México y las olimpiadas

Véritas Liberabit Vos

Las Olimpiadas, la mayor justa deportiva internacional multidisciplinaria no deja de ser un evento que cada cuatro años atrae las miradas de la mayor parte de los televidentes y genera en el corazón de los mexicanos una esperanza de ver brillar a nuestro país por medio de un atleta que logre subir al pódium y colgarse al cuello alguna medalla, emoción solo comparada con el impulso que genera la participación de nuestra selección nacional de futbol  en los mundiales de este deporte luchando por lograr llegar al deseado quinto partido.

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Y así con esa ilusión que albergamos al inicio de la justa olímpica, de igual forma se va diluyendo al ver como nuestros atletas van siendo eliminados de las pruebas clasificatorias o quedando muy por debajo de los resultados esperados, reconociendo que difícilmente podemos ser un potencia mundial en el deporte y que nuestros niños que viven por primera vez un encuentro olímpico no sabrán tal vez lo que significa escuchar el Himno Nacional y ver elevarse nuestro lábaro patrio tras la consecución de una presea dorada.

Platicando el fin de semana comentaba que soy de esa generación que le tocó vivir las Olimpiadas realizadas en nuestro país en 1968 después de que Tokio 1964 había sido el primer evento televisado vía satélite, en México 68 ya era toda una realidad en muchos comercios y hogares la televisión, razón por la cual fue una experiencia formidable; su inauguración aunque nunca comparable a la parafernalia derrochada en las inauguraciones de las olimpiadas actuales, la de México fue un evento sobrio, marcial, con un maravilloso sonido de fanfarrias y el vuelo de cientos de palomas blancas que cruzaban el nítido cielo en señal de paz y compañerismo, donde por primera vez una mujer Enriqueta Basilio subía los escalones del estadio Olímpico para encender el pebetero demostrándole al mundo que México era un país (el primero de América Latina) en ser sede olímpica con la mejor preparación y coordinación antes vista.

Estas Olimpiadas quedaron en la historia no solo por su excelente organización, por los records que se rompieron a pesar de la influencia que se decía tendría en ello la altura de México, queda para la historia el famoso saludo del “black power” de los atletas de color estadounidenses Tommie Smith y John Carlos, la coronación de la reina de la gimnasia Vera Caslavska y aquellas hazañas del famoso Sargento Pedraza que con más corazón que técnica llegaba en un segundo lugar en la caminata, aquél sorpresivo triunfo de Felipe “el tibio” Muñoz en natación y ver correr sus lágrimas de emoción al escuchar el Himno Nacional, unido a las dos medallas de oro en Box de los púgiles Ricardo Delgado y Antonio Roldán, que junto a Esgrima, Clavados y Equitación dieron 9 medallas (tres de oro, tres de plata y tres de bronce)

Munich 1972 fue ensombrecido por el atentado terrorista fruto de las pugnas del Medio Oriente donde murieron 9 rehenes israelíes, 5 palestinos y un policía alemán, en esas olimpiadas donde brillo la figura del nadador norteamericano Mark Spitz al conseguir 7 medallas de oro, México consiguió solo una medalla, la de plata en los guantes del pugilista Alfonso Zamora posteriormente campeón Mundial de la categoría gallo.

En Montreal 1976 las Olimpiadas de la nueva reina de la Gimnasia una jovencita rumana de 14 años enamoraba al mundo con su gracia, estilo y flexibilidad obteniendo siete calificaciones perfectas de 10 en sus evoluciones, dándole así un giro diferente a la forma de ejecutar esa disciplina; es ahí cuando la escuela del polaco naturalizado mexicano Jerzy Hausleber “padre de la marcha atlética nacional” empieza a dar sus frutos y México domina esta disciplina por varios años que le alcanza para obtener en esa justa oro con Daniel Bautista y lograr oros en Los Ángeles 1984 con Raúl González y Ernesto Canto, plata con el mismo Raúl González así como la plata en Barcelona 1992 con Carlos Mercenario, bronce en Atlanta 1996 con Bernardo Segura y plata y bronce con Noé Hernández y Joel Sánchez respectivamente en Sídney 2000.

Moscú 1980 y Los Ángeles 1984 estuvieron marcadas por los coletazos de la Guerra Fría, en Moscú la delegación estadounidense decretó un boicot por la invasión de la URSS a Afganistán y cuatro años después el bloque socialista hizo lo propio con la organización de los Estados Unidos, en Seúl 1998 fueron los últimos juegos olímpicos de la guerra fría ya no hubo boicots pero en el mundo se vislumbraba ya un reacomodo geopolítico.

A partir de Barcelona 1992 los aires de un nuevo orden mundial marcaban la fastuosidad de dicha competición, un arquero encendía el pebetero con una flecha lanzada con precisión, las repúblicas soviéticas competían bajo el escudo olímpico en un Equipo Unificado y un Dream Team de basquetbol norteamericano hacía las delicias de todos con un Michael Jordan en su mayor expresión., lo mismo que en Atlanta 1996 cuando un Mohammed Alí (oro en Roma 1960) enciende con los visibles estragos del Mal de Parkinson la llama olímpica.

Sídney 2000 nos congratula con una Soraya Jiménez que consigue oro en halterofilia y la nueva generación de clavadistas y la disciplina de Taekwondo nos trajo satisfacciones en Atenas 2004 y Beijín 2008, sin olvidar el triunfo olímpico de la selección de futbol en Londres 2012.

Si, hoy vivimos una nueva generación de atletas, (Michael Pelphs, Usaín Bolt) de formas nuevas de entrenar, de uniformes ultra dinámicos, de cronómetros exactos y de alimentaciones macrobióticas a las cuales nos tenemos que ajustar y poner a lo orden en disciplina y planeación para estar a la altura en aquellas categorías donde podamos competir, uniendo así técnica, preparación y  sobre todo corazón porque si hablamos delos mexicanos lo tenemos y de sobra.

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