EL JEFE MÀXIMO

Por Daniel Aceves Rodríguez

“El Presidente vive aquí, pero el que manda vive enfrente”

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Difícil sería pensar que un maestro  rural que poco figuraba en su natal Guaymas, pudiera convertirse en un poderoso personaje que representara al movimiento post revolucionario y sentara las bases políticas para pasar de un México de caudillos a un país de instituciones.

Esta es la historia de Plutarco Elías Calles que pasò de ser el “maistro mechas” a convertirse en el “Jefe máximo de la Revolución mexicana” y controlar la escena política de nuestro país en la etapa de 10 años comprendida de 1924 a 1934.

 Cercano al fin del gobierno de Obregón nombro como candidato a su paisano, compañero de ideales, de lides y grandes batallas y actual ministro de Guerra: Plutarco Elías Calles, quien solventando la rebelión de la Huertista, pudo llegar sin ningún problema a la primera magistratura, continuando así lo planeado por el grupo Sonora en su ya conocido Plan de Agua Prieta.

Claro que el poder de Obregón se hacía notar en este nombramiento ya que además de no haber cumplido con lo pactado a su paisano de la Huerta, sus visos eran poder aspirar de nuevo a la presidencia buscando las estratagemas posibles para que dentro del mandato de Calles hubiera posibilidad de reformar o adecuar la Constitución para permitir la reelección.

Habían coincidido dos personajes con fortalezas importantes, uno brillante por su genio militar, el otro con un potencial político que lo hizo valer en cuanto la silla presidencial le otorgó el poder necesario para ejercerlo; y así como su antecesor había tenido el acierto de impulsar la cultura y educación, Calles logra un importante orden en las finanzas públicas, logró rodearse de conocedores del rubro como su asesores de Hacienda, Alberto J. Pani y Luis Montes de Oca, baluartes importantes en tomar decisiones ante el incremento que había de burocracia y el poco control de los sueldo; igualmente al segundo año de su presidencia funda el Banco de México institución que le permite tener el control de la emisión monetaria y con ello regular y poner orden en el sistema financiero, lo mismo pudo verse en el apoyo al campo que se vio beneficiado con grandes obras de irrigación, pero más allá de eso, su gobierno estará caracterizado por su radicalización hacia el tema religioso, actitud conocida como “La Ley Calles” que procedió a modificar el artículo 130 constitucional donde limitó las acciones de la iglesia, sus sacerdotes y fieles, generando con ello un descontento general que desencadenó lo que será conocido como La Cristiada conflicto bélico con tono espiritual que llenó de nuevo de sangre parte del territorio nacional (este tema será tratado en lo particular en siguientes entregas).

Si así intransigente fue con el cumplimiento de la Constitución hacia el gremio católico, no lo fue tanto al reformar los artículos 82 y 85 de la Constitución para permitir así la legal reelección no continua de su mentor Álvaro Obregón, que pudo aspirar de nuevo a ocupar la silla presidencial en el año de 1928, no sin antes haber eliminado a uno de sus aliados principales pero también un poderoso rival político en ese momento, nos referimos al General Francisco Serrano, quien junto a otros 13 compañeros fueron arteramente fusilados sin juicio de por medio en lo que se conoce como la “matanza de Huitzilac” perpetrada un 3 de octubre de 1927 en el estado de Morelos.

Igual suerte corrió un mes después otro militar que pretendió postularse a la Presidencia: Arnulfo R. Gómez.

Ya sin ningún impedimento ni legal, ni humano Álvaro Obregón triunfó mayoritariamente en las elecciones para ocupar la presidencia de 1928 a 1932, sin embargo, el destino le tendría señalado un derrotero diferente, ya en los festejos posteriores a su triunfo el restaurante “La Bombilla” vendría a ser testigo  del fin de la era obregonista al ser silenciada su vida en manos de José de León Toral (léase el artículo “Han matado al Presidente”).

Con una candidatura acéfala para el siguiente período y ya con el control total de la política nacional, Plutarco Elías Calles se ostenta como el Jefe Máximo de la Revolución mexicana y durante 6 años domina la escena política  colocando a 3 presidentes en sendos períodos de dos años: Emilio Portes Gil (1928 a 1930) interino, Pascual Ortiz Rubio (1930/ 1932) electo en votación y Abelardo L. Rodríguez (1932 a 1934) sustituto, a esta etapa se le conocerá como el Maximato, en referencia total a ese jefe máximo de la revolución y que hace gala de la frase con que se inicia este artículo.

Sabiendo que la historia nacional estaba íntimamente relacionada a los caudillos y a los planes que la mayoría de las veces eran bandera para aspiraciones políticas, Calles funda en 1929 un partido que aglutinará a los sectores más importantes del país: el sector obrero, el sector campesino y en ese momento el sector militar, en un amalgama de control y conciliación, fundándose así el PNR Partido Nacional Revolucionario, que a la postre se convertiría en el PRI, pero esa será ya otra historia…

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