Él me hundió en el peor de los infiernos

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Y vivieron felices para siempre” o “Hasta que la muerte” los separe, son dos frases ampliamente conocidas y aplicadas para quienes se cree tienen todo en la vida que les espera como pareja, como matrimonio con todas las de ley, pero para Maritza sólo significó el inicio del dolor, el despecho, el coraje reprimido pero aún más la inseguridad en ella misma.

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Se casó un 14 de junio de hace más de 15 años, ella apenas alcanzaba los 20 y él los 27, “era mi Dios te lo juro, desde el primer momento que lo vi en una fiesta familiar me enamoré de él, hice todo para que se fijara en mí”, sin embargo, Héctor permaneció impávido, rodeado de los primos de Maritza, un trago de vez en cuando a la cerveza, nada de cigarros pero muy platicador.

Como pudo ella logró que él le invitara a salir, “no sabía qué ponerme, vestido, falda, pantalón, poco maquillaje, perfume, ¡cómo!, duramos 3 meses saliendo, nunca intentó propasarse, apenas me tomaba de la mano y bueno yo lo tomé como un excelente respeto a mi familia y a mí, debí sospechar que algo andaba mal”.

Cuando menos esperé, antes de cumplir los 4 meses de “conocernos”, pidió mi mano y “nos casamos, una boda sencilla, birria, frijoles puercos, sopa de arroz, su familia que a la primera me dijeron que si ya estaba embarazada o que si nos íbamos a esperar, yo no quise decirles que nunca había pasado nada entre Héctor y yo”.

“Nos fuimos a Mazatlán, yo nerviosa pero emocionada, nunca había tenido relaciones con nadie, apenas besos pasados de suaves y uno que otro manoseo digamos normal a esa edad con un compañero de escuela, pero cuando estuvimos ya solos en la noche de bodas ni siquiera quiso dormir en la misma cama pretextó exceso de cansancio y durmió en la alfombra, yo no pensé nada malo, sólo que lo mismo se repitió durante los 5 días siguientes”.

“Regresé como me fui pero con el alma acabada, tras dos meses así lo enfrenté, le pregunté qué era lo que pasaba, porque no cumplía como hombre y terminó diciéndome que a él no le gustaban las mujeres, que se casó conmigo porque era mucha la presión de su familia, amigos y compañeros de trabajo, a veces no soporto tu olor cuando andas en tus días, me espetó en la cara que mostraba su asco, me derrumbé”.

Maritza dice que fue como sí le hubieran cortado la lengua, se quedó muda, “me mató así, sin balas, sin tocarme, mi vida se convirtió en un infierno, más porque me dijo que él tenía una relación de 4 años con alguien, un hombre al que adoraba y a quien no pensaba dejar, y yo tontamente pensé que podría luchar con un rival de amores que hasta años después entendí, no podía yo competir, cómo?!, jamás podría ofrecerle lo mismo”.

“Aguanté en total silencio 8 años, hasta que la mamá de Héctor, me llegó a la casa y de manera directa me dijo, mi hijo nunca te ha tocado verdad?, es gay, yo sólo asentí  y me abrazó a la vez que se lamentaba de haber esperado tanto para sostener esta plática, le dije que había hecho lo posible pero no lo logré”, Maritza ya había engordado 22 kilos, su cara estaba llena de acné (por stress le dijo el médico) y de su alma no quedaba nada.

“Una noche me llené de valor e hice mis maletas, lo esperé y le dije que me iba, que ya había entablado la demanda de divorcio esa mañana y que no quería saber más de él, que nunca supe que era el odio hasta que él me hizo crearlo dentro de mí, que esperaba Dios no le perdonara lo que hizo conmigo y que sí alguna vez sintió algo por mí, firmara los papeles”.

Héctor estalló en rabia y le dijo que no le firmaría nada, que en su trabajo había dicho que ella era estéril y que por eso no había habido hijos y estaban pensando en adoptar, que ella tenía que agradecerle a él que le hubiera dado un nivel social, “tu vivías en una casucha, yo te di una buena casa, mejor ropa, dinero para tus cosas y así me pagas, exhibiéndome con un divorcio, eres la peor de las mujeres, aparte de fea, mírate me da vergüenza llevarte a los convivios, que van a decir mis amigos, mis compañeros”.

Maritza se tragó su coraje, su orgullo y su dolor y se fue a casa de sus papás donde fue bien recibida porque ellos intuían que algo no estaba bien, con el cariño que sólo los padres de familia dan a sus hijos, comenzó a recuperarse, “ha sido duro bajar de peso, apenas llevo 6 kilos, no trabajo más que aquí en casa, Héctor pasó por todas las etapas, llorar, gritar, amenazar y perseguirme pero no obtuvo respuesta y tuvo que firmarme el divorcio y me envió dinero, me pidió que lo perdonara y me comentó que por fin le dijo a su familia sus preferencias y lo corrieron, no quieren saber de él y yo de nadie de ellos por lo pronto”.

Todos los años que Maritza permaneció al lado de Héctor fueron de agresiones verbales constantes, ella recuerda ese tiempo, ahora años después con mucho dolor, no ha podido rehacer su vida y ni quiere, sigue con problemas de confianza en ella misma y no cree que haya una persona para ella, hoy lo único que quiere es borrar de su mente esa etapa y tras años de insistencia familiar está comenzando a asistir a terapias psicológicas aunque casi lo hace obligada, “nadie me podrá entender nunca, pero no soy valiente para tomar decisiones por eso voy, para ver una luz al final de todo esto que sigue tan oscuro”. Mándame tus comentarios, dudas y sugerencias a mi Facebook Juan Félix Chávez Flores o a mi correo juanfechavez@gmail.com

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