Véritas Liberabit Vos
Con toda la base histórica y teológica predecía el avance del islamismo que veía que fortalecía sus creencias y exacerbaba sus objetivos, ante una civilización que se debilitaba en sus valores y se dejaba seducir por una vida más cómoda y con poco tiempo para poder medir las pulsaciones que ocurren en el mundo y que van dando un cauce de acontecimientos donde solo perece que se percibe la punta del iceberg pero que se deja por oculto la fortaleza de las bases que la sostienen.
Para nadie es ya un secreto que el Estado islámico a más de ocho años de que se tienen noticias de él, se ha convertido en un punto principal de consideración como organización terrorista que ha puesto en jaque a las grandes potencias del orbe como lo son Estados Unidos, Rusia, Francia quienes a la fecha no encuentran una forma unida y concreta de hacer frente a esta fuerza religiosa, milenarista y escatológica que pretende el regreso al Islam original con el establecimiento del Octavo Califato; en este caso representado por el califa Al-Baghdadi quién como descendiente de Mahoma restaurará el territorio donde emanarán todas las leyes y decretos.
Estas razones más bien de corte ideológico, son pudiéramos entender así, la principal etiología del crecimiento en adeptos a la causa que ha tenido el EI por parte de jóvenes musulmanes que viven en países occidentales y que se enlistan en las filas de este ejército para después al grito de “Alahu Akbar” pueden cometer los actos suicidas y terroristas más audaces, tal como lo vimos en los hechos ocurridos en la ciudad de Paris y que llevan la misma tónica y dinámica de los demás atentados en distintos puntos del orbe.
Siendo así las cosas podemos entender que la yihad o guerra santa, es un argumento por demás excelso y seductor para estos jóvenes sobre todo los de origen sunitas en Irak que como consecuencia de la caída de Sadam Hussein provocada por los Estados Unidos quedaron relegados por el gobierno chiita y ahora ante este panorama resurge su deseo de dominio, situación que impera en Siria ya que una minoría chiita a la cual pertenece el Presidente Asad domina a los sunitas que son mayoría, lo cual ha provocado una guerra civil que ya ha generado miles de muertos y más de 15 millones de desplazados.
Estas diferencias étnico religiosas llevan un contexto histórico muy parecido a lo ocurrido con el conflicto del Medio oriente entre Israel y los Palestinos, ya que posterior a la Primera Guerra Mundial el tratado Sykes-Picot del Tratado de Versalles dio forma a las naciones de Irak y de Siria otrora integrantes del Imperio Turco Otomano, instauradas ambas sin tomar en cuenta las raíces diferentes y contrastantes de sus habitantes considerando que el dominio francés e inglés sería suficiente, pero la respuesta es que hoy a un siglo de la misma está cobrando la factura bajo el signo de las animosidades y conflictos históricos.
Y mientras el Estado Islámico enarbola ante sus correligionarios la bandera que hace que cada día más adeptos engrosen sus filas, las potencias principales Estados Unidos y Rusia siguen sin poder ponerse de acuerdo en la forma más eficiente de enfrentar el terrorismo, y más con acontecimientos como el derribo de un avión de combate ruso por las huestes turcas, ha empantanado más la actitud de Vladimir Putin, cuando ya se vislumbraba una fuerte alianza de más de veinte naciones y otros gobiernos locales y regionales que podrían hacer causa común ante este difícil combate al terrorismo y a lo que representa el Estado Islámico que va más allá de un simple grupo terrorista.