PARA EMPEZAR EL AÑO

LA VERDAD… SEA DICHA/Martín Elías Robles

     Qué tal, amigo lector; hoy damos comienzo a un nuevo año repleto de esperanzas, con la intención de que este sea mejor que el que se fue. Vayamos pues con bríos a enfrentar esta nueva aventura de nuestra existencia. En mi paso por la vida he aprendido que estos días suelen ser muy especiales, mágicos, esperanzadores, y colmados de una vibra positiva. En estas fechas, la mayoría de las personas ya tenemos un sinfín de proyectos que esperamos poder cumplir a propósito del año nuevo. Atrás dejamos todos los malos momentos y las metas no alcanzadas. Luego de un repaso por nuestra vida, decidimos que a partir de hoy, lo que sigue es punto y aparte. El escritor Og Mandino, respecto al tema escribió algunos pensamientos que aún recuerdo, palabras más, palabras menos, expresó: “La última vez que visitamos la Iglesia, fue para dar gracias por las bendiciones recibidas: la compra de una casa, la carrera universitaria, un buen trabajo, la  salud, el amor, y tantos bellos instantes que nos llenaron de suma alegría. Pero tal vez también deberíamos agradecer por las cosas malas que gracias a Dios no nos tocaron: una enfermedad incurable, una deuda impagable, una catástrofe climatológica, por decir algo. Cada quien tendrá su muy personal opinión sobre esta lista, de acuerdo a sus realizaciones de vida. Pero echar un vistazo a las desgracias que no tuvimos, también es una forma de valorar muchas de las cosas bellas que disfrutamos desde el momento en que nacemos, y en las que a veces ni siquiera pensamos. Por estos días, uno de nuestros principales objetivos debiera ser la búsqueda constante de la felicidad basada en la tranquilidad, la prudencia, la salud, y el bienestar socioeconómico; claro, haciendo del dinero un complemento, no una razón de existencia. Tomando en cuenta que nuestro paso por esta vida es más que efímero, rodearnos de personas y elementos que nos ayuden a crecer en el terreno espiritual es, creo, de elemental necesidad;  vamos, en la medida de lo posible fabricarnos el bienestar, aunque a veces tengamos que lidiar con seres negativos; pero, cuánta razón tenía nuestro poeta Amado Nervo, cuando señalaba: “Cada quien es arquitecto de su propio destino.”  Ciertamente muchas de las cosas buenas o malas que nos pasan son producto de nuestro comportamiento y manera de pensar, de visualizar nuestro objetivo; quienes han estudiado por lo menos un poco de  metafísica no me dejarán mentir en el hecho de que el poder de la mente es infinito, y sólo basta idealizar algo y trabajarlo con seguridad para que se cristalice. Bueno, no todos estamos preparados para entender estas cuestiones mentales y hasta cierto punto algo etéreas. Partiendo de estos conceptos nos daremos cuenta que hasta el pensar debe ser siempre en sentido positivo...  EL RECUERDO DE UN GRAN ARTISTA. Amable lector; le voy a platicar una anécdota que viví hace algunos años, cuando me dedicaba a buscar éxito en el ambiente artístico. En una ocasión fui a visitar al maestro Armando Manzanero, al edificio de la Sociedad de Autores y Compositores de México; ya le había conocido en el Festival Nacional “México Lindo y Querido” celebrado en la Ciudad de Guadalajara Jalisco, donde luego de intercambiar algunas palabras me invitó a que le visitara en la Ciudad de México para escuchar algunas de mis canciones; así que, ni tardo ni perezoso, un buen día me aparecí en su oficina. Recuerdo que llegué con su secretaria a pedir una cita. 

Publicidad

Mi sorpresa fue que la atenta señorita me informó que con el maestro no se pedía cita, que bastaba con que el artista me viera en la recepción para que me pasara a su oficina, de tal modo que me instalé en uno de los cómodos sillones en espera del gran Armando Manzanero. Luego de algunos minutos divisé que por el pasillo venía el famoso compositor con un platito en la mano, comiéndose una quesadilla; vestía un sencillo pantalón gris oscuro, una camisa blanca y una chamarra negra que hacía juego con sus zapatos impecablemente boleados. Llegó a la puerta de su oficina, volteó, me vio, y me saludó como si fuéramos grandes amigos invitándome a pasar a su privado. Él que era una enorme personalidad del ambiente artístico se comportó de lo más sencillo; me dedicó todo el tiempo que fue necesario, creo que más de lo que yo esperaba como atención, y me despidió como si hubiera estado platicando con otra de las estrellas a las que estaba acostumbrado a tratar. Ahí entendí que los seres humanos no tenemos que hacer alarde de superioridad, ni ver a los demás por abajo del hombro; si don Armando Manzanero que era tan famoso, millonario y ampliamente reconocido en su trayectoria artística fue tan sencillo y humano, no entiendo por qué muchas personas con menos talento y reconocimiento que él, se muestran prepotentes y altaneras tratando de hacer menos a los demás. En fin, de todo hay en la viña del Señor, pero nunca es tarde para recapacitar en que, a los ojos de Dios todos somos iguales, cada quien con sus virtudes, pero todos con capacidades que nos hacen especiales y dignos de ser respetados. Recordé esta anécdota como una muestra de mi admiración al gran maestro Armando Manzanero, quien recientemente dejó de existir tras contraer la enfermedad del coronavirus. Que cosas nos depara el destino, también Yoshio, el intérprete  de mi canción en dicho festival, falleció hace algunos meses por el mismo mal. Dios nos proteja. 

Publicidad