner a prueba esas palabras, y también mi fe en él, aún lloro y desconozco el camino que me espera, pero a nadie se lo puedo decir de frente porque me juzgarían de mala mujer”; Cinthia tuvo a su bebé hace 6 meses, feliz de la vida compartió en su Facebook las fotografías del recién nacido, Fernando como su abuelo, “un nombre fuerte, varonil, audaz, mi nombre preferido”.

Pero su corazón se rompió en millones de pedazos, Fernando no era un niño “normal”, el diagnóstico le fue confirmado, Síndrome de Down y Cinthia vio cómo lo que planeó durante meses o incluso años, cuando rogaba por embarazarse no sería realidad, “quería llevarlo a clases de karate, de natación, de inglés, francés, mostrarle el mundo de mil maneras, inculcarle el amor y respeto hacia los animales y la naturaleza, lo soñé doctor a veces abogado, relaciones públicas en un gran hotel, administrador de empresas, pero ahora, ¿qué voy a hacer?”, me lo dice no con su voz, sino con su corazón.

“He caído de rodillas ante Dios preguntándole por qué, no tengo ni familia que me apoye, sí yo llego a morir o enfermarme que no me pueda mover, Fernando no es auto suficiente, tengo miedo, estoy aterrada, la doctora me dice que en cuanto a su salud está todo bien y que debería estar contenta, pero no puedo”.

Yo la escucho y la veo atormentada por un rechazo a la situación por la que pasa, la angustia de saber qué pasaría si ella se enferma, “no quiero seguir adelante, todos dicen que son ángeles, que las mamás de bebés así somos bendecidas, pero yo no entiendo eso, en mi familia no hay antecedentes de síndrome al menos eso me dijeron mis papás antes de morir, no soy mala, quiero a mi hijo pero no sé qué hacer”.

Fernando escucha todo desde su cuna, está despierto y sus ojitos vivaces miran atentos un juguete que se mueve con el viento; Fernando es como todos los bebés, tierno, inocente y yo le digo a ella que debe de dejar de tener miedo, de transmitirle todos esos temores al pequeño, que él siente lo que ella me dice.

Cinthia me comenta que lleva días sin dormir, entre los dolores de la cesárea y el dolor del alma no encuentra sosiego, añade que unas amigas le están apoyando en estos momentos y que ambas coinciden en que para nada es una desgracia, sino una bendición y que con atención y educación especial su niño, su Fernando será auto suficiente.

Esta es de las historias que no sé como concluirla, la angustia de Cinthia la ahoga, no sé qué decirle para aminorar su miedo y preocupación, le propongo que se acerque a mamás con niños extraordinarios como Fernando, sus amigas coinciden conmigo y me comentan que ya le dijeron eso, le agradezco que haya compartido conmigo su sentir, pero quiero irme antes de que me pregunte, ¿qué hago?, porque mi respuesta sería la más, pero quizá la más complicada para ella: quererlo, sería mi respuesta.

Cierro la puerta de su casa y pienso que nadie sabemos qué historias se esconden detrás de cada fachada, quizá duras como la de Cinthia, en otras casas aún más difíciles y me voy con ese sabor de boca indefinible, donde no cabe la dulzura de una historia más. Mándame tus comentarios, dudas y sugerencias a mi Facebook Juan Félix Chávez Flores o a mi correo juanfechavez@gmail.com

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