Sin lugar a dudas, el maíz, no sólo es y ha sido a lo largo de siglos y milenios un alimento fundamental en la dieta de los mexicanos, sino también un elemento insoslayable en el panorama geográfico y patrimonial del colectivo nacional.
Desde la aparición de sus primeras variedades entre los que destaca la conocida como Teocintle, hace alrededor de 8000 años, de la cual especialistas en paleobotánica han encontrado ejemplos en el Valle de Tehuacán, en el estado de Puebla y en otras regiones de México, el maíz a lo largo del tiempo ha experimentado a través de sus variedades, distintas formas, tamaños, sabores y usos en sus granos, mazorcas, olotes, hojas y demás elementos que lo constituyen, a los que se les atribuye características proclives a diferentes usos, como el industrial, a partir de los cuales se producen harinas, hojuelas para el cereal matutino, aceite, saborizantes y demás; el utilizado para nixtamal del cual se elabora la masa de maíz base de la prodigiosa tortilla, las tostadas, totopos, tamales, quesadillas, sopes, tlacoyos; la delicia de los granos pozoleros; los dominicales elotes tiernos con chile, limón y sal o los más sofisticados con crema, mayonesa y queso; los ácidos y enchilosos esquites, los elotes asados, el maíz tostado y después molido para dar origen al pinole; las bebidas elaboradas por los distintos grupos étnicos a lo largo y ancho del país, entre los cuales destacan el Poch de la región de los Altos de Chiapas, el tesgüino wirrárika o huichol, los atoles mestizos, el refrescante tejuino; además de la nieve y el pan de elote o las sabrosas gorditas de horno de Jala.
En cuanto a dulces se refiere, el colado de maíz defiende su primacía; mientras que en el terreno de la medicina tradicional, los cabellos de elote, las abuelitas sabias los recomiendan para curar males del riñón y conductos urinarios, en tanto que olotes, granos, hojas y tallos, en el campo mexicano se utilizan como forraje para alimentar a diferentes tipos de ganado mayor y menor como son vacunos, caballos, asnos, mulas, especies porcinas y aves, sin olvidad sus hojas con las que se envuelven tamales, dulces, se lían cigarros, se elaboran flores y muñecas, fetiches, juguetes como el casi olvidado “tambuchi”, con los cuales se divertían nuestros abuelos y tatarabuelos en el campo y los pueblos de antes, amén de sus usos constructivos, utilizando sus tallos y hojas como varas para cercos y para proteger del sereno y la lluvia trojes y jacales, sin olvidar su uso en cuestiones y prácticas adivinatorias entre los chamanes y bastas, quienes utilizan granos de esta planta de diferentes colores como el morado, rojo, pinto, amarillo y blanco.
El maíz, planta y fruto pródigos y totales, alrededor de los cuales dioses y mortales se han reunido para realizar ceremonias que propicien y ayuden a la conservación de la especie humana sobre la faz de la tierra, de manera continua y cíclica; de principio a fin, alimento sagrado.
Nayarit no escapa al trato cotidiano con el maíz, tanto por parte de sus pueblos originarios (coras, huicholes, tepehuanos y mexicaneros), como por parte de mestizos. Tierra generosa y rica en sus distintas regiones, su cultivo ha sido práctica común, destacando particularmente el municipio de Jala, en donde debido a las características de los suelos y al empeño de sus campesinos se desarrolla “una variedad de maíz única en el mundo, por su gran tamaño y exquisito sabor“, según palabras del propio Miguel González Lomelí, a la que los agrónomos la han clasificado como Raza Jala, que en buena medida ha contribuido a que este pueblo y municipio sean reconocidos a nivel nacional y más allá de nuestras fronteras.
Alimento, motivo de veneración, materia prima, tema literario en el que por mencionar un ejemplo había que recordar la novela Los hombres de maíz, del Premio Nobel de Literatura, el guatemalteco Miguel Ángel Arturias; elemento alrededor del cual surgen festividades como las Ferias del Elote de Xala y Xalisco, en Nayarit, en agosto de cada año; vocablo sobre el que han surgido expresiones airadas y dichos populares como aquel que reza: ¡Órale jijos del máiz! y su variante: ¡Órale jijos de la tostada!, o aquel otro, más benigno y balsámico, que a la letra dice: “¡A callar pollos pelones, que ya les van a echar su máiz!”; materia de mitos y leyendas, tema de tratados y recetarios, habitante de bodegas, alhóndigas y graneros, por todos estas razones y muchas más, alrededor de esta semilla prodigiosa sobre la cual pueblos y civilizaciones han construido, su cultura, justamente llamada cultura o culturas del maíz, trata este libro escrito por Miguel González Lomelí, dedicado en particular a los niños nayaritas y mexicanos, para que en este tiempo de computadoras y videojuegos, no nos olvidemos los que ya no somos niños, de este regalo de los dioses que nos ha acompañado por siglos y milenios, nos acompaña en nuestros días y acompañará a las futuras generaciones.
Como parte de nuestro patrimonio, como compromiso de conservar, proteger y difundir nuestro patrimonio cultural, el Museo Regional de Nayarit, presenta este lunes 23 de marzo a las 15:00 horas, el libro “El maíz, regalo de los dioses” del maestro Miguel González Lomelí. No lo olviden.