Ortigosa, siendo muy joven es trasladado por su familia a la ciudad de Guadalajara, donde toma cursos en el Instituto de Ciencias de Jalisco en la época del profesor matemático Pedro Lissaute y el arquitecto español José Gutiérrez.
En 1840 obtiene el grado de subteniente de ingenieros en el Colegio Militar de la Ciudad de México.
En ese mismo año, inicia también una gira de estudios por Europa, que lo llevó a especializarse en Química Orgánica, por la prestigiada Universidad de Glessen, en Alemania.
El tepiqueño Ortigosa fue el primer mexicano en especializarse en Química Orgánica, y fue el primero en aislar y analizar el alcaloide del tabaco, ni más ni menos que el descubridor de la nicotina, tema del cual versó su tesis de graduación.
Ortigosa sobresalió por sus aportes a la cuestión hacendaria desde 1860 hasta el año de su muerte en 1877. En la época del Imperio de Maximiliano fue nombrado miembro del Consejo de Estado.
Desde la década de 1980 se despertó el interés de algunos estudiosos mexicanos por dar a conocer aspectos biográficos de Vicente Ortigosa de los Ríos a partir de ángulos diversos.
Por ejemplo, Humberto Estrada Ocampo mostró la faceta científica de este personaje al exaltar su paso por la Universidad de Giessen, Alemania, como estudiante de química orgánica bajo la tutela del sabio Justus von Liebig.
Otro es el caso de Erika Pani, quien resalta su figura como uno de los principales teóricos de la organización estatal que trató de incidir en la conducción político administrativa de México –como Consejero de Estado y Director de Caminos– bajo el Imperio de Maximiliano.
Para las fechas de la FIL en Guadalajara estará circulando el número 5, de la revista “Letras Históricas”, donde entre varios artículos interesantes se podrá leer uno, muy notable, de la autoría de Federico de la Torre (también académico de la UdeG) sobre una gran figura del siglo XIX que es urgente colocar en el sitio que debería corresponder a los héroes de la civilización: Vicente Ortigosa de los Ríos, jalisciense nacido en Tepic en 1817, científico, industrial y personaje de la vida pública.
El artículo contribuye a redondear el perfil de Ortigosa, sobre quien se habían venido publicando algunos estudios parciales en las últimas décadas.
Ortigosa se educó en Guadalajara y después, en la segunda mitad de la década de 1830, en la Real Escuela Politécnica de Francia.
Luego, gracias a la intervención personal de Alejandro de Humboldt, pasó a la universidad de Giessen (Hesse, Alemania), institución que actualmente lleva el nombre del maestro de Ortigosa, Justus von Liebig, uno de los científicos más notables del siglo XIX.
Ortigosa, además de ser el primer mexicano en especializarse en química orgánica, fue “el primero en aislar y analizar el alcaloide del tabaco”: ni más ni menos que el descubridor de la nicotina, tema de su tesis de grado.
Al volver a Guadalajara, hacia fines de la década de 1840, se convirtió en un activo empresario y socio de las principales compañías industriales de la región, e instaló en sus propiedades en El Salto una fábrica de productos químicos.
Ortigosa tuvo un papel destacado en la vida pública y sobre todo en los esfuerzos por modernizar la educación para llevar los conocimientos científicos a sus aplicaciones prácticas en la agricultura y la industria.
Sustentado en las ideas de Saint-Simon y Fourier, buscó con otros jaliscienses ilustrados llevar a la revolución industrial la justicia y el bienestar para los trabajadores. Vicente Ortigosa seguiría siendo una figura prominente en la región hasta su muerte en 1877.
Pero como desempeñó cargos importantes en la administración pública en el Imperio de Maximiliano, los “historiadores” de estos rumbos decidieron borrarlo del mapa.
Este personaje que generalmente ha pasado inadvertido en la historiografía jalisciense y mexicana, muy probablemente debido a los prejuicios que suscitó su colaboración con el gobierno del emperador Maximiliano de Habsburgo en la década de 1860.
Lo cierto es que si bien esos intentos aportan elementos novedosos, no alcanzan a dar todavía una visión muy completa sobre Ortigosa, tal y como lo reconocen ambos autores, debido a que sólo abordaron pequeños fragmentos de su vida en función de momentos y situaciones muy específicos y a partir de fuentes que igualmente ayudaron a contestar las preguntas de investigación que se plantearon.
Sin que sea pretensión de este esfuerzo mostrar un estudio completo sobre Ortigosa, sí se busca aportar un poco más a su conocimiento a partir de otras de las múltiples facetas que lo hicieron en su tiempo alguien sin duda propositivo, emprendedor, utópico, generoso y controversial en el afán por dar algo de sí, al igual que tantos otros personajes, en la tarea incansable de forjar la nación mexicana.
José Vicente Ortigosa de los Ríos es un tepicense notable, que también aquí en nuestra tierra es un tipo casi olvidado, tirado a la basura de la historia.