LA NOCHE TRISTE

Por Daniel Aceves Rodríguez

Se dice que la historia está escrita por los vencedores, y que estos dan su versión de los hechos exaltando las virtudes de sus héroes y denostando cualquier acción importante o trascendente del rival, incluso haciéndolos ver en su extremo más cruel, vil o perverso.

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Revisando las efemérides de nuestra historia patria, nos encontramos con un hecho que desde la educación primaria se menciona y se valora como una pequeña llama de luz dentro de una caverna obscura, como una sensación de alivio dentro de un culmen de dolor punzante; nos referimos a la famosa historia de la Batalla de la Noche Triste, aquella semblanza que viene aparejada con la silueta de un alicaído Hernán Cortés sentado a los pies de un enorme árbol donde se dice que lloró al ver como las huestes mexicas vencían a las tropas de los orgullosos conquistadores españoles y cuya imagen formaban parte de los libros de texto de historia de México.

Este acontecimiento cuya fecha es entre el 30 de junio al 1 de julio de 1520 viene relatado por Bernal Díaz del Castillo en su obra “ Historia verdadera de la conquista de la Nueva España” nos traslada a los enfrentamientos de las tropas de Cortés y sus aliados principalmente tlaxcaltecas contra los guerreros mexicas en las afueras de Tenochtitlan, donde después de más de una semana de batalla con un ejército español atrincherado en el palacio del tlatoani Moctezuma sufrían los embates de los bravos mexicas pero a su vez ya daban muestras de escases de alimentos y agua, por lo que planearon buscar la manera de huir de ahí con rumbo a Tlacopan hoy conocido como Tacuba.

Esta retirada se haría a la media noche con el mayor sigilo posible, se habla que se tomaron todas las precauciones posibles para evitar que la caballería hiciera demasiado ruido y así poder pasar desapercibidos; la obscuridad de la noche era su aliada no así algunas miradas furtivas, se dice que una anciana que buscaba agua se percató de movimientos extraños cerca de un puente o canal dando aviso de inmediato a la causa mexica; no habían avanzado mucho cuando las aguas que rodean  Tenochtitlan se vieron repletas de embarcaciones con guerreros aztecas lo mismo que en tierra firma, por ambos costados los españoles fueron alcanzados por la fiereza y el valor de aquellos caballeros águila que defendían el territorio mancillado.

El agua de la laguna empezó a llenarse de cuerpos con armadura y las bajas de las huestes españolas junto a sus aliados indígenas empezó a aumentar,  de acuerdo a la versión de Díaz del Castillo el número  llegó a ser cercano a los 600, una cifra importante de acuerdo a la cantidad del contingente que arribó con Cortés a Veracruz en 1519, los aztecas no cejaban en su batalla y desde azoteas, canoas y tierra firme tenían a merced suyo a los conquistadores.

En el camino de su huida Cortés, Pedro de Alvarado y otros capitanes vieron como con sorpresa e impresión que detrás de ellos ya no venía más contingente y que entre las bajas se hallaba Juan Velázquez de León, primo del gobernador Diego de Velázquez y cuñado de Pánfilo de Narváez, y del cual Díaz del Castillo menciona que era el responsable de custodiar un cuantioso botín de oro y joyas.

Es en ese momento, en un paraje cercano a Tacuba, cuando sorprendido y sintiéndose derrotado Cortés no pudo contener las lágrimas por tan fuerte pérdida y a los pies de  un ahuehuete se dice oro por el alma de cada uno de sus soldados y por la rabia al ver que sus planes no habían surtido efecto.

Es esta escena la que ha trascendido a la historia y se rememora en la actualidad con ese ahuehuete que ha perdurado por más de 5 siglos y que hace dos años fue rebautizado por el Gobierno de la Ciudad de México como el árbol de la “Noche Victoriosa” ya que a su criterio el decir Noche triste era darle preponderancia a lo español antes que a lo originario.

Lo cierto es que posterior a llegar a Tacuba, siguieron su camino hacia Otumba suscitándose otra épica batalla conocida como la batalla de Otumba donde los españoles infligieron bajas considerables a los mexicas, entre ellas la del cihuacòatl Matlatzincatzin, perdiendo una valiosa oportunidad de haber dejado en condiciones muy desfavorables al ejército español.

Repuestos de ello Cortés regresó a territorio aliado donde pudo curar sus heridas, y redirigir su estrategia militar que meses después lo llevaron un 13 de agosto de 1521 a derrotar definitivamente al pueblo mexica y tomar Tenochtitlan.

Pasajes epopèyicos de nuestra historia ejemplos de heroísmo y victoria, batallas ganadas de una guerra perdida, La Noche Victoriosa junto con la Batalla de Puebla se pueden contar entre ellas, pero esta será otra historia.

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