Presas por amor

Simples Deducciones

A Delia se le enchina la piel cada vez que va a llegar el 14 de febrero, si, ese día en el que se derrama por montones miel y dinero, la razón es sencilla, fue la primera vez que Emilio, su ex pareja, la obligó a vender droga y a prostituirse, bajo el argumento de, “si me quieres, debes de apoyarme, no pasa nada”. Hoy, a 10 años de distancia y algunos tres de haber salido de prisión, Delia sacude la cabeza, como queriendo borrar todo ese tiempo que soportó golpes físicos y del alma, los castigos de dejarla sin probar ni agua, cuando no le entregaba una buena cantidad de dinero por ambas actividades.

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Emilio la enamoró así, despacito, como si temiera que ella se le escapara allá en Puebla, no había dinero para que él le diera muchos detalles o la invitara al cine o a los tacos, pero Delia sentía que con sólo sentarse en la banqueta de la casa y compartir una nieve, era alcanzar el cielo. Ella de apenas 19 años y él ya pisaba los 30, le dijo que era de Nayarit y que sólo había ido a trabajar un contrato de una empresa constructora.

Delia ya no tenía papás, la abandonaron cuando era una niña, ambos eran adictos; tiene un ligero recuerdo de su papá, arrastrando a su mamá desde dentro de la casa hacia la calle y ella, lloraba asustada, le gritaba a su papá, “no le pegues, por favor, no le pegues”, cuando desaparecieron de su vida, la abuela materna la acogió en una humilde vivienda junto con su hermano menor que ella, una comida al día, nada de estudios y a trabajar lavando ajeno, cuidando niños o haciendo el aseo de alguna casa.

Cuando Emilio le pintó un cuartito con un baño y una vida de amor, no lo pensó dos veces. Se fugó de noche y ya en Tepic, llegaron a vivir a una casa de cartón, con letrina y sin luz, “me la prestó un compa, pero ya verás que te haré tu cuartito”, Delia sonríe, evocando ese momento.

Dos semanas después de llegar a esta ciudad, Emilio le dijo que se había quedado sin trabajo y que ahora ella debería trabajar, “ponte el pantalón ese que te regaló la vecina, con la blusa roja, va a venir un amigo y te portas bien con él, ya me pagó, cuando se vaya, te voy a dar algo para que lo vendas”, Delia no entendió nada, hasta que llegó “el amigo” y de forma violenta, la ultrajo.

Ella lloró y le dijo a Emilio, él le contestó que así iba a ser diario y además la jaló del brazo, “me levantó y me dio una bolsitas, precios y me dijo que me fuera a un lugar, que ahí iba a vender todo, ah y que si salía otro cliente, ni se me ocurriera decirle que no, que él iba a estar cerca viéndome”.

Era 14 de febrero, parejas iban y venían de la mano, algunas chicas llevaban una flor o un peluche, pero Delia, ella temblaba, pero no de frío, sino de rabia, de asco y después de miedo, Emilio tenía una mirada desconocida, inyectada de violencia y su voz era agresiva, nada quedaba de aquel hombre agradable, tierno, amoroso y de las promesas hechas. Delia esa noche esperaba que él le dijera algo, que le pidiera una disculpa, pero nada de eso hubo, Emilio se fue, dijo que a traer más mercancía y pagar lo vendido.

Así pasaron los años, Delia no sabía a quién acudir, además, él le decía que a dónde ella fuera, la encontraría y la iba a matar. Un día, en X lugar y a una hora sin importancia, la agarraron vendiendo droga, se la llevaron, no sabía escribir ni leer, nada, le dijeron que firmara, no supo, entonces sus huellas quedaron estampas en documentos que hasta hoy, ya fuera de la cárcel, no sabe que decían.

Añade que dentro de ese encierro, hay mujeres con historias iguales, entre ellas acuñaron ese término, las presas por amor, aunque las más duras dicen estar ahí por pend…..

Una interna, con la que hizo amistad casi de inmediato, “me enseñó a leer, a escribir, para que no te vuelvan a ver la cara. Soy burra le dije, pero siguió enseñándome las letras, y ahora no leo así de rápido, pero sé lo que dicen los letreros”. Emilio nunca fue a verla y a pesar de todo, ella lo anhelaba, “estaba tan tonta, yo mortificada ahí dentro porque no sabía cómo iba él a sobrevivir sin mí, de verdad qué estúpida”. Su condena se acortó gracias a su buen comportamiento y una buena persona que le ayudó.

“Odio el maldito 14 de febrero, odio todo el circo que arman, odio las flores, me sigo odiando por no haber puesto límites. Quisiera que las mujeres como yo supieran que hay hombres que nos engañan, nomás para burlarse y aprovecharse, que espero nunca ver a Emilio porque voy a agarrarlo a golpes, lo odio, me acabó mi vida y la confianza en las personas”, Delia me dice todo eso limpiando su cara con rabia, sus manos tallan las mejillas que se ponen rojas. Trabaja limpiando una casa de un matrimonio de adultos mayores, que han sido muy buenas personas con ella.

“Me han hablado de Dios, de la fe, del milagro de perdonar, pero no puedo. En todos veo gente mala, no creo que el amor exista, ahí con ellos ya he comenzado a hablar poco de lo que me pasó, la señora dice que hay unas terapias gratis para que saque mi coraje, pero no creo en eso, sólo quiero que el tiempo pase y me impida pensar y pensar”.

Delia no quería hablar de lo que vivió, pero quien le dio clases dentro de la cárcel la ánimo a hacerlo, con la intención de la precaución que debe haber en jóvenes que son enamoradas y posteriormente violentadas. Yo me comprometo a contar su historia lo más apegado a lo que ella me dijo, sube los hombros y me mira con ojos de coraje, “hazlo como quieras, ya no puede haber más daño en mi vida, ya me la jodió un cab…que espero le vaya mal, si es que aún vive”. Mándame tus comentarios, dudas y sugerencias a mi Facebook Juan Félix Chávez Flores o a mi correo juanfechavez@gmail.com

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