Simples Deducciones
Suelta la carcajada y me aclara que no busca un hombre para tenerlo en casa, atenderlo y oír sus ronquidos por la noche, “no, no, no es eso, sólo digo lo que yo pienso muchas mujeres de mi edad nos callamos, ¿creen acaso que por pasar de 60 años al cuerpo se le acaban las ganas?, para nada, nuestras ganas siguen, el cuerpo hace su función y seguido tiene ganas de acción”.
Mientras le limpia las hojas a una hermosa planta en su sala me cuenta, que amigas de menor edad que ella le han dicho que hay hombres disponibles, obviamente a cambio de dinero, que incluso hay moteles que tienen un catálogo con fotos de hombres, quienes no les importa la edad que tenga la futura clienta, sólo el pago de por medio, no hay amor, no hay gestos de ternura, sólo lo que la dama en turno guste oír y hacer, que los costos son accesibles para alguien como ella y listo, “¿cómo ir a lavar el carro, no?”.
Le pregunto que si ella se animaría a ir y solicitar un servicio sexual, su respuesta es clara, “mira que si lo estoy valorando, una vecina que es viuda desde hace 20 años ya se animó y dice que sale feliz, que le han tocado 3 hombres distintos y su preferido fue el último porque aparte del sexo, él le dijo que no hay motivo para avergonzarse de los instintos que tenemos por naturaleza, que si el cuerpo lo pide pues hay que complacerlo”.
Lo que doña Julia no comprende es, ¿por qué se tienen que ocultar las sensaciones del cuerpo?, “cuando estamos jóvenes dicen que las hormonas están en su punto y que por ello, hay embarazos prematuros, hombres que andan con una y con otra ¿y las mujeres?, siempre criminalizadas por sentir deseos, ¿por qué?, qué “sociedad” somos, que andamos luchando por los derechos de nosotras y entre mujeres nos vemos como si fuera un asesinato el expresar que quiero tener sexo y que no me interesa pagar por él”.
Julia no se puede poner a platicar de sus noches despierta, imaginando que podría estar en otro lado con alguien tocando su cuerpo, ni modo de decirle a sus hijos, ni siquiera la que es mujer quizá la comprenda y con los varones el diálogo no sería muy amable, “¿qué me van a decir, mamá tú ya no estás para esas cosas, mírate, eres una señora de la tercera edad, abuela, ama de casa, qué pensaría la familia, los amigos o hasta los vecinos?, si alguien llega a saber de eso que estás hablando”.
“Concluirán entre los 3 que, o me falta ir al psicólogo, o que ocupo vacaciones y casi, casi, que estoy endemoniada y harán que un sacerdote amigo de la familia se siente a platicar conmigo, porque el demonio me anda mal aconsejando y poniendo ganas de sexo en mi cuerpo”.
Está columna no es una plática que yo haya sostenido, sino la de una amiga cuya tía le pidió que me la contara, segura de que ella no es la única mujer que siente ganas de sexo, a pesar de que es, “una abuela”.
Mi amiga me señala que Julia está decidida, pedirá a su vecina que le dé indicaciones precisas, de cómo llegar al hotel y solicitar la compañía de un hombre, “fíjate, tomé esa decisión porque me pregunté una de esas de tantas noches sin sueño, y si hoy cierro los ojos, me duermo ¿y si ya no despierto?, o despierto con algún tipo de parálisis o enfermedad que no me permita ya moverme por mi misma me quedaré con las ganas hasta que me muera, y me respondí que no, que no quiero que sea así”.
¿Qué si está nerviosa?, si, Julia está muy nerviosa, porque imagina el momento de estar ya en el cuarto esperando que llegue su “prospecto”, no sabe si ella se tiene que quitar la ropa o él se la quita, ignora si él querrá saber su nombre y ella el de él, lo cierto es que su vecina está más que dispuesta a asesorarla y Julia tiene un presentimiento que la hace soltar una risa continua y fresca, “se me hace que una vez que vaya por primera vez, ya seré clienta asidua, ahora que si como dice la canción, dale a tu cuerpo alegría Macarena”. Mándame tus comentarios, dudas y sugerencias a mi Facebook Juan Félix Chávez Flores o a mi correo juanfechavez@gmail.com