Véritas Liberabit Vos
Este interesante dato es mencionado por uno de los principales cronistas de ese tiempo como lo fue Bernal Díaz del Castillo quien en su importante libro “Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España” en uno de sus capítulos que se titula La historia del chocolate (por cierto una muy ilustrativa narración de esa bebida considerada un elixir de los Dioses) indica que el emperador azteca Moctezuma comía todos los días pescados frescos traídos del puerto de Veracruz, acarreado a pie por los esclavos conforme a un sistema de relevos para cubrir una distancia aproximada de cuatrocientos kilómetros aproximadamente, algo similar a lo que también se sabe ocurría en el Imperio Inca con los chaquis peruanos que realizaban una trayectoria similar.
Es un dato interesante, que se rodea de una imaginación vasta y epopeyica con marcados tintes de orgullo, fidelidad y heroísmo, sin embargo al intentar llevarlo a la realidad bajo un sesudo análisis de las leyes físicas de velocidad, distancia, de los cálculos geográficos por condiciones del camino y de la resistencia humana, encontramos que esta aseveración hecha por el ilustre Díaz del Castillo puede quedar solo en eso, en una leyenda emotiva que nos alimenta en virtudes de nuestros antepasados indígenas en la virtud de la resistencia y estoicismo.
La mejor referencia que he encontrado sobre este análisis es la del destacado experto en Literatura e Historia náhuatl Miguel de León Portilla quién en su obra ”Visión de los vencidos” (1959) explica que en el Imperio azteca existían los tamemes, que eran unos cargadores entrenados desde la infancia, macehuales dedicados al transporte de mercancías ya que recordemos los caballos como medio de transporte y carga llegaron con los españoles.
Los tamemes empezaban a ejercitarse desde la infancia, transportaban en promedio 23 kilogramos y hacían un recorrido diario de 20 a 25 kilómetros antes de ser relevados, como equipo portaban una banda de cuero frontal ancha y gruesa que llevaba una cuerda de ixtle en cada extremo para sostener la carga en la espalda del tateme, además dependiente de la carga que llevaran se incluía una caja de madera con hielo que mantenían con abundante sal envuelto en hojas de maguey y conservado en paños de algodón, lo que hacía aún más pesada esta empresa.
Considerando entonces que un tateme bien ejercitado se enfrentaba ante un camino para nada favorable, el terreno no era plano, el calzado no adecuado así como una dudosa alimentación haría difícil pensar que aun imprimiendo una velocidad de 20 kilómetros por hora en jornadas de doce horas, el pescado sacado del mar en la madrugada del lunes, llegaría a la Gran Tenochtitlán en un lapso de tres días y casi de seguro ya al atardecer o de plano en la noche, y sobre todo, ¿qué pescado podría aguantar a la intemperie por más de 14 horas sin refrigeración adecuada y así llegar fresco?
Por todo lo anterior se podría argumentar que lo que el historiador Bernal Díaz del Castillo nos hablaba del pescado “de mar” que se dijo se comía fresco no era otro que el extraído de la zona del Lago de Texcoco y no precisamente del mar.
Independientemente de sus hábitos alimenticios Moctezuma II fue un gran tlatoani mexica que gobernó la Gran Tenochtitlán entre 1502 y 1520, correspondiéndole a él la importante acción de recibir a los españoles e interpretar lo que de acuerdo a sus creencias esto significaba, se tiene noticias que un 8 de noviembre de 1519 se entrevistó con Hernán Cortes.
Su muerte se data el 29 de junio de 1520 al parecer provocada por un tumulto de su pueblo que lo agredió por su supuesto entendimiento con los conquistadores, por cierto uno de sus ornamentos principales está hoy en el museo de Viena que expone orgullosamente su Penacho. Pero eso será otra interesante historia.