LA PINTURA COMO HISTORIA

Por Daniel Aceves Rodríguez

Hace algunos días al hablar sobre un óleo del francés Édouard Manet sobre el fusilamiento del Archiduque Maximiliano de Habsburgo explicábamos la influencia indefectible que sobre este estilo de pintura había tenido sobre él Francisco de Goya y Lucientes en su connotada obra “Los fusilamientos en la montaña del Padre Pío”, sobre todo por la semejanza en el mensaje y estilo de ambos, igualmente se hizo alusión a la pieza elaborada 70 años después por el pintor malagueño Pablo Picasso y que ha superado en conocimiento y fama a las otras pinturas mencionadas, nos referimos al cuadro denominado Guernica, de la autoría de Pablo Picasso español radicado en París y que fue realizado a petición de la República española de quién él era simpatizante.

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 Estaba por llevarse a cabo en 1937 la gran Exposición Universal en la capital francesa por lo que el Presidente español Manuel Azaña buscaba que la participación en el pabellón español de esa gran exposición, fuera un cuadro que llevara todo el tinte de la ideología socialista de la Segunda República que había hecho abdicar al Rey Alfonso XIII, así que los responsables Cultura se dieron a la tarea de buscar a los artistas hispanos radicados en la Ciudad Luz para instarlos a participar en esta actividad presentando un trabajo acorde a la ideología antifascista que enarbolaba el actual gobierno.

El dardo iba directo, el principal objetivo era convencer especialmente a Pablo Picasso de realizar a contra reloj una pintura que llevara para la causa Republicana ingentes opiniones a favor dado la desventaja que se estaba viviendo en esos años ante la Guerra Civil de reconquista iniciada por Francisco Franco Bahamonde, así que el Directos de Bellas Artes partieron para convencer al entonces Director honorífico del Museo del Prado, como era sabido el antagonismo hacia el franquismo colmó al autor para la aquiescencia del encargo, llegando a decir que “manejaba el pincel como los milicianos del No Pasarán manejaban el fusil”.

El interés ahora era encontrar el estro o inspiración del tema, y el numen llego cuando se conoció la versión de que el 26 de abril de 1937 la aviación alemana e italiana que apoyaba el movimiento castrense había bombardeado la pequeña ciudad vizcaína de Guernica, el motivo estaba dado, el móvil para perpetuar el dolor y generar adeptos a la República latía inmanente, pronto su amante la fotógrafa y también pintora Dora Maar le consiguió un estudio en uno de los suburbios parisinos y se dice que un primero de mayo se inició con los esbozos.

Para término de junio de 1937 el óleo estaba casi concluido, al fiel estilo Picasso la impresión  daba a una mezcla de animales y humanos que se desfiguraban y retorcían bajo la influencia de luces, lámpara y velas en una amalgama de colores negros, blancos y grises que generaban un sentido emético y perturbador, un cuadro que para nada representaba lo que las crónicas decían de la vez que llovió fuego del cielo sobre esa pequeña ciudad, pero que a la vista era claro el sufrimiento, la agonía, luto y desesperación.

Si bien el Guernica no era la firme expresión de lo ocurrido para el autor este cuadro estaba conformado de figuras simbólicas que representan más bien extractos de la vida del pintor y un claro sentir de los horrores de la Guerra, en el hay tres animales como son el toro (que es el púnico que mira de frente y un animal muy manejado por sus cuadros), el caballo herido y el pájaro alado, en la otra perspectiva están las cuatro mujeres y el soldado muerto, aquella que sostiene a un hijo fallecido, la que alza los brazos al cielo ante las llamas, la que se asoma con una lámpara y aquella que aparenta ingresar a una casa, el soldado está cercenado adjunto a una espada y cerca de ella una flor. 

Simbología muy característica de la mente de un pintor de un arte muy particular centrado en una época de transición en España donde el sistema republicano lo hizo vivir y encumbrarse como un artista de época, y claro el Guernica fue una de sus valiosas cartas de presentación, la entrada triunfante del franquismo  en 1939 generó que de las obras del malagueño no tuvieran repercusión en la península Ibérica, fue hasta finales  del verano de 1981 cuando esa obra pintada en 1937  que por más de 40 años había estado en el MoMa (Museo de Arte de Nueva York) regresaba al aeropuerto de Barajas en Madrid, en un vuelo comercial de Iberia bajo el total hermetismo ante el temor de los responsables del Museo neoyorkino sobre cualquier filtración que pudiese provocar un caso más de los que ya se habían vivido meses antes como los atentados al Papa Juan Pablo II y al Presidente norteamericano Ronald Reagan.

Ni la tripulación, ni los pasajeros sabían lo que este avión llevaba en su compartimento, fue ya al momento del aterrizaje donde el Capitán del avión al dar la información de llegada a Madrid avisaba “Señoras y señores bienvenidos a Madrid, se les informa gratamente que han venido acompañando y escoltando al Guernica de Picasso en su regreso a España”.

Desde entonces este cuadro catalogado como “el último exiliado español” se exhibió primero en el Casón del Buen Retiro y desde 1992 está en exhibición permanente en el Museo de la Reina Sofía de Madrid junto a 45 bocetos en papel y lienzo.

Tal vez mi capacidad artística no me lleve a entender y a agradar del todo este estilo de pintura, ya que tal como lo he platicado con un gran amigo en las amenas y pantagruélicas charlas yo me quedo con las obras más históricas de nuestros muralistas nacionales poniendo como ejemplo el “Sueño de una tarde dominical en la alameda”  de Diego Rivera, que para mí era más clara y más explícita, o el Hombre de fuego de Clemente Orozco que pervive en el Hospicio Cabañas de Guadalajara;  pero esta ya será otra historia.

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