El mes de julio y la democracia

Véritas Liberabit Vos

Los ejercicios democráticos como el del pasado día primero de julio en que los mexicanos pudimos ir libremente a las urnas y emitir nuestro sufragio sin el menor contratiempo y además contando con toda una estructura sustentada que permite tener un control del desarrollo del proceso electoral de una manera tan precisa que al poco tiempo de realizados los comicios, se pueda predecir con  una certeza casi completa, la tendencia de los resultados de la misma, como fue el caso de las votaciones recientes.

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Sin embargo para poder llegar a instancias como la vivida, nuestro país tuvo que pasar por vicisitudes y etapas muy importantes dentro de este desarrollo democrático para poder llegar a esto que vivimos en nuestros días, lo cual será uno de los objetivos principales de este artículo.

Podemos decir que las primeras elecciones de las cuales se tenga referencia datan de los períodos finales de la Nueva España, influenciadas por las ideas emanadas de la Constitución de Cádiz, aquella Constitución de corte liberal que generó tantas modificaciones dentro del orden político de España y que vino a repercutir de manera directa en los espíritus libertarios que encendieron la flama insurgente que a la postre vendría a darnos la Independencia no solo a nuestro territorio, sino a todos los países de América Latina.

Las crónicas marcan que en 1812 se realizaron las primeras elecciones en la Nueva España que aunque en forma muy limitada marco la pauta de lo que sería posteriormente los ejercicios electorales, correspondiendo votar a los hombres mayores de edad y con un modo honesto de vivir quienes tuvieron que hacer largas filas en las parroquias adaptadas como casillas electorales, donde cabe aclarar quedaron excluidos para ejercer el sufragio las personas de color, los mestizos y todos los sirvientes domésticos.

Los vaivenes políticos dentro de la península Ibérica fueron los que marcaron el desarrollo posterior de las nuevas elecciones, primero porque se evitaba que cundiera el espíritu insurgente o libertario y por otro dependiendo del rumbo que tomara la famosa Constitución de Cádiz o también conocida como “Ley Pepa” por ser promovida por José Bonaparte a consecuencia de la invasión francesa en España, suspendiéndose las elecciones en 1814 en que Fernando VII desconoce la Constitución, restableciéndose en 1820 año en que se vuelve a jurar dicha Carta Magna vector indiscutible para desencadenar la última etapa independentista como lo fue en la Nueva España a partir de febrero de 1821 con el Plan de Iguala que culminó en septiembre con la consumación de la Independencia.

Ya con el México independiente se fueron probando diversos métodos de votación pero no fue sino hasta 1857 con la promulgación de la Constitución de ese año, donde se dio forma a una ley electoral que vino a reconocer un sufragio de dimensiones más amplia donde podían votar casi todos los hombres que contaran con 21 años o de 18 si es que estaban casados, aparte de saber leer y escribir; bajo este fundamento transcurrieron los procesos electorales durante la Guerra de los Tres Años o Guerra de Reforma, el Gobierno de Juárez y la República restaurada hasta la llegada de Porfirio Díaz con su Plan de Tuxtepec cuyo argumento fundamental era el de “No Reelección” contra el gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada.

Sería entonces hasta el año de 1911 en el mes de diciembre ya bajo el gobierno de Francisco I. Madero y José María Pino Suárez que se establece una nueva ley electoral que viene a darle otra dimensión al voto y una personalidad jurídica a los Partidos Políticos, el voto reafirma su categoría de ser secreto arropado por los principios de sufragio efectivo, no relección, el cual va a ser uno de los principales baluartes del México revolucionario que ingresa a otra etapa de su Historia inmersa en un caudillismo fuerte que campeará de 1911 a 1929 con una serie de eventos donde se mezclará la modernidad electoral con los arrebatos de fuerza o de poder que generaron Planes que llevaron a la Presidencia o que precipitaron el fin para otro Gobierno que muchas veces terminó en una emboscada de consecuencias finales, ese fue el México de los caudillos que culminó con el asesinato de Álvaro Obregón un 17 de julio de 1928 en la Bombilla, Obregón había modificado la Constitución para permitir la reelección no continua.

Lo ímprobos intentos por ir desarrollando un sistema electoral acorde para un País que se separaba del caudillismo y remontaba una senda con vistas a una modernidad, se vio incrementado en octubre de 1953 cuando luego de muchos intentos que datan del período presidencial de Lázaro Cárdenas (1934/1940) hasta el de Adolfo Ruíz Cortines (1952/1958) donde cumpliendo con una promesa expresa de campaña se reformó el artículo 34 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos para otorgar el derechos  a la mujer para poder emitir su voto, aspirar a cargos públicos y ser merecedora a ser votada; quedando marcada la fecha del 3 de julio de 1955 donde por  primera vez que la mujer mexicana emite su voto en unas elecciones federales a fin de integrar la XLIII Legislatura del Congreso de la Unión y posteriormente la elección de Adolfo López Mateos como Presidente de la República.

A partir de 1953 los procesos electorales se han visto inmersos en una multiplicidad de ajustes y mejoras para hacer valer la transparencia y sustentabilidad del sufragio, tal como lo vemos en la actualidad donde la autonomía de los Institutos y Tribunales quedan ya emancipados del control Gubernamental; por cierto como dato anecdótico de la democracia y libertad del voto, un dos de julio (día en que muchas ocasiones cae como fecha electoral) murió en París el General Porfirio Díaz, lejos del país cuyo destino dirigió por más de treinta años que llego al poder y dejó el mismo con la máxima de “Sufragio efectivo, no reelección” ahora a 103 años de su muerte hoy México vive una historia diferente en lo democrático, pero como digo, hablar del Porfiriato será otra Historia.

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