LA TERCERA ACHERÒPITA

Por Daniel Aceves Rodríguez

No hizo cosa igual con otra nación, (Salmo 147, versículo 20) y que es la frase que el Papa Benedicto XIV autorizó fuese colocada en 1754 sobre la imagen de la Virgen de Guadalupe una vez que le fue otorgado el patronato universal sobre el Continente Americano nombrándola Reina de México y Emperatriz de las Américas título que engalana nuestra tierra y que nos da un orgullo más de nuestra raíz mexicana.

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Hurgando en la Historia de nuestra nación nos podemos encontrar con casos tan sobresalientes que dejan un sentido teleológico y escatológico digno de admiración y reconocimiento en el concierto de la Historia Universal, porque si milenariamente la fundación de Roma realizada por dos niños (Rómulo y Remo) que fueron amamantados por una Loba supera las especulaciones del mito y la realidad, análogamente la Fundación de Tenochtitlán con el cumplimiento de la promesa hecha de detenerse en el lugar donde se encontrase a un águila devorando una serpiente, seguida del reto de construir una ciudad que a la postre fue la capital de un imperio en una zona por demás impensable con más agua que tierra, pero con un destino establecido que remontaba cualquier trabajo humano, así mismo nuestra historia nos marca que diez años después de la Conquista y en pleno proceso de mestizaje racial y cultural, se llevó a cabo uno de los mayores acontecimientos en el orden material y espiritual, que catalizó esta simbiosis indo hispánica constituyendo en sí mismo un factor de unidad, de paz, de consuelo, y certidumbre, fermento para la creación de nuevos pueblos en un hito histórico que no ha tenido parangón en ningún otra parte del mundo, es como lo escribiera Manuel Vargas de la Torre en su libro “La Virgen que forjó una Patria” , Patria que recibió de sus manos en el Tepeyac un regalo divino, teniendo como mensajero a un humilde indígena ya cristiano originario de Cuautitlán llamado Juan Diego, en el cual quedan representados todos los habitantes de la nueva nación, y por extrapolación todos aquellos que sin importar su nacionalidad creen profunda y realmente en el hecho histórico por un lado y milagroso por el otro de que esa imagen que quedó plasmada en la tilma o ayate de aquél indígena al cual le fue pedida una prueba de aquello que decía, y que al desdoblar su manto lleno de rosas dio a ver una imagen que no es sino la imagen real y benevolente de la Madre de Dios  que tomara los rasgos característicos del mestizaje para pedirnos un templo justo en ese lugar que muchos años antes había sido el sustento de aquella señal de la peregrinación de Aztlán y que ordenara Huitzilopochtli.

He ahí la frase de Benedicto XIV que vio como el suelo de México había sido testigo de este acontecimiento por demás singular y trascendente, y que como segundo aspecto dentro de este suceso que no solo el correspondiente al origen sobrenatural del mismo, está la magnificencia científica que conlleva el estudio de lo plasmado en la tilma, que nos demuestra por diferentes estudios a lo largo de los siglos subsecuentes que esta obra es imposible que haya sido pintada por autor humano alguno, por lo que está considerada como una acheròpita o  achiròpita, término utilizado en la iconografía bizantina que tiene como significado “no hecho a mano” y que es empleado para catalogar a aquellas imágenes de tipo religioso que no tienen una autoría humana, que no ha sido elaborada por manos del hombre, y por ende tienen una origen milagroso o divino.

Estas reliquias se conocen en el mundo tres:

La Sábana Santa de Turín, Santo Sudario o Sindone; tela de lino que fue colocada sobre el cuerpo de Jesucristo en el momento de depositarlo en la gruta  después de la crucifixión y que al momento de su resurrección por el efecto de la luz quedó plasmada como una radiografía los rasgos de su cuerpo y que está resguardado desde finales del siglo XVII en la capilla de la Sábana Santa de la Catedral de Turín.

El Paño de la Verónica; la sexta estación del Vía Crucis nos habla de aquel lienzo con el que una mujer llamada Verónica  se abrió paso entre la multitud que observaba como Jesucristo  con la cruz a cuestas iba camino al calvario para en un momento de una de aquellas caídas se acercara a él  movida de compasión enjugando con un paño aquel rostro lleno de sudor, sangre, tierra, saliva, sorprendiendo a todos al dejar en manos de dicha mujer ese lienzo con el rostro de Jesús. En la actualidad hay diversas versiones de donde se encuentra aquella segunda acheròpita, lo cierto es que no está ya a la vista de todos.

La tercera reliquia divina no hecha por el hombre está muy cerca de nosotros y no solo eso,  al alcance de la vista de todo peregrino que desee visitar aquel santuario que en 1531 en su cuarta aparición una fría mañana pidió al indio Juan Diego que solicitara se le construyera ahí en ese lugar, en aquél cerro que dominaba todo el Anáhuac y que sería el fermento de una nueva nacionalidad. Ante la incredulidad de las autoridades eclesiásticas sobre lo que aquel indio decía, la prueba mayor fue dejar plasmada su imagen en su ayate conservado a la fecha; donde se han practicado variedad de estudios científicos que demuestran su autenticidad en diversos aspectos como durabilidad de la tela, el no encontrar rastro de pintura ni de pinceles, las revelaciones de los estudios oftalmológicos, el número y disposición de las estrellas del manto que corresponden a la exacta configuración que presentaba el cielo en aquél día del milagro, aunado a no ser dañada ni por ácido muriático vertido por error, como salir ilesa de aquel atentado por bomba en 1921.

Hoy que celebramos un aniversario más de aquel milagro de las rosas y ante una pandemia que ha puesto en vilo al mundo con su persistencia y enorme letalidad, podemos meditar unos momentos y recordar aquellas cariñosas palabras con que la Virgen se dirigió a Juan Diego cuando preso de incertidumbre le temía: ¿No estoy yo aquí que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra?, ¿No estás por ventura en mi regazo? Dulces palabras que nos dan tranquilidad y consuelo, de alguien que quiso quedarse en nuestra patria para que en tiempos de incertidumbre busquemos su rostro y obtengamos paz en nuestro corazón.

“Non Fecit Taliter Onmni Nationi” (No hizo cosa igual con otra nación)

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