Juan Rulfo y su centenario

Véritas Liberabit Vos

Hay pueblos que saben a desdicha, se les conoce con sorber un poco de su aire viejo y entumido, pobre y flaco como todo lo viejo” Pedro Páramo

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Una de las características sociológicas marcadas dentro de la forma de ser del mexicano, es la actitud que se toma ante la muerte, sabemos que más que considerarla como en otras latitudes (sobre todo en la europea) donde se le da un tinte de temor y de desgracia, nuestro sentir hacia ella es de festividad y de jolgorio, con ella nos envalentonamos y la sentimos tan de cerca que convivimos con su idea metafísica y el día que se conmemora es prácticamente una fiesta de color y sincretismo con los altares u ofrendas que al difunto se le brinda junto a la plegaria del vivo que en su honor se pronuncia.

Pues bien, esta característica tan arraigada no pudo ser mejor plasmada para la posteridad como la obra realizada por quién es el narrador mexicano más leído tanto en nuestro país como en el extranjero, me refiero a la egregia figura del escritor tapatío (Sayula Jalisco 16 de mayo de 1917 7 de enero de 1986) Juan Rulfo quién el día de ayer festejaría el centenario de su nacimiento, Rulfo se ha convertido en la figura cimera de las letras nacionales con solamente dos importantes obras: el conjunto de cuento, los 17 relatos de El Llano en Llamas escrito en 1953 y su novela Pedro Páramo de 1955, dos escritos que nos sumergen en los amplios caminos de nuestra patria, llena de realidades y fantasías, envueltos en ese ambiente revolucionario de principios de siglo XX con una carga nostálgica de tierra generada por los lodos de la Guerra Cristera, que le han hecho merecedor a un sinfín de reconocimientos entre ellos El Premio Nacional de Letras y El Príncipe de Asturias, reconociendo la calidad indiscutible de la obra de un gran escritor mexicano.

En este su centenario es imposible no poder mencionar el gran aporte que hacia la literatura universal ha tenido de estas dos grandes obras ya traducidas oficialmente a más de 50 idiomas y ha sido motivo en muchos foros de un análisis de contenido, estilo y ambientación donde no se duda que haya sido motivo de influencia para escritores contemporáneos de la talla de Octavio Paz con su Laberinto de la Soledad que se inmersa en las entrañas de hacer del mexicano y qué decir de la obra de Gabriel García Márquez en su enigmático Macondo de Cien Años de Soledad que se asemeja a la tierra de Comala lugar habitado y dominado por Pedro Páramo.

El propio García Márquez expreso que solo dos obras generaron  y captaron de principio a fin su atención en una lectura, La Metamorfosis de Frank Kafka y Pedro Páramo de Juan Rulfo, este último libro le fue propuesto por un amigo para que se diera cuenta de lo que era una narrativa de verdad, con estilo propio, argumento y vivencias entre lo real y maravilloso evocado de una imaginación que abreva de los arroyos y veredas de un campo impregnados del dolor, pasión y amor de un pueblo que convive con la vida y la muerte en un ambiente común pero a la vez disímbolo entre lo terreno y lo celestial  “ Hacía tantos años que no alzaba la cara que me olvidé del cielo”. (Obra citada)

Así en un ambiente de misterio, belleza, soledad, nostalgia, tristeza, desamparo, ausencia, olvido, rencor, coraje, naturaleza, violencia, un variopinto romanticismo y sobre todo una carga fuerte de nigromancia y vivencias con la muerte, el autor nos lleva a recorrer el camino de un Juan Preciado que emprende un viaje para cumplirle a su madre la promesa hecha en el lecho de su muerte de ir a buscar a su padre un tal Pedro Páramo Comala donde se ha convertido ya en el cacique del mismo, muy al estilo de aquellos tiempos de la era porfiriana donde al cacique se le odiaba pero al mismo tiempo se le admiraba y se le honraba, ya que dentro de todo sentían que su protección los amparaba.

Este relato dado en primera persona, que de botepronto cambia a tercera persona llena de monólogos que bordean un estilo donde debemos unir como un rompecabezas literario la historia que fluctúa entre pasajes que bordean entre la experiencia del ser vivo o la remembranza de alguien que ya habla desde el mundo de los muertos, desde un purgatorio de las almas de los pobres; en un lugar donde “ Toda la tierra se puede abarcar con la mirada”, donde la imaginación rebasa la elucubración de los sentidos y encontramos la famosa Media Luna una loma que “parece vejiga de puerco” y donde “detracito está la hacienda” donde vive ese personaje llamado Pedro Páramo, cercano a una llanura que es como “Una laguna transparente desecha en vapores”.

Entre personajes como Dolores Preciado, Eduviges, Abundio Martínez, Susana San Juan, Damiana Cisneros y Dorotea (que era tan bonita tan digamos, tan, que daba gusto quererla) y que por ser tan fuerte el amor a su pareja lo enterraron en la misma tumba y por no haber espacio se acomodó en el huequito de sus brazos.

Digno de mención es recordar a Juan Rulfo en este centenario, y que mejor darnos una vuelta por la Feria del Libro, y darnos el gusto de adquirir esta obra para adentrarnos en ese espacio mágico: “Luego hasta el río, allí se entretuvo mirando en los remansos el reflejo de las estrellas que se estaban cayendo del cielo, duró varias horas luchando con sus pensamientos, tirándolos al agua negra del río”.

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