Véritas Liberabit Vos
Por Daniel Aceves Rodríguez
La cultura de nuestro país es rica en costumbres y tradiciones adecuadas a cada época del año caracterizándose igual por detalles diferentes entre una población y otra siendo cada una de ellas delicia, admiración y motivo de estudio de otras culturas allende las fronteras.
Y el mes de diciembre no se puede quedar atrás, su rica gama de festejos para celebrar la Navidad es tal, que ha quedado etiquetado en un slogan conocido como “Maratón Lupe Reyes”, dando a entender que las festividades inician teóricamente el día 12 con el aniversario de las apariciones de la Virgen de Guadalupe y se extienden al día de la Epifanía donde se recuerda la llegada de los Reyes Magos a Belén, coincidiendo casi en todos los casos con la finalización de las vacaciones de invierno de los niños de Educación Básica.
Pues bien dentro de esta rica gama de formas propias de festejar en el mes se tiene lo que conocemos coloquialmente como Posadas y que son en estricto sentido el novenario de misas llamadas en la época Colonial como misas de aguinaldo que inician el 16 de diciembre y terminan el día 24 en la noche buena víspera de la Navidad, por lo tanto son nueve posadas.
Sin un afán revisionista es importante aclarar que en estricto sentido las posadas (de un puro y orgulloso origen nuestro) son las celebraciones con un profundo contexto religioso que van preparando la venida del Salvador realizadas durante esas fechas, cualquier otra celebración de estas fechas será una grata festividad navideña pero no propiamente una posada.
Estas posadas que iniciaron en nuestro territorio gracias a la labor evangélica de los frailes agustinos, generaron en consecuencia que en 1587 el Papa Sixto V emitiera una bula dando reconocimiento a estas celebraciones donde tal como en muchas de nuestras tradiciones estas fueron aderezadas con un toque típicamente regional propio del sincretismo cultural de nuestros pobladores y de la cultura hispánica europea que le ha dado un sabor muy propio a cada una de las costumbre que datan ya de más de quinientos años.
Para atraer la atención de nuestros antepasados que justamente en su cosmovisión, en esas fechas realizaban sacrificios al Dios de la Guerra Huitzilopochtli, los evangelizadores fueron incluyendo al final de las misas una serie de representaciones alusivas al evangelio en turno para que este fuera más didáctico terminando con algo de merienda o golosinas para los niños generando con ello un mayor interés. Este proceder se fue constituyendo cada vez con más fuerza y adaptándole características propias de la región como fue en algún momento un objeto de origen chino pero con características similares a las ollas de barro usadas en las ceremonias de los mexicas, así nace la costumbre de la piñata con un carácter netamente específico, para simbolizar el mal que en sus vivos colores y orlas nos atrae a él, a su vez conformada por los siete picos representativos de los siete pecados capitales: La soberbia, la avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza que son vencidos por el bien donde el palo con el que se golpea la piñata son todas las virtudes con las que lo venceremos, simbolizando en el vendaje de los ojos la ceguera al bien provocada por el pecado, las vueltas alrededor son los vaivenes de la vida frente a la elección de la virtud, los cantos de animación ( el famoso dale, dale) son todos los apoyos de aquellos que piden por nuestro bienestar, y por ende la profusión de gracias que se derraman sobre nosotros al vencer el mal queda evidente con los dulces, fruta o colación que produce el romper una piñata.
Unido a ello estas representaciones que se llevaban a cabo en los atrios de los templos y que narraban el Evangelio de la Natividad hizo nacer con el ingenio propio de nuestra naciente nación las célebres y reconocidas Pastorelas una muestra más del ingenio, devoción y al mismo tiempo picardía del pueblo mexicano y que con tanto éxito se presentan en diferentes partes del mundo.
Digno de reconocimiento son a su vez los nacimientos que cuando fueron creados por San Francisco de Asís nunca se pensó que tanta creatividad e ingenio pudieran encontrarse en ello como lo es en México y que decir del canto para pedir posada que no es otra cosa sino la narración poética y melodiosa del transitar de San José y la Virgen para buscar lugar en un hostal, este canto recibió reconocimiento del propio Papa S.S. Pío X, único ejemplo en el mundo de una manera familiar para regocijarnos y acompañar de manera festiva a los peregrinos y hacer nuestro ese pasaje de aquella gélida y umbrosa noche.
Nuestro país es inigualable en todos los detalles que lleva el celebrar las fiestas navideñas, debemos de sentirnos orgullosos de todos nuestros valores y tradiciones que tienen un estilo único y un sabor inigualable porque quién se resiste en estas posadas ante los ricos tamales, buñuelos, atole, ponche, colaciones, y toda la gama gastronómica surgidos de nuestras raíces orgullosamente mestizas.
Vivamos pues con toda alegría y buena voluntad estas fiestas tan propias de México que son un hermoso legado para que dentro de una forma un tanto lúdica y didáctica pudiéramos vivir y reafirmar mejor nuestra Fe.