Una lección de educación

Véritas Liberabit vos/Daniel Aceves Rodríguez

Publicidad

Culminando un Módulo de Introducción a la Docencia y revisando en los trabajos finales lo investigado por mis alumnos, es difícil no volver a recordar y puntualizar la obra  de quién fue conocido como “El Maestro de las Juventudes de América” , nos referimos a José Vasconcelos egregia figura dentro de la cultura y basamento de la educación en nuestro país, un hombre que dentro de un espíritu metafísico, estético e hispanista buscó la forma de unir el mundo ideal de la cultura con el mundo real y  específico de la vida patria. Nos referimos a un hombre pensador, filósofo, escritor y político cuya obra predominantemente educativa y cultural permanece y tiene ascendencia en nuestros días.

En esta ocasión nos adentramos en una obra escrita por el autor allá por los años treinta del siglo pasado, cuando la influencia de corrientes anglosajonas permeaban en la Educación nacional fundada y fomentada en las aulas del mestizaje colonial y del sincretismo grecolatino propio de nuestra nacionalidad tan particular que el mismo Vasconcelos plasmara en el lema de la UNAM institución de la cuál fue su noveno Rector “Por mi raza hablará el espíritu” expresión por demás impregnada de esa aura viva de un nacionalismo propio acendrado en el reconocimiento bolivariano de que daba preponderancia y dignidad a la estirpe latina tal como lo expresa en su genial libro “La Raza Cósmica”.

La obra a la que me refiero tiene por título “De Robinson a Odiseo” una Pedagogía Estructurativa que si bien en sus dos terceras partes viene a ser prácticamente el propio plan general que como Ministro de Educación presentaba como sustento a lo que se podría implementar en las aulas de México allá en los albores del Siglo XX desde la Educación Preescolar hasta la Universidad pasando por los Departamentos de Bellas Artes, Bibliotecas, la Educación Ética pilares importantes para lograr despertar la conciencia del educando y aún más, creársela si no la tiene despejada, y en todo caso suscitar en el educando el desarrollo de la misma hasta que se produzca lo que él llama metafóricamente un parto del alma que es la finalidad suprema de la Educación. Luce interesante ver cómo era concebida la necesidad de desarrollo del sistema educativo identificándola con un sistema filosófico y adaptando la pedagogía a un concepto dado de vida, por esta razón la primera parte de la obra nos hace una comparación por demás estupenda de dos figuras del género literario que rebosan de características humanas e ideales pero que a sentir del autor representan dos conceptos muy disímbolos del actuar humano, se refiere al Robinson de la obra del inglés Daniel Defoe quién sitúa a un hombre en una isla desierta y en la cual deberá subsistir y salir de ahí conformando su propio conocimiento desde un método astuto, improvisador y exclusivamente técnico lo que caracteriza la influencia anglosajona y que en esos años incidía de una manera directa en las corrientes educativas de la época, por otro lado tenemos al Odiseo mitológico de la Ilíada y la Odisea, el cual pasa veinte años fuera de su patria combatiendo la primera mitad en la Guerra de Troya y la otra tratando de regresar a Ítaca pasando por la mayor cantidad de vicisitudes y conociendo y adquiriendo aspectos culturales de cientos de pueblos y ciudades, este carácter fraguado al calor de los viajes y naufragios llenan de brillantez, astucia, versatilidad de carácter y multiformidad de ingenio de este personaje que encarnará al estilo de nuestros orígenes, propio de una labrada semilla grecolatina modelo milenario de historia y cultura.

De esta forma el autor trata de explicar metafóricamente que cual un Odiseo nuestra cultura está conformada por la experiencia y los valores de culturas ancestrales donde el razonamiento y la abstracción está por encima de lo práctico y técnico de un Robinson anglosajón más dedicado a la acomodación al ambiente y a la resolución de problemas desde un subjetivismo relativo donde lo importante son los resultados acordes a la necesidad del educando.

En esta obra defiende el derecho a que el Educador vea en cada alumno un germen precioso y único que debe ser cuidado con precaución infinita tal cual Virgilio en el poema de Dante que a cada paso se adelanta porque sabe la ruta, y el discípulo lo sigue porque confía al mismo tiempo en su maestro, ya que ambos están frente al prodigio, es Dante quién habla y expresa su estupor, generando así el pensamiento de una nueva experiencia donde el discípulo añade el valor de su sorpresa a su aventura común, ensanchándose así el saber de ambos y produciendo un valor innegable en el aprendizaje.

Vasconcelos defiende la postura del Docente y nos habla de lo importante que es su preparación y su esmero hacia el alumno, donde el fin máximo de la Educación radica en saber para ser o para llegar a ser.

Gran producción literaria hay de la pluma de este personaje mexicano sus obras como La Raza Cósmica, Ulises Criollo, La Tormenta, El Proconsulado, La Flama y la Breve Historia de México, donde se destila su regia defensa de nuestra cultura así como de la estirpe hispánica de un México al cuál se aspiraba que llegara a lo más alto por medio de la Educación, objetivo que sigue siendo compartido y fundamentado en muchas de las bases por él planteadas y que han quedado como resabios importantes para aplicar atemporalmente en cualquier base de organización educativa.

Igualmente me contesto que no hay mejor forma de aprender que enseñando, y al revisar estos trabajos recuerdo aquel maestro que puso en mis manos este libro que sigue siendo un faro orientador de la Educación en México.

Publicidad