EL OTRO NIÑO HEROE

Véritas Liberabit Vos

Por Daniel Aceves Rodríguez

En el altar de la Patria, así llamado al monumento en que se honra la memoria de los seis cadetes del Heroico Colegio Militar que ofrendaron su vida aquel 13 de septiembre de 1847 en que las balas de las tropas estadounidenses avanzaban por nuestro suelo en pos de una guerra por demás injusta que llevaba en su esencia un móvil usurpador sobre el codiciado territorio nacional; ese día los nombres de Agustín Melgar, Juan de la Barrera, Francisco Márquez, Fernando Montes de Oca, Juan Escutia y Vicente Suárez quedaron plasmados como muestra de un heroísmo sin par, en que la sangre joven fue fiel testimonio de una defensa ardua y tenaz ante un enemigo superior en número y armamento.

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En esa aciaga batalla un cadete de casi quince años fue hecho prisionero por las tropas estadounidenses sumándose al botín de guerra con que se fraguaron posteriormente los tristes Tratados de Guadalupe Hidalgo en los que quedó signada la pérdida dolorosa de más de la mitad de nuestro territorio, esta firma generó la libertad de muchos prisioneros entre ellos este joven cadete que no se arredró ante la experiencia vivida y continuó con sus estudios de milicia siguiendo la tradición de su padre.

Este adolescente pronto empezó a darse a conocer por su valentía y dedicación al estudio, cualidades  que al egresar lo llevaron meteóricamente a ocupar cargos importantes dentro del ejército, en 1851 fue nombrado Teniente de Artillería y al poco tiempo Capitán del Segundo Batallón de Puebla, donde destacó por su disciplina y autoridad; en 1854 ya en las postrimerías de la dictadura de Santa Anna se promulgó el Plan de Ayutla por los liberales Juan Álvarez e Ignacio Comonfort, cuyo objetivo era buscar la salida definitiva de su Alteza Serenísima; ahí nuestro personaje participa en varias batallas para sofocar la rebelión llamado la atención del bando contrario a la postre ganador que al triunfo lo incorporan nombrándolo Teniente Coronel.

Nos referimos a Miguel Gregorio de la Luz Atenógenes Miramón y Tarelo personaje por demás significativo en la Historia de México teniendo entre sus logros ser el Presidente con menor edad ( 27 años) en cruzarse al pecho la Trigarante faja y que saltara a la palestra en el periodo comprendido de (1855 a 1867) tiempos del Plan de Tacubaya, la Guerra de Reforma y el Segundo Imperio, fue conocido como el “Joven Macabeo” en referencia del valiente Judas Macabeo mencionado en el libro homónimo del Antiguo Testamento;  enfrentó batallas que pusieron en vilo al bando opositor y murió como murieron muchos de los héroes nacionales, abatidos por las balas de los propios compatriotas, defenestrado en su persona y considerado para cierto sector como traidor.

Recordemos que una de las situaciones políticas posteriores a la independencia de México llevada a cabo en 1821, fue la influencia decisiva que tuvo la masonería convertida en bastión importante sobre todo como grupo de poder, las logias escocesas provenientes de España eran partidarias del centralismo buscando así un gobierno parecido al que se tenía en la Nueva España, es decir de ideas conservadoras, por otro lado la influencia decisiva del embajador plenipotenciario norteamericano Joel R. Poinsett   partidario del federalismo, con más ideas liberales, anti hispanistas y anticlericales.

Así ante estos dos bandos, México nace a su Independencia trastocando uno de los principios o garantías que le dio vida con Iturbide, o sea la Unión, la lucha política que se entabla entre liberales y conservadores, llevó a nuestra patria a sufrir una rotunda inestabilidad, inestabilidad que trajo consecuencias amargas como fue por mencionar la más importante, la pérdida de casi más de la mitad de nuestro territorio.

En este panorama histórico se gesta la formación ideológica de Miramón centrada en el bando conservador que va fraguando en él principios sólidos e infranqueables que determinan su accionar en las luchas que se desenvolverán a partir de 1857 en que el Gobierno en el poder al cual él es leal determina el establecimiento de la Constitución y sus políticas que se tornan totalmente liberales, por esta razón cuando un grupo reaccionario encabezado por Félix Zuloaga promulga el Plan Tacubaya, Miramón no duda en adherirse a él y luchar defendiendo los principios conservadores, así participa activamente en la Guerra de los Tres Años o Guerra de Reforma (1858/1860) donde se enfrenta ni más ni menos que a la figura de Benito Juárez.

Estos tres años fueron de duras batallas donde pervivían dos Presidentes por un lado: el Ejecutivo itinerante emanado del bando liberal en la persona de Benito Juárez y por otra, teniendo su sede en la Ciudad de México el conservador que correspondió  en dos periodos a Miguel Miramón convertido ya en el máximo líder de los conservadores quien habiendo enfrentado en diferentes e importantes batallas a las huestes juaristas sucumbió en la célebre batalla de Calpulalpan.

Esta batalla sita el 22 de diciembre de 1860  marcó el triunfo definitivo del bando liberal en la Guerra de Reforma y por ende el regreso de Benito Juárez a la Ciudad de México así como la dispersión del ejército conservador, siendo Miramón desterrado a la Habana Cuba, de donde regresaría al País ya en el Segundo Imperio, pero Maximiliano receloso de su liderazgo lo envía a Alemania a estudiar táctica militar, regresa en 1866 ya en plena decadencia del Imperio, invitado por el Monarca que lo considera vital para la defensa de su reinado, pero ya era demasiado tarde,  a la caída de Maximiliano fue aprehendido y luego fusilado junto a Tomás Mejía y el Emperador en el Cerro de las Campanas, no sin antes haber recibido del monarca la distinción de ocupar el lugar central de honor en ese fatídico momento.

Claroscuros de la Historia Patria, los conceptos de héroe o traidor están en el filo de la navaja ante un maniqueísmo ideológico que se puede desmembrar de acuerdo al cristal que se mire, así es la figura de este personaje que no aparece en las páginas de Gloria de nuestra Historia.

Culmino parafraseando a George Orwell: “La Historia la escriben los vencedores, pero el tiempo da voz a los vencidos”.

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