Superando tu desino

Simples Deducciones

AEli le provoca una mueca que intenta ser una sonrisa cuando oye que algunas personas comentan a su vecina, “así que eres la menor de los hermanos, no pues bien chiqueada”, y es que para ella esas palabras nunca aplicaron, Eli viene de un rancho que se ubica al norte del estado, es la “chiquita” de la gran familia, tiene 6 hermanos, 4 son hombres, dos mujeres y ella, 7 en total y su vida ha sido de muchos colores, pero menos rosa como se podría pensar.

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Con papás de pensamiento “antiguo”, desde que tiene uso de razón la condenaron a servirle a todos, primero en cosas menores, en lo que pudiera y ya después a lavar loza, ropa, cambiar las camas, planchar la ropa de todos sus hermanos hombres y aprender a cocinar, “mi mamá me dijo que lo primerito era aprender a tortear, pero bien, pobre de mí cuando las tortillas me salían chuecas, así del comal las agarraba y me las tallaba en las manos, me dio unas quemadas tan dolorosas”, dice con los ojos llenos de recuerdos.

Iba a la escuela, la primaria le gustaba, era buena para los números pero de antemano sabía que no la iban a dejar estudiar hasta donde ella quisiera, le gustaría haber sido maestra, “como la maestra Lupita que me dio 4 años seguidos, ella era de aquí de Tepic y le tocó allá de donde yo soy”.

Sus hermanas le dijeron que, “qué bueno que naciste, porque si no a una de nosotras dos nos hubiera tocado jodernos a cuidar a los viejos y sin que nos dejaran casar porque siempre dijeron que la más chica de la familia tiene que quedarse con ellos hasta que muera así que pobre de ti, pero nosotras nos salvamos, además te tocará todo el quehacer”.

Eli, quien lleva el nombre por su abuela Elizabeth dice que lloró muchas noches y más cuando comprobaba día a día que le cargaban todo, “había que lavar a mano toda la ropa de mis hermanos, mi mamá lavaba la de mi papá, y mis hermanas cada quien lo suyo, yo planchaba la de los hombres, casi todas las tardes ir por cerveza y cigarros porque se la pasaban jugando baraja en el corral, sólo llegué hasta primero de secundaria, nadie de mi familia me defendió cuando mi papá dijo que la escuela no sirve pa’ nada y pues a nadie le convenía que yo siguiera en la escuela, así que me sepultaron de tiempo completo en la casa”.

Ella preveía su futuro negro, a pesar de su juventud, por las noches terminaba con los pies hinchados y adoloridos, acarreaba incontables cubetas de agua para llenar tambos y tinas y para que se bañara toda la familia, lavar, asear la casa y lo que se ofreciera. También torteaba 3 veces al día, hacía los mandados y “todo lo que se sumara, yo no hacía más que llorar, me adelgace mucho porque no veía cómo salir de la situación, un día en la iglesia, de rodillas y con mucha desesperación pero con fe, le pedí a Dios que me ayudara, que me diera una oportunidad y me oyó”.

“Días después en una de las tantas idas al río por agua, conocí a un señor más grande que yo de edad, pero buena persona, los habían contratado para una obra ahí en el municipio y comenzamos a vernos a escondidas, me agradó que nunca me presionó para que hiciéramos algo más de platicar y uno que otro abrazo y beso, pero no todo podía ser felicidad, alguien le dijo a mi papá y la golpiza que me puso fue de quedar tendida en cama como 4 días, mis hermanas me dijeron que sí ya se me había olvidado que yo no tenía derecho a andar de novia, que debía esperar a que mis papás murieran y que para eso faltaba mucho”.

Ella dice que desde ese instante se rebeló a su destino internamente, a través de un discreto niño vecino, Alfredo preguntó por ella y con un soborno de dulces y dinero el pequeño le llevó una carta, ella le dijo lo que le había pasado y Alfredo, “reaccionó como lo que ha sido para mí desde esos años, un hombre cálido, amable y que enfrenta los problemas, me dijo, quieres que vaya para pedir tu mano o te vas conmigo y te quedas en casa de mi hermana hasta que nos casemos”.

Pensé en ambas cosas y le dije, “me voy contigo, dije, nada más peor me puede pasar que quedarme aquí a que todos se mueran, yo tenía ansias por salir de ahí, conocer Tepic al menos, usar unas sandalias nuevas, pintarme la boca, ser como muchas de mis ex compañeras, como mis hermanas quienes me veían con lástima”.

La fuga llegó “tres semanas después de que me había golpeado mi papá, fui a las cervezas y a los cigarros, ya no volví, con temor pero que lo superaba mi alegría Alfredo cumplió su palabra y me trajo a Tepic hace 22 años, me dejó con María su hermana y pidió su cambio en la constructora a otro lugar del estado, 3 meses después nos casamos como Dios manda, él me cambió la vida, me impulsó para estudiar y pagó mi carrera de química fármacobióloga, tengo 3 hijos y ni en sueños extraño a mi familia”.

Le pregunto sí en estos 22 años se ha acercado a aquel rancho del cual huyó, dice que lo intentó cuando se enteró que su papá, hace 10 años sufrió un infarto, “fui pero me corrieron todos, nadie me quiso ver , en especial mi hermana Chayo, ella fue la que nació antes que yo y al fugarme se convirtió en la más chica, la sacrificada que debe quedarse con mis papás hasta que mueran, se hizo amargada, hasta el cabello blanco tenía ese día que la vi, me gritó que me odiaba y que Dios me va a castigar por haber eludido mi destino, yo estoy segura que no es ni será así”.

La vida de Eli es próspera porque ha trabajado hombro a hombro con su esposo, ese que aún la lleva a bailar y a cenar en su cumpleaños y le dice que la ama más que a su vida, “él y mis hijos son la luz de mis ojos, yo les he hablado bien de sus abuelos y sus tíos, pero también les expliqué cuál ha sido ahí la situación, yo no le deseo mal a nadie de mi familia, pero con la de Alfredo he hecho una relación de hermandad, su mamá ya mayor ha sido como la madre que nunca tuve en apoyo emocional, sí me preguntas sí soy feliz, si y mucho, tuve miedo al destino que me habían preparado, pero Dios tuvo algo distinto para mí”. Mándame tus comentarios, dudas y sugerencias a mi Facebook Juan Félix Chávez Flores o a mi correo juanfechavez@gmail.com

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