Sigo en camino por la misma calle Amado Nervo hacia la Querétaro, pensando quizá en acudir a uno de los bares de la zona a refrescarme con una cerveza y aceptar una botana.
Los testigos
Vengo caminando por la banqueta sur y cerca del cruce con la Querétaro hay un negocio propiedad de un amigo mío, Salvador Luna Íñiguez, establecimiento que expende productos de medicina naturista. Lo veo en la puerta de su local. Junto con Chava Luna encontré a otro gran amigo del mismo barrio, el dentista Oscar Castañeda. Me faltan como veinte metros para llegar a con ellos, cuando me hacen señas de que me apure, ¡córrele! ¡ven!, -los escucho decirme-.
Me señalan un camión urbano que ya marchó y que apenas visualizo hacia el poniente, pues ya había avanzado cuadra y media.
¡Hubieras llegado dos minutos antes!, me dice Chava.
¡Te vamos a contar para que lo escribas!, refuerza el médico Castañeda.
Pensé en un accidente, en un atropellado, en un pleito de choferes, en cualquier cosa, menos en lo que de verdad sucedió.
Un aplauso para el chofer
Chava Luna me muestra en su mano lo que había escrito en un papel. “Camión 075 de la ruta Progreso 3”.
¿Y eso qué? Tuve que preguntarles.
Y el doctor Castañeda me narra que un hombre discapacitado, que usa aparatos ortopédicos en pies y brazos, le pidió la parada al autobús citado. Ni siquiera el hombre había alcanzado a llegar a la esquina de Amado Nervo y Querétaro que es, como pudiera decirse, la parada oficial del camión.
Sin embargo, el chofer detuvo el camión a media cuadra por la Amado Nervo, frente a una conocida panadería. El operador frenó totalmente, incluso aplicó el freno de mano. El chofer baja del autobús, y con toda la calma, el cuidado y la amabilidad del mundo, va ayudándole al discapacitado a subir a la unidad. Paso a paso, una mano, luego un pie, luego la otra mano, luego el otro pie. Dicen que un transeúnte que pasaba por la banqueta también ayudó. Y que uno de los pasajeros también les echó la mano desde el estribo.
El chofer pide a las personas del primer asiento que si se cambian a otro lugar para que el hombre se acomode justo atrás del conductor.
Hasta que se logró fijar correctamente al hombre de los aparatos ortopédicos, hasta entonces, el conductor se sentó al volante, quita el freno de mano, y prosigue su ruta, eso me explicaba el dentista Castañeda.
Y luego me sigue diciendo Chava Luna: “varios vimos la acción, la gente observaba, incluso los carros detenidos atrás del autobús ya no pitaban el claxon, como es una fea costumbre en el tránsito vehicular”.
¡Venado!, -me dijeron ellos por mi apodo-, ¡le aplaudimos!. No había mucha gente en la esquina pero todos le aplaudieron y le gritaban: ¡Viva!
Había que conocer al prudente chofer
Se sabe que el circuito de la ruta Progreso 3 dura como una hora y cuarto para regresar al punto en donde se dio el evento.
Esperé ese tiempo y en efecto, vi el camión pero ya no era el mismo chofer. Solo tomé una foto de la unidad. Me dije que eso no me iba a servir de mucho para publicar la nota.
El lunes 8 de julio del 2013 decidí publicar la foto del camión en Facebook con un pequeño texto del hecho. No le tenía mucha fe a un asunto que no se respaldaba con videos o con fotografías de la buena acción del chofer. Sin embargo, la pura foto del camión 075 Progreso 3 subió a casi 900 “likes” en mi muro de Facebook, lo que ya rebasaba mis expectativas.
Eso me dio ánimos por lo que elaboré un plan para el siguiente día.
Pasadas las cinco de la tarde del lunes 8 de julio, decidí esperar al camión, justo en Amado Nervo y Querétaro. Estuve esperando como media hora y por fin logré identificar la unidad. Pedí la “parada”. Abordé y pagué mi boleto de cinco pesos. Nunca ocupé un asiento. Solo le pregunté al chofer por el conductor “que ayer ayudó a una persona a subir a la unidad”.
-Era yo-. Me contestó con voz suave el que volanteaba el camión.
Oye, lo publiqué en mi página de Facebook y mucha gente te quiere conocer por lo que hiciste.
El camión seguía su marcha por la Amado Nervo hacia el Parque Juan Escutia. Yo iba en el estribo preguntándole si había escuchado que le aplaudieron. Me dijo que sí, y que sacó la mano izquierda para agradecerles a quienes vieron la acción.
Efrén Delgado Patiño
En el cruce de Zaragoza y Juan Escutia decidí que ya tenía otra nota. Para lo cual solo necesitaba tomarle una foto y solicitarle su nombre.
Claro que sí, me dijo, “me llamo Efrén Delgado Patiño”. Desde el mismo estribo le tomé la gráfica que aparece en la nota del 8 de julio. Me regresé caminando rumbo a la plaza, ya con la tarde encima.
Aún dudaba si la nota tendría fundamento sin video ni fotos del evento.
Pero no me quedó otra opción que presentar a Efrén Delgado Patiño como el chofer modelo.
Publiqué el posteo como a las ocho de la noche. Y empezó la cadena de “likes” más larga en la historia del Facebook de Nayarit. Minuto a minuto crecía la cuenta. Pensé en que llegaría quizá a tres o cuatro mil “me gusta” mientras dormía y amanecía el martes 9 de julio. Ya el martes quizá dije entre mí: “va a llegar a ocho mil”. En tres o cuatro días no dejó de sumar. Había llegado casi a 30 mil. Una página de internet me pidió permiso de compartir la foto cuando se hizo ”viral”.
Los “Compartir” crecían también aceleradamente.
A los seis días la nota dejó de funcionar, se habían roto récords de “me gusta” y de “compartir”
Como se muestra en la captura de pantalla que les presento, el posteo del chofer que ayudó al pobre hombre a subir a la unidad, obtuvo 44 mil 309 “Me gusta” y 11 mil 247 “Compartir”.
Además se generaron 581 comentarios, de los cuales el 98 por ciento favorables a la actitud generosa del operador del autobús.
Leí todos los comentarios. Esperaba que los más escépticos me exigieran documentos fundamentales de lo descrito. Todo se logró en buena fe. Todo por una buena noticia, entre tanta política, entre tanta nota roja, entre tantas polémicas. La nota buena nos dio el récord. Y sí, algún amigo me dijo, tratando de explicar el fenómeno de aceptación del posteo: “Venado, la gente está ávida de buenas noticias, no de promesas, ni de mentiras ni de sangre”.