Caldero Político
Por lo general, a la gente común se nos dificulta reconocerlos de entrada y a veces ni siquiera nos damos cuenta de que los tenemos, hasta que ya los encumbramos. Siempre es más fácil ver los defectos de los demás pero en este caso esas fallas son muy notables por tratarse de personajes públicos, hombres o mujeres.
Las fallas comunes
De acuerdo a un criterio psicológico, entre todas esas fallas podríamos ver algunas de ellas que les complican la vida más que otras. Son los llamados ‘siete pecados capitales del carácter.
´Los especialistas explican que cuando una sola persona lleva a cuestas varios de estos pecados, ve muy afectada su vida social. Y contamos que son muchos casos de personas en esta situación.
Ejemplos: las relaciones sentimentales no funcionan bien, ya que todo el tiempo están atacando a su pareja. En el trabajo casi nunca están de acuerdo con sus superiores y compiten bruscamente con los compañeros. En pocas palabras hacen el ambiente laboral más pesado afectando a sus cercanos y hasta a sus jefes inmediatos y superiores.
Para evitar estas situaciones, los psicólogos opinan que es importante revisar el comportamiento e identificar cuáles son los principales defectos, para así empezar a mejorar cada uno de ellos poco a poco. Lo mejor, luego de reconocerlos y tener la decisión de cambiar, es pedir la ayuda de un profesional para empezar a trabajar y a fortalecer los aspectos de nuestra personalidad que cuando están débiles se convierten en grandes defectos. Pero nadie lo hace, se sienten los ‘chichos’ de la política y la última pizza del desierto.
Revisar la autoestima, qué es cómo me veo; la auto imagen que se refiere a ‘cómo creo que me ven los otros’; la auto eficacia, que significa ‘lo que yo creo que soy capaz de hacer’; y el auto concepto, que es ‘lo que yo creo de mí’.
Dice que siempre tiene la razón
Los ‘siete pecados capitales del carácter’, son éstos más o menos. 1) El jefe dice tener siempre la razón, dado que las personas que poseen esta característica siempre tienen miedo a perder en las discusiones con los demás y a veces en medio de su desesperación por ganar y convencer, hasta llegan a argumentar sus puntos de vista con el llanto para así hacerlos más contundentes. Por lo general ni siquiera escuchan las razones de las otras personas y las califican de mentiras. Se sienten solos e incomprendidos por el resto de la gente y sus frases más comunes son, “nadie me cree y nadie me entiende”. En la mayoría de los casos, son así porque desde que estaban pequeños les siguieron todos los caprichos. La única forma de convencerlos de que no siempre tienen la razón es mediante la evidencia, y muchas veces a pesar de tenerla enfrente siguen alegando que sí la tienen.
Echan la culpa a otros
Aquellos que optan por echarle la culpa a los demás de todo lo que pasa, se creen perfectos y piensan que nunca se equivocan con nada.
¿Usted conoce a algunas o algunos?
Por lo general, no son sujetos buenos para realizar trabajos en equipo pues desconfían de la eficiencia de sus compañeros y piensan que en cualquier momento cometerán errores que lo perjudicarán a ellos también. Llevan una vida sin compromisos y no son capaces de asumir las responsabilidades que se les delegan. Todo para no correr riesgos.
OJO: siempre creen que se les está acusando de algo, aunque no sea así o aunque ellos sepan que no lo hicieron, ya que por su condición de culpar a los demás sufren de cierto delirio de persecución, y cuando saben que si son responsables de lo sucedido nunca lo aceptan ante los demás.
Hacerse siempre el mártir
Son aquellas personas (políticos) que buscan que los demás siempre piensen que están mal y que les tengan lástima y sientan compasión por su situación. Les gusta sufrir y son masoquistas, para que en realidad les crean y les manifiesten algún tipo de afecto. Estos seres manipulan a la gente a través del llanto y del pesar y siempre están pensando que el resto del mundo es cruel y que se ensañó contra ellos, además de que se proyectan como mártires ante la sociedad, inconscientemente también lo hacen con ellos mismos y por eso la mayoría son hipocondríacos: necesitan sentir compasión por ellos todo el tiempo.
Por otra parte, creen que son inferiores al resto y como supuestamente siempre les pasa algo malo, buscan que los demás les ayuden en todo y a veces llegan al punto de pedirlo por caridad.
Ponen una excusa para todo
Existen políticos o funcionarios que siempre buscan agradarles a los demás y se comprometen con todo, pero como luego no están en capacidad de cumplir, se ven obligados a inventar razones para justificarse y no quedar mal. Siempre responden que lo intentaron por todos los medios, pero que les fue imposible y buscan la excusa perfecta para quedar como reyes. Estas personas, se acostumbraron a que desde niños tenían una buena explicación para no que no los reprendieran.
OJO: además son pésimos para aceptar sus errores, pues siempre le encuentran razones para justificarlos.
Siempre en tono negativo
La gente que es pesimista por naturaleza, constantemente piensa que todo le va a salir mal… Y así sucede. No tienen esperanza y no hacen planes para el futuro, ya que no creen que puedan llegar a realizarlos de forma satisfactoria. Normalmente exageran el realismo y son crueles y castigadores con ellos mismos y con quienes los rodean. Nunca se ponen metas porque no las ven viables y todo lo que les pasa o lo que tienen es malo por donde lo miren. Pocas veces le reconocen el lado bueno a algo o a alguien. Son seres llamados tóxicos.
Lo que compran o lo que les dan siempre les parece inadecuado o insuficiente. Llegan a tal punto de criticar que aunque no les parezca malo, se les convierte en un terrible vicio y no son capaces de reconocer cuando algo es bueno o cuando alguien hace las cosas bien.
Son intolerantes
Las personas con poca tolerancia se enojan con facilidad y comienzan a sentir que todo el mundo los ofende aunque no sea verdad. En Nayarit hay muchos casos de este tipo de individuos. Son muy susceptibles a los comentarios o a las molestias de los demás, aunque se trate de asuntos insignificantes. Son impacientes. No soportan el fracaso, las equivocaciones o las fallas naturales de los demás.
Su característica es que son normativos y todo tiene que salir como ellos quieren, porque de lo contrario se enfadan, se enojan y gritan y patalean. Desde luego que son muy exigentes y esperan que el resto del mundo gire a su alrededor. Cuando se molestan pueden ser rebeldes y se niegan a colaborar con los demás. Además, tienden a guardar rencores por mucho tiempo y no perdonan fácilmente. Cuando están muy enojados pueden decir cosas hirientes, aunque verdaderamente no lo sientan. Abusan de su poder y de sus decisiones de manera arbitraria.
La desconfianza anda por ahí
Muchas de estas personas son paranoicas y sienten que cualquier otro puede ser su enemigo, aunque no lo conozcan. Por lo general, consideran que todo el mundo tiene malas intenciones y que les hará daño en algún momento. Desconfían hasta de lo que comen, de lo que compran y cualquier asunto o persona es susceptible de despertar su sospecha. Tampoco creen en ellos mismos, demuestran inseguridad ante los demás y falta de confianza en lo que pueden hacer. Les cuesta mucho trabajo enamorarse o mantener por largo tiempo una relación estable. Son celosos y siempre están pensando que su compañero (a) los va a dejar de un momento a otro. A todo lo que ven le buscan la falla para demostrar que en efecto es malo. Utilizan frases como “de eso tan bueno no dan tanto”, “la gente nunca es tan buena”, “ya verá lo que pasa” o “yo se los advertí”.
Necesario cambiar
Vistas así las cosas, en la estructura y pirámide gubernamental, social o familiar, son necesarios los cambios para mejorar, para bien. Todas las personas merecen respeto, atención y cuidados. Que esta época sea viable para reflexionar y que nuestros políticos y gobernantes se transformen en seres positivos al servicio de la sociedad, sin sacar al frente sus notables defectos.
VEREMOS Y DIREMOS.