Miradas que silencian, golpes que matan, la historia de Katia

Simples Deducciones

Ni siquiera recuerdo cómo inicio, sí, creo fue con la mirada aquella dura y que al inicio me pareció conocida, después recordé que mi papá así veía a mi mamá cuando algo no le parecía y luego venían los gritos, los empujones y los golpes; qué podía hacer, crecí y pensé que era normal que el hombre de la casa tratara así a las mujeres, con violencia, con gritos”, es Katia, así a secas, quien mientras me cuenta no toca la taza de café y retuerce sus dedos hasta hacerlos perder su color rosado y dejarlos blancos, hace fresco, pero ella tiene un ligero sudor en la frente, “es el miedo a mis recuerdos”, lo dice en un murmullo audible.

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El viernes pasado fue el día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, Katia ni sabía que existía algo así, dice que el infierno que vivió no quiere que lo repita su hija, “por ella pedí ayuda a la única amiga que me quedaba, me ayudó a irme de Nayarit hace 10 años, vivo lejos de aquí aunque los recuerdos y algunas cicatrices a diario me recuerdan que pude haber muerto; he dejado de decirle princesa a mi hija porque así nos decía mi papá y después nos pegaba, trato de ser ahora a sus 13 años un ejemplo y guiarla, la he alertado de todos los primeros síntomas de violencia”.

A decir de la Coordinadora del grupo parlamentario del PRD en el Congreso local, Sonia Ibarra, los datos con los que ella cuenta señalan que de cada 5 mujeres 3 son violentendas, igualmente de cada 5, 2 son muy jóvenes, con volantes en mano e instaladas en la plaza principal de Tepic, hablan con adolescentes y mujeres de toda edad que quiera escucharlas, les dicen que la violencia no es sólo de golpes, sino también de miradas, verbal, económica, “basta de eso”.

Katia aun despierta a medianoche sintiendo que se ahoga, “él apretaba mi cuello cuando obligadamente tenía yo relaciones con él, hasta casi amoratarme, cuando me soltaba yo jalaba aire con desesperación y tosía”, ella ha recurrido a terapia psicológica en el estado donde vive, “me tocó una buena patrona, poco a poco le confíe lo que pasé, me dijo que me entendía porque ella también vivió su matrimonio así, hasta que su esposo falleció en un accidente y ella nunca más ha querido casarse o juntarse, la quiero como una madre”.

Sus ojos se llenan de lágrimas cuando recuerda que con un dedo sangrando producto de la última golpiza y sin parar de temblar, le marcó a su mamá desde un teléfono público, “eché las monedas y le pedí a la virgen que ella me contestara y tuve suerte, me dijo que no podía darme asilo porque yo había escogido a mi esposo y era mejor que regresara con él, que toda mujer ocupa un hombre para que no hablen mal de ella, yo le dije que le hablaba sólo para despedirme de ella, que la odiaba por permitir que sus 3 hijas vieran el abuso al que fue sometida y que al menos a mí me marcó, se quedó callada, muda, y me colgó”.

Le pregunto qué le diría ella a esas mujeres que hoy atraviesan por situación de violencia, “que el valiente vive hasta que el cobarde quiere, yo supe que físicamente no podría enfrentarlo, que la denuncia no me iba a servir mas que para incrementar sus golpes y dejarnos sin comer a mi hija y a mí más de un día, le velé el sueño como dicen y agarré a mi hija, la abracé fuerte una noche antes de huir y le prometí que a ella ni su padre, ni nadie le pondría una mano encima, me salí sólo con lo que traía puesto, mi amiga me llevó ropa para mi hija y para mí, me dio el boleto de un camión y me contactó con una prima de ella, lejos de aquí, allá vivo”.

Me da curiosidad saber, sí ella buscó saber de él, de su agresor, dice que, “tuve que,  porque fue a mi casa, armó un escándalo a mis papás, mi mamá buscó a mi amiga, asustada porque él le dijo que sacara información de a dónde me fui, en qué casa estaba, mi amiga negó que supiera algo de mí y supe que él su fue a Estados Unidos, a Dios le pido todos los días nunca mas volver a verlo”.

Es la primera vez que Katia regresa a Nayarit en 10 años, no llegó a Tepic, sino a un destino turístico con su hija a pasar unos días de descanso, “todo el camino vine temblando, pero debo enfrentar mis miedos, ahora también sé que lo que yo viví, está penalizado y hay más protección, estoy aquí con temor pero debo salir adelante y regresar al estado, que a pesar de todo lo llevo en mi corazón y mi hija tiene derecho a conocer mi tierra, su tierra”.

Le agradezco que me haya permitido visitarla y que me abriera el pasado que no puede olvidar, sobretodo cuando con sus dedos temblorosos toca la parte interna de su brazo izquierdo, tiene una marcada cicatriz, producto de que su agresor le pegara una plancha caliente porque una camisa tenía una arruga en el cuello; Katia apenas rebasa los 35, sus ojos cafés no me sostuvieron la mirada mas de 20 segundos continuos, es nerviosa y pasea sus ojos por cualquier rostro masculino.

Me levanto y le extiendo la mano para despedirme, duda en dármela y me dice que no es porque no quiera hacerlo, “me duele porque a veces me presionan y los dedos que me quebró me lastiman”, me alejo con un malestar en el estómago, me cuestiono el por qué nos creemos dueños de las vidas ajenas y abusamos de la fragilidad de otros.

Me alegra que Katia, quien con trabajos concluyó la primaria, haya sido lo suficientemente lista para entender que podría terminar muerta sí se hubiera quedado, más gusto siento que ella no haya sido como su madre y repitiera dicho ejemplo permitiendo a su hija que pasara por esos indeseables momentos, a pesar de todo la admiro y mucho. Mándame tus comentarios dudas y sugerencias a mi Facebook Juan Félix Chávez Flores o a mi correo electrónico juanfechavez@gmail.com

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