UN ANTIHEROE DE LA HISTORIA

Por Daniel Aceves Rodríguez

Nuestra historia está escrita con páginas de un marcado heroísmo y lecciones perennes que incitan a la reflexión y al encomio hacia acciones valerosas que fueron forjando el país del cual ahora formamos parte; las virtudes o errores de tantos próceres conforman el bagaje que desde niños vamos conociendo, aprendiendo a valorar y admirar, los nombres de estos personajes permean en la memoria a través de calles, escuelas, ciudades, edificios, monumentos que hacen permanecer vigente su accionar en pro de la patria.

Publicidad

Pero igualmente nuestra historia tiene reservado un umbroso lugar para ciertos personajes que aunque ineludiblemente aparecen sus nombres en esas páginas, su destino es el desdoro o la ignominia, su imagen jamás será vanagloriada ni se llamará así a un pueblo o una rúa por pequeña que sea, al contrario estará marcado en el incendiario vagón que marcha en destino opuesto al elogio o reconocimiento.

Dentro de estos personajes encontramos a aquél gallardo general que tras la renuncia de Porfirio Díaz en mayo de 1911 fue el encargado de escoltar el convoy presidencial que lo conduciría al puerto de Veracruz donde abordaría junto a su familia el buque Ypiranga que trasladaría al exilio a quién por más de treinta años ostentó el poder en México,  lugar a donde nunca regresaría.

Nos referimos al general Victoriano Huerta Márquez originario de Colotlán Jalisco que la historia lo ha señalado con los epítetos de “El chacal” o “el usurpador” y quién fuera presidente de México de febrero de 1913 a julio de 1914.

Admirador del General Napoleón,  Victoriano desde chico se inclinó por la carrera de las armas uniéndose desde los 15 años a las tropas del General Donato Guerra, quien lo encomia a estudiar en el Colegio Militar destacándose por su aprovechamiento y una capacidad y gusto especial por las matemáticas, ciencia que lo haría inclinarse por temas relacionados con la topografía y la artillería situación que lo iba haciendo descollar de entre los demás compañeros. Meteóricos fueron los ascensos que obtuvo en la milicia y sobre todo al contar con el apoyo del General Manuel González el famoso manco, compadre de Porfirio Díaz y quien fuera presidente de México de 1880 a 1884 años suficientes para devolverle el mando a Díaz poder que no lo soltaría hasta 1911; igualmente años después haría gran amistad con el General Bernardo Reyes ex gobernador de Nuevo León y posterior Secretario de Guerra y Marina, esta relación será vital años después en lo que será el cuartelazo de la decena trágica.

Después de la caída de Díaz y el interinato de Francisco León de la Barra, Huerta juró lealtad al recién nombrado presidente Madero, apoyándolo en sofocar las rebeliones antimaderistas que se gestaban en diferentes rumbos, marcado fue el encono contra Pascual Orozco, Francisco Villa y Emiliano Zapata a los que combatió con una ferocidad implacable, siendo la victoria sobre Orozco la que le granjeó la admiración del Presidente Madero y le gestó una confianza supina de parte del presidente a pesar de las dudas que generaba en el gabinete maderista.

Bajo este halo de heroísmo supo acomodarse y permanecer ante los inminentes movimientos que ya se fraguaban contra Madero encabezados principalmente por Félix Díaz (sobrino del ex mandatario) Bernardo Reyes (su amigo), Manuel Mondragón, Aureliano Blanquet entre otros; a pesar de las invitaciones recibidas por los conspiradores Huerta quiso mantenerse leal a Madero en espera de los acontecimientos, los cuales llegaron más pronto de lo que se esperaba, el 9 de febrero de 1913 se inició la revuelta contra el gobierno resultando herido el General Lauro Villar encargado de la defensa del Palacio Nacional por lo que esta custodia queda en manos de Victoriano Huerta, situación que va ligada  la muerte durante  las hostilidades de Bernardo Reyes cabeza virtual de la rebelión, quedando entonces el panorama ideal para el control total de la situación por parte de Huerta, quien subrepticiamente se une a los conspiradores y busca el apoyo de la embajada norteamericana liderada por Henry Lane Wilson quién vio en él a la figura propicia para realizar la deseada sustitución de Madero, y así fraguar la ignominia conocida como el Pacto de la Ciudadela o el Pacto de la Embajada, donde tácitamente quedó determinada la caída de Madero y Pino Suárez.

El desenlace lo conocemos todos, el artero crimen del Presidente y Vicepresidente tres días después de aquel vitando pacto, dio como resultado el ascenso de Huerta a la primera magistratura, no sin antes arreglar las cosas para que no hubiese ningún viso de irregularidad, ya que al faltar el Vicepresidente y el Presidente de la Suprema Corte, el tercero en la línea sucesoria era Pedro Lascuráin Secretario de Relaciones Exteriores quién pasará a la historia por durar solamente 45 minutos en la presidencia, tiempo suficiente para emitir dos documentos, el nombramiento de Huerta como Secretario del Interior y por ende primero en la línea sucesoria y su carta de renuncia con lo cual entronizaba a Victoriano como Presidente legítimo.

El gobierno de Huerta duró menos de dos años caracterizado por la rebelión de Carranza con su Plan de Guadalupe, el asesinato de opositores como Abraham González, Belisario Domínguez, una enemistad con la Casa Blanca que llegó a generar una invasión norteamericana en abril de 1914 señal inequívoca que ya no contaba como hacía meses con el respaldo del ahora presidente Woodrow Wilson más interesado en los conflictos de la Primera Guerra Mundial que en sostener a un personaje que ya había cumplido con lo que se requería.

Sabedor de la manipulación de que fue objeto, ante todo esto no le quedó más remedio que renunciar y aunque posteriormente trató de hacer alianza con la beligerante Alemania para obtener apoyo, su estrella se opacó e intentando entrar a Estados Unidos fue apresado y enviado al fuerte de Fort Bliss allá en El Paso Texas donde misteriosamente murió un 13 de enero de 1916 se dice que de cirrosis hepática enfermedad que lo acompaño muchos años por su reconocido alcoholismo.

Publicidad