El maniqueísmo de nuestra historia

Véritas Liberabit Vos

En el siglo III de nuestra era existió un personaje persa de nombre Manes que instauró una doctrina filosófica/religiosa que se fundamentaba en la existencia de dos principios básicos, uno representado por El Bien y otro donde en el punto extremo que sería la personificación o ejemplificación de El Mal, así un dualismo vital en el cual giraban todos los conceptos y situaciones del mundo, determinados por una marcada influencia gnóstica derivado de ese dualismo extremo en que fue sustentado este pensamiento maniqueo.

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Por esa razón se aplica en forma análoga el adjetivo de maniqueo o maniqueista a la actitud o interpretación de la realidad que tiende a valorar las cosas en una posición irredenta como bueno o malo, sin ningún término intermedio, y así podemos calificar una política maniquea, un maniqueísmo partidista, una Historia maniquea, y muchos conceptos más, pero es justamente esta última mención la que el día de hoy forma la médula de nuestro artículo, ya que en entregas anteriores se me refirió que sería interesante el porqué de este calificativo y precisamente inicio con ello, veamos:

En uno de los barrios más tradicionales de la Ciudad Luz y uno de los lugares no de espectáculo, cultura o arte que más se visitan en París, está un cementerio, el cementerio de Montparnasse, célebre por la hornada de personajes cuyos restos mortales descansan en ese bohemio lugar, ahí reposan literatos, científicos, políticos, militares, ahí en una capilla color gris rematada en su frente por un águila devorando una serpiente se lee el nombre de “Porfirio Díaz” ex Presidente de México, ahí cercano a escritores de la talla de Jean Paul Sartre, Julio Cortázar, el poeta Charles Baudelaire, Carlos Fuentes, el dramaturgo Samuel Beckett, el diseñador Bernard Lacoste, en ese lugar a más de 100años de su fallecimiento sus restos no pueden regresar al suelo que lo vio nacer y que gobernó por más de treinta años, ahora reposan en una patria a la que combatió ferozmente en defensa de la propia, porque del General Díaz se sabe de su patriota y extraordinaria participación en la batalla del 5 de mayo de 1862 y en la célebre batalla del 2 de abril de 1867 fundamental para la caída del Imperio francés, ahora esa tierra que combatió le da cobijo a sus a su cuerpo inánime.

Baste entonces decir que así como el caso de Díaz en nuestra Historia sus personajes han sido ubicados en las antípodas, en dos bandos distintos con características totalmente disímbolas por ende maniqueamente hablando, son considerados como los buenos y otros como los malos, como los héroes y duramente decirlo como los traidores, y debido a ello señalados con un designio fatal que como en el caso ejemplificado de Porfirio Díaz es difícil reconocerle un atisbo de bien dentro de su jerarquía en la historia patria.

Analizo razones, interpreto situaciones, enumero conclusiones, y revisando sin apasionamientos lo apasionante de que es nuestra Historia, encontramos que esta tendencia maniquea de considerar a nuestros personajes en una dualidad extrema, que  tiene para mí un origen totalmente externo, cuyo antecedente primigenio está posterior a nuestra lucha de Independencia donde la razón era precisamente defender las posesiones de España que había caído en manos de la invasión francesa, no era solo una lucha contra los “gachupines”, pero la Historia posterior ha catalogado y dado una visión franca de dualidad que tiene ya su vivencia en la vívida separación entre grupos liberales y conservadores donde tanta influencia tuvo Joel R. Poinsset embajador plenipotenciario de los Estados Unidos inmediatamente después de haber adquirido nuestra Independencia.

Fue muy marcado desde el Siglo XIX esa  división que tanto daño causó a nuestra patria y que en la actualidad brota como germen que en mucho nos impide actuar en unidad; muy diferente a la idea norteamericana donde a pesar de haber vivido también luchas intestinas como la Guerra de Secesión se reconoce por igual al General Robert  Lee que al General Ulysses Grant, contrario entonces a nuestras posiciones de hispanistas contra indigenistas, yorkinos contra escoceses, liberales contra conservadores, reformistas y anti reformistas,  maderistas contra huertistas, villistas contra zapatistas y contra carrancistas y luego contra obregonistas, católicos contra jacobinos, derecha frente a la izquierda, datos y personajes con los que pudiéramos hacer dos tomos de nuestra historia donde por un lado se tuviera a Cuauhtémoc, Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero, Obregón, Calles y por otro se hablara de los logros de un Hernán Cortés, Agustín de Iturbide, Miguel Miramón, Porfirio Díaz, Enrique Gorostieta y tantos personajes que la historia les ha vedado una parte de la gloria y algunos como a Díaz su regreso al país por el que luchó.

No pretendo hacer un revisionismo de la Historia ni convertirme en paladín de las causas justas, simplemente como mexicano que soy y amante de mi patria, poder aportar una realidad necesaria para todos, y es la necesidad de trabajar en unión por los objetivos comunes que tenemos como nación, hacer fluir lo grande que tiene México y no vivir en una interpretación maniquea que nos inmovilice e impida nuestro progreso, nuestra Historia es bella, apasionante, con claroscuros propios de la naturaleza humana y nos debe servir para para ubicarnos en nuestro contexto y realidad donde podamos trabajar sin distinciones ni divisiones que impidan o nublen el objetivo final.

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