Mujeres en el corazón de Amado Nervo

En ocasión de un aniversario más de la fecha de nacimiento de Amado Nervo en Tepic, el día 27 de agosto de 1870, escribiré algunos datos que se me vienen a la memoria respecto a la vida amorosa del poeta tepiqueño.

Por razones más que suficientes, a Nervo se le relacionan sus más fervorosos sentimientos a la francesa Ana Cecilia Daillez, “La Amada Inmóvil”.

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Pero la historia de amores del célebre aeda, no inició ni terminó con Anita, como él le llamaba.

En Zamora, con dolores arceo

Nervo llegó al Colegio de Zamora en 1877 para proseguir sus estudios rumbo al sacerdocio. Llevaba los mejores promedios y era por consiguiente el alumno más destacado, sobre todo en Idiomas, Teología y Arte.

En las calles de Zamora, Nervo de 17 años de edad, llevado como remolino a un amor platónico por una bellísima vecinita de 12 años, decide que su amor no subiría al cielo sino que lo entregaría al mundo real. Ésa, su primer musa, era la señorita Dolores Arceo, que dos años después de conocer a Nervo, (Lolita ya tiene 14 años en 1879), se convierte en la prometida de un abogado liberal, de familias muy conocidas y cultas de Zamora, el licenciado David Méndez.

Del futuro matrimonio entre Dolores Arceo y David Méndez, nace el onceavo y último hijo, Sergio Méndez Arceo, el único católico de ellos, que a la postre se convirtió en obispo, historiador e ideólogo de la Teología de la Liberación, una especie de izquierda clerical.

Esa sensación que deja entre el pueblo, una especie como de noviazgo precoz entre Lolita y Nervo, produce escándalos en la sociedad de Zamora. Debe habérsele prohibido al tepiqueño ver más a Lolita, y de berrinche se acerca con una pariente de los Méndez, la señorita Antonia Méndez, con quien formaliza, sí, un noviazgo prometedor. A Lolita y a Antonia Méndez, les dedica letras en sus primeros datos autobiográficos y versos en su temprano libro “Mañana del Poeta”.

Un buen día, ya con la familia de los liberales Méndez encima, el padre Mora del Río rector del colegio, insta a Amado Nervo a que marchase a la ciudad de México a continuar sus estudios. Nervo sabe que la instrucción de su querido maestro es que salga de Zamora, ya que los rumores enfadaron a los parientes de las dos muchachas. Nervo no va a la capital, abandona sus estudios, decide regresar por un tiempo a Tepic, y lleva el plan de vivir en Mazatlán, ya libre de sus candados religiosos y a tiempo de olvidar a Dolores Arceo, su primer gran amor y a quien pienso, como todo amante vivo en este mundo, que nunca la olvidó hasta su último suspiro.

En Tepic

De regreso a Tepic, Amado Nervo tuvo una corta estancia, pero se permitió amistar a cuanta damita de la sociedad encontró en aquella diminuta cabecera del territorio. Mariana Ponce de León, Conchita Aguirre y María Cueto presumían de que Nervo les hizo versos. Pero el poeta gustaba de pasear a caballo por cuanto camino se encontraba, en compañía de otra Dolores, casualmente, la tepiqueña Dolores Escutia que después se convierte en viuda de Lanzagorta.

En Mazatlán

Estando en Mazatlán, Nervo vuelve a ver a Dolores Escutia, quien le presenta a sus amigas, también tepiqueñas, Elena Hidalgo y Carmen Menchaca.

En una posada donde estuvo hospedado junto a su hermano Luis, Amado Nervo conoce a la hija de la propietaria del mesón, la señorita Lucrecia Paredes, a quien corteja, conquista y dedica el poema 23 de “Perlas Negras”.

Ciudad de México

Cuando Nervo ha decidido viajar y vivir en la ciudad de México antes del fin del siglo XIX, se le conoce fama de mujeriego en el mundo de la nota social y cultural, pero es a una francesa a quien otra vez le dedica su mundillo sentimental. Es por ella, (se ignora el nombre), que un día va y menciona a Rafael Reyes Spíndola, su director en “El Mundo Ilustrado”, que quería suicidarse y el periodista le dice que mejor vaya a París, de reportero, a cubrir la famosa Exposición Mundial de 1900.

En Europa

En París, Nervo conoce y amista por conducto de amigos latinos que habían viajado con él, o que ya vivían allá a la actriz Lola Noyrr, (otra vez Lola), con quien intercambia sonrisas comprometidas. Luego va de visita a casa de un millonario y conquista a una argelina de nombre Matilde y la enyerba con chistes atrevidos.

En agosto de1901, Nervo entonces, conoce a Ana Cecilia Daillez, por lo que tiene que dejar de ver a sus amigas mexicanas, Martha Bavid, Dora y Amelia. Martha Bavid, entregada a la poesía del tepiqueño, de plano fue cortada por Nervo, debido a que éste, ya había jurado amor “para siempre” con la que después sería La Amada Inmóvil.

Ana muere en enero de1912, y rápidamente el poeta quiere llenar su hueco afectivo, viendo crecer a su hijastra Margarita. Esa historia no tiene otro final más que la idealidad de Nervo por esa bella francesita, la hija de la amada, a la que le superaba con 30 años de edad. Margarita Daillez puso fin a las constates peticiones de Nervo, diciéndole:

-No te puedo decir ‘te quiero’, sin añadir papá-

Las relaciones amorosas de Nervo reaparecen hasta que será nombrado embajador para Argentina y Uruguay, y tan luego de llegar allá en un azaroso viaje, en Buenos Aires le espera su postrer amor.

Con la tía del “Che” Guevara

El tema de la vida amorosa de Amado Nervo es inagotable. Pero es poco conocido hasta ahora el capítulo que acerca a Nervo con la señorita argentina Carmen de la Serna, a quien conoció en casa del declamador bonaerense Carlos Carrizo, en los primeros meses del año de su muerte, o sea, en 1919.

Carrizo gustaba de leer en voz alta los poemas de Nervo para amenizar tertulias en presencia de invitados e invitadas especiales.

Obviamente Nervo ya estaba muy enfermo, pero de pie. Desde su llegada a Río de la Plata le llovieron invitaciones a eventos tanto públicos como privados. Y Nervo, conquistador como siempre con su sagacidad verbal, puso sus ojos y su último aliento, (La Última Luna, escribiría al final), en la hermosa Carmen de la Serna a quien acompañaba siempre su hermana menor, Celia de la Serna.

De Carmen le encantaban a Amado “su voz de oro, su risa tan peculiar, su frente serena, sus ojos claros, sus largas manos elegantes”. Dicen que de Carmen se prendó, y empezó a desarrollarse una amorosa amistad, si se puede decir así a un romance platónico.

A Carmen le escribe agónicamente:

“Consuma, pues, tú obra divina, bien amada,

Ábreme al fin los brazos como inmensa morada

En donde en paz repose mi fiel corazón triste,

..¡y que Dios te bendiga por el don que me hiciste!”

Queda por decir simplemente que de buena familia, educada y lectora, Carmen de la Serna quedó en la historia de Nervo como su última musa.

Su hermana Celia de la Serna, la menor, alcanzando la edad precisa para el amor, y llegando a la virtud de la procreación, dio a la vida a un varón de nombre Ernesto, que por su apellido paterno fue Ernesto Guevara y por nombre completo, Ernesto Guevara de la Serna, quien apodado varios años después “El Che Guevara”, ayudó a Fidel Castro a consolidar la revolución de Cuba.

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