MI PATRIA EN TRES POESÍAS

Por Daniel Aceves Rodríguez

Dentro de la Poesía Patria logro destacar tres excelentes manifestaciones y sentidas expresiones de un fervor nacional unidas a un raigambre de sólido amor, reciedumbre y trascendencia hacia el suelo que nos vio nacer, así como un llamado a la conciencia de cada uno de nosotros a través de las vicisitudes por las que el devenir de la historia ha fraguado y conformado una a una cada parte de lo que hoy llamamos México, y que es sinónimo del más puro sentir hacia ese terruño que nos ha visto vivir.

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Estas tres obras a las que me refiero están encabezadas en primer término por la obra que es  más conocida ya que indudablemente en la mayoría de las ceremonias patrias se deja escuchar su incomparable letra, me refiero al Credo o más conocida como “México Creo en Ti” del vate yucateco Ricardo López Méndez quien allá por el año de 1940 en plena transición de nuestro país, sumido el mundo en la consternación de una Segunda Guerra Mundial, hizo florecer el nacionalismo y en doce estrofas nos da un legado profundo que enaltece a nuestro suelo, lo agiganta ante cualquier enemigo e insta a todos los mexicanos a defenderlo de todo aquel intento por volverlo ajeno, su contenido amplio en adjetivos seguramente nos llegó a emocionar y alguna de estas estrofas se guardó en nuestra mente y al evocarlo  nos es familiar.

La segunda poesía de tema patrio que menciono es la escrita por Monseñor Vicente María Camacho y Moya tapatío que fue testigo fiel de aquella lucha epopéyica conocida como la Cristiada que se desarrolló en México de 1926 a 1929 donde la intransigencia de las leyes aplicadas en forma irredenta provocaron el cierre de templos y la consiguiente reacción del pueblo católico mexicano que se levantó en armas en defensa de su fe. Justo en esos años Monseñor Camacho fue nombrado Obispo de Tabasco, Estado gobernado por Tomás Garrido Canabal de un vitando sentimiento hacia el clero, situación que impidió la llegada de este obispo a su diócesis, estando en el exilio de su pluma emergió un poema titulado “Por Ella” donde al igual que la anterior es más conocida como “¿Qué queda de Mi Patria?” doliente expresión que en las primeras diez estrofas nos plantea una Patria llena de nubarrones y barruntos que duelen en la conciencia, tal como en esos momentos podríase ver a nuestro México batiéndose en duelo entre conciudadanos donde las libertades eran pisoteadas en aras de un afán inexplicablemente jacobino y belicoso; las últimas tres estrofas son un canto a la defensa de la fe y de la nación, tres estrofas que son un bálsamo de esperanza y una arenga al corazón de cualquier mexicano, muy bonita poesía que difícilmente la he podido escuchar en eventos públicos pero que engloba en sí un profundo sentir de nacionalismo y fe.

La tercer obra es producto de un poeta que plasmó estampas bellas de la Revolución Mexicana me refiero al zacatecano oriundo de Jerez; Ramón López Velarde que en su corta trayectoria (murió a los 33 años) fue considerado como el poeta nacional, su obra escrita en 1921 meses antes de su fallecimiento fue hecha con motivo al festejo del centenario de la consumación de la Independencia, me refiero al Poema “Suave Patria” que es una composición que pareciera una obra de teatro con un proemio, un primer acto, un intermedio (llamado Cuauhtémoc) y un segundo acto, donde nos manifiesta de una hermosa manera su visión de la Patria.

 En su proemio introduce el deseo de cantarle al suelo que lo vio nacer y que con profundo amor desea regalarle una postrer e idílica remembranza de lo que para él es México, queda su filigrana de dulzura e idolatría en las líneas que al calce expresa: “Diré con una épica sordina: la Patria es impecable y diamantina”, en su primer acto es una oda a las riquezas del subsuelo que lo dotaron cual cornucopia de las mayores riquezas de flora y fauna, así como de sus tradiciones y costumbres que de manera por demás sibilina deja entrever en cada nota cuajada de sabores y aromas tradicionales.

El intermedio es un canto a los mayores, a los ancestros y todos los que moldearon y regaron con agua y sangre la fértil campiña para así legarnos este suelo libre y lleno de una historia por demás inspiradora y atrayente, fruto del encuentro de los caballeros águila y del estaño español, refrendando la egregia figura del último tlatoani “El águila que cae” que viene a representar el fin de una etapa que nos dio su raíz y que da un paso a una nacionalidad mestiza que profesa su fe y defiende su origen.

El segundo acto se considera todo un reconocimiento a la mujer “Suave Patria, tu vales por el río de las virtudes de tu mujerío…” no podía quedar sin mención arropado en versos que son todo un deleite tal vez con un supino dejo de nostalgia pero con un profundo aprecio por el candor, ternura y valentía de la mujer mexicana, así mismo un clamor por los símbolos que nos identifican como el Palacio Nacional, las ferias multicolores, la banda presidencial, su barro, su plata, el atrayente olor de pan recién horneado, las palmas bendecidas y la fidelidad propia al suelo nacional.

Tres obras de diferente estampa pero todas ellas impregnadas de un profundo amor y respeto por nuestro México que muy recomendable sería volverlas a repasar para que sean conocidas por las nuevas generaciones.

Suave Patria, te amo no cual mito

Sino por tu verdad de pan bendito

Como a niña que asoma por la reja

Con la blusa corrida hasta la oreja

Y la falda bajada hasta el huesito

Estampas de nuestro México Independiente.

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