ESTAMOS DE PASO EN LA VIDA

LA VERDAD… SEA  DICHA

Por Martín Elías Robles

      Hace un año dejó de existir la actriz Edith González, cuando cumplía 54 años de edad, debido a un cáncer que le fue imposible vencer. Le recuerdo porque tuve el privilegio de conocerle allá por los años 90 en la Ciudad de México. La primera vez que le vi y saludé fue en un evento celebrado en Coyoacán hasta donde llegó para conducir un programa artístico de beneficencia, en el que también participó mi hermano Mayo y un servidor. A Edith González ya le conocía por televisión, por aquella famosa telenovela de “Los Ricos También Lloran” que estelarizó la gran Verónica Castro y el entonces galán Rogelio Guerra, trama melodramática en la que Edith personificó a la jovencita  caprichosa y rica; novela que me requemé al  lado de mi abuela Rosario, fiel seguidora de la barra telenovelera del Canal de las Estrellas TELEVISA. 

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Como le digo, años después conocí a esa mujer impresionante de piel clara, como de porcelana, bellísima, más en persona que en la televisión, que a decir verdad, no hacía justicia a sus encantos, una mujer extremadamente delgada,  de fino trato, con una voz dulce que había que escucharla con atención para oír lo que decía. De Edith tengo una anécdota curiosa: minutos antes de salir a su presentación de un evento artístico, dos reporteros de espectáculos se acercaron hasta su improvisado camerino para cuestionarle algunas cosas, ella amable les dijo que en otra ocasión con gusto les daría la entrevista pues estaba por salir al escenario, los reporteros continuaron insistiendo y acosando a la actriz, hasta que mi hermano y yo intercedimos para que dejaran de molestarla, detalle que Edith agradeció muy gentilmente pues nos dijo que andaba algo indispuesta de salud. Tiempo después le saludamos en otro evento y ya jamás volvimos a verla personalmente.  Ni hablar, así es la vida. Como siempre lo he dicho, la muerte es el único camino del que no nos podemos escapar, de que nos morimos, nos morimos. 

Ya ve a doña María Félix, la diva del cine mexicano, se fue aun siendo diva, con toda su soberbia, su porte y su belleza. O, como el gran Juan Gabriel,  quien también con todo y su talento dejó este mundo. De María se cuenta tanto; que si pudo haber sido envenenada, bueno, hasta sus restos sacaron del panteón los familiares para comprobar que murió de algo natural. La verdad es que la “Doña” se fue tranquilita, dejando este mundo por un infarto que le dio durante su sueño, como ella  lo anhelaba, murió como una diva en el día de su cumpleaños. Juan Gabriel, aquí sí que ya no sabemos ni que comentar; al divo unos nos lo matan, y otros lo reviven, pasó como con don Pedro Infante, de quien dicen no murió en el avionazo, su muerte fue una farsa para dejarlo vivo después de que el cantante anduvo de ojo  alegre con una mujer casada que tenía un marido celoso que intentó matar a Pedrito, pero los matones le salvaron la vida haciéndolo pasar por muerto y mandándolo a las Islas Marías 30 años, de donde salió viejito para recorrer la república cantando con otro nombre artístico, bueno,  es parte de la leyenda que de él se cuenta, vaya usted a saber. 

Allá por los años 50 surgió un gran actor y compositor don Joaquín Pardavé, dicen que cuando él murió tenía una enfermedad de la que después de una muerte clínica revivían, por lo que a él varias veces después de “morir” lo velaron por días, y en tres ocasiones volvió, pero en la cuarta después de tres días de muerto ya no regresó por lo que fue enterrado; a los días lo sacaron del féretro porque en su traje se llevó unos papeles importantes y descubrieron que en su tumba despertó, pues tenía la cara toda arañada por la desesperación y la falta de aire; de que murió, murió. 

Mi bisabuelo no fue un hombre famoso, pero si tuvo una muerte singular. Decía mi abuelo que su padre se dedicaba a cazar jaguares en la sierra Cora, que lo hacía con una silla sin asiento y que cuando el animal se le venía encima él se tiraba al suelo con su armazón al frente recibiendo la cabeza y el pesado cuerpo del animal al que incrustaba un afilado cuchillo con el que lo mataba, verdad o mentira, el caso es que un día mi bisabuelo ya no regresó de la caza, se supone que un jaguar le ganó la batalla y se lo comió. Qué cosas, la muerte está donde quiera. Ya para concluir mi columna; hace días en redes sociales de Facebook se dio a conocer el caso de un hombre que recibió una puñalada en el corazón, fue llevado al hospital de emergencia donde murió en el quirófano, los médicos lo declararon muerto, y cuando estaba en la morgue despertó increíblemente. Indudablemente Dios sabe cómo, cuándo y dónde.   Hasta pronto. Para comentarios mi correo robleslaopinion@hotmail.com

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