LA TERQUEDAD DE LOS CONSPIRANOICOS

Véritas Liberabit Vos

Por Daniel Aceves Rodríguez

Corría el año de 1959, en plena Guerra Fría cuando en un hogar de Moscú una pareja de virólogos que en aquel entonces buscaba afanosamente encontrar una cura para aquella terrible enfermedad llamada  poliomielitis, decidió probar el resultado de los estudios con sus propios hijos.

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Los virólogos soviéticos Mikhail Chumakov y su esposa Voroshilova habían recibido alguna variedad de virus  cepas atenuadas de las que ya se habían estudiado primero por el estadounidense Jonas Salk quien había ya elaborado una vacuna basada en virus inactivos, solo que su aplicación por ser inyectable se complicaba para poder llegar a los países más necesitados, paralelo a ello Albert Sabin ya probaba una vacuna con polivirus vivo pero atenuado el cual a diferencia de la de Salk era en forma oral, sin embargo en los Estados unidos se dudaba asumir la responsabilidad de que este tipo de ensayo con virus vivo fuera adecuado.

 Así que en pro de la ciencia y de la salud humana, esta pareja de microbiólogos tomó la decisión de probar el producto de las investigaciones con sus propios hijos, ellos estaban seguro de las bondades de esta fórmula y la vida de millones de seres humanos estaba en juego y lo requería, ellos ya se  habían inoculado pero se sabía que esta vacuna era destinada especialmente para la población infantil, por lo que una tarde del otoño soviético colocaron en fila a sus tres hijos pequeños y algunos de sus sobrinos que de la mano maternal fueron recibiendo cada uno en su boca un terroncito de azúcar que en su interior contenía el polivirus atenuado.

Era el principio de lo que el mundo necesitaba, la probidad de los resultados de la misma hicieron que en los años sesentas los estudios de Salk y Sabin fueran la protección fundamental para el mundo entero y que hoy a sesenta años de aquellas heroicas historias junto a labores intensos de grandes hombres y asociaciones como la de nuestro compatriota el Dr. Carlos Canseco destacado rotario que impulsó mundialmente la campaña de Polio plus han erradicado prácticamente esta enfermedad de la faz de la tierra.

La noticia de que en la Unión Soviética se hubiese probado  en seres humanos un medicamento para revisar sus efectos no es algo extraño para los cosacos, es famosa la historia de que su soberana Catalina II o también conocida como Catalina la Grande preocupada por el avance de la viruela no solo en su Imperio sino en el mundo conocido y no queriendo pasar por la misma situación de su esposo el monarca Pedro III víctima de esta epidemia, supo de los avances que un médico británico de nombre Thomas Dinsdale que había desarrollado un medicamento que empezaba a probar discretamente, lo hizo traer a Rusia y ordenó a más de 150 miembros de su corte que encabezada por ella recibirían directamente la dosis  especificada, los resultados fueron los deseados y su intención fue promoverla allende las fronteras, pero fue visto que otros monarcas no fueron tan arriesgados y un ejemplo fue el deceso del Rey Luis XV consumido por la viruela habiendo desoído las recomendaciones de su homóloga rusa.

Hoy que el mundo se abate ante una pandemia tan dolorosa y contumaz, estos recuerdos sirven como fundamento principal para hacernos entender que ante esta adversidad siempre habrá personas que de una manera u otra busquen con lo que la ciencia de su momento esté al  alcance una esperanza que pueda brindarle a la sociedad un remedio para combatir y enfrentar médicamente este flagelo que ha generado a su paso más de ochocientas mil muertes desde que en diciembre se detectó el primer caso en China, aquí no importan los colores o ideologías de quien la estudie o genere, las filiaciones políticas o intereses de control o dominio que puedan resultar de su desarrollo y aplicación, aquí es la vida humana la que está en juego, no es una carrera por ver quién llega primero a la luna o quién desarrolla un armamento más letal, aquí es la oportunidad de que la inteligencia humana se ponga de acuerdo para traer un bien común al prójimo, la cura o protección de quién la reciba no tiene bandera o boletas electorales.

Por eso la estulticia feroz se demuestra en la serie de ataques que ha recibido la noticia dada por el Ministerio de Salud ruso y por el propio Presidente Putin de que sus  Laboratorios Gamaleya habían registrado la primer vacuna intravenosa para combatir el Coronavirus y que en honor al primer satélite enviado por este país la habían denominado Sputnik V ya en su fase tercera para que en pocos meses pueda ser utilizada en la población civil.

De nuevo se escucha en los medios la teoría de la conspiración, de que la pandemia es un invento del Nuevo orden Mundial, una estrategia de los Iluminatti, una forma de control para la humanidad, que porqué Rusia y la caterva de quejas continúa tan así que después de tantas evidencias aún hay grupos que se oponen a usar cubre bocas o a minimizar cualquier medida adoptada por los países o los Estados, la misma terquedad que nos ha agobiado y hecho lamentar históricamente muertes y dolor.

El mundo está esperanzado porque las grandes instituciones dedicadas a la investigación como las de los Estados Unidos, Inglaterra, China, Israel, la propia Rusia puedan desarrollar lo que la ciencia médica establezca para la prevención y combate a esta pandemia, los espíritus nobles no distinguen la procedencia del mismo si este es para bien de la humanidad, ahorita deben de quedar atrás todos los posicionamientos políticos e ideológicos que nos limitan para dar mérito a tal o cual avance, aún no ha salido como tal y ya se ha defenestrado su origen y valor; igual ocurrió en la carrera por llegar a la luna (claro que esto es diferente) donde ya se festinaba que los soviéticos estaban a un paso de lograrlo cuando los estadounidenses en 1969 enclavaron la bandera de las barras y estrellas en el Mar de la tranquilidad lunar, será que el Apolo XII vuelva a superar al Sputnik V?

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