10 cosas que he aprendido de vivir sola

Vivir solo por primera vez no es tan fácil como sólo independizarse de los padres

Hace poco más de tres meses mi hermana y yo decidimos independizarnos y salirnos de casa de mis papás. Ya saben. Hacer tu propia vida, aprender a ahorrar y llevar una casa, crecer, ser más maduras y encontrar quien realmente queremos ser. El tiempo ha pasado muy rápido y, aunque aún nos falta mucho por descubrir, estas son las 10 cosas que hemos aprendido de vivir solas.

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1. Sale caro vivir sola. Obvio ya habíamos hecho cuentas de más o menos cuánto gastaríamos en renta, luz, gas, agua, internet, comida y otros gastos, pero siempre sale algo que necesitas y tu quincena se te va de las manos.

2. Si no lavas los trastes o no recoges, nadie lo hará. Nada nuevo, pero de verdad, con una día que no laves los trastes o dejes cosas tiradas por ahí, ¡ya se ve como si hubiera un reguero! El bulto de trastes crece (y seguirá creciendo) hasta que no lo laves.

3. ¿De dónde sale tanto polvo? Barres, aspiras y trapeas y, en una hora y media ¡ya hay polvo de nuevo aunque las ventanas estén cerradas! ¿De qué se trata?

4. Para qué pagar un gimnasio si puedes barrer, trapear, aspirar, sacudir y fregar, todo en una sola sesión intensa de más de 500 calorías consumidas. ¡Muy cansado hacer el quehacer!

5. Los bichos los tienes que matar tú sola. O vivir con ellos. Antes, siempre podía gritarle apanicada a mi papá para que se encargara del bicho en cuestión. El otro día se metió una palomilla a mi depa y estaba sola. Intenté sacarla con vida, pero la dejé herida y tuve que optar por acabar con su sufrimiento. Eso sí, con una chancla a tres metros de distancia. ¡Qué miedo!

Pero no todo es malo…

6. Puedes hacer lo que tú quieras con tu casa… ¡y tu refri! ¿Cerveza y pachangas? Total, tú lo pagas, tú limpias y tú decides.

7. Empiezas a conocer cómo te gusta vivir tu vida. Aprendes a cocinar porque te gusta comer rico (bueno, en mi caso, aún estoy en el proceso); limpias tu casa no por obligación, sino porque te gusta que esté linda y plasmas tu personalidad en tu decoración.

8. Te encuentras verdaderamente contigo misma. Juras que te conoces, pero no lo haces hasta que llegas a casa diario y no hay nadie. ¡La soledad está cañón! Pero también es una oportunidad de platicar contigo misma, entenderte y saber quién eres.

9. Tu relación con tu familia cambia… para bien. ¿Cómo explicarles lo mucho que los extrañas? Aunque tal vez ellos crean que estás viviendo la vida loca, piensas en ellos a diario y no hay día en que no los extrañes. De hecho te vuelves más cursi y quieres demostrarles tu amor a cada rato.

10. Te sientes fuerte y segura de ti misma. Los nervios pasan, el miedo se aleja y finalmente llegas un día a tu nueva casa y te sientes en tu hogar. Ese que tú misma estás construyendo con todo lo que tu familia sembró en tu corazón y con aquello que te define en realidad.

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